La ultraderecha se consolida en un mundo desigual, cambiante y con la democracia en crisis

27 de diciembre, 2022 | 15.43

(Por Marianela Mayer) La ultraderecha se consolidó este año con triunfos en Europa e Israel y tuvo un importante auge en las Américas, una tendencia que los expertos atribuyen a la profundización de la crisis de la democracia liberal y al aumento de las desigualdades socioeconómicas y la incertidumbre en un mundo cambiante, que podría potenciarse en un contexto de recesión global.

Este 2022 estuvo marcado por un crecimiento de los partidos de extrema derecha en varios países.

En Europa, lograron acceder al Gobierno en Italia -con Giorgia Meloni como primera ministra- y Suecia, donde un partido de raíces neonazis fue el segundo más votado y se convirtió en aliado clave de una coalición de derechas.

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En Francia, la ultranacionalista Marine Le Pen perdió por segunda vez consecutiva el balotaje presidencial, pero logró reforzar su base electoral y su formación pasó a ser la primera fuerza opositora en el Parlamento.

También en Israel la ultraderecha está a punto de conformar un nuevo gobierno, en una inédita coalición liderada por el ex primer ministro Benjamin Netanyahu, mientras que en el continente americano se quedó a las puertas en Colombia y Brasil, a la vez que sigue teniendo un importante peso en Estados Unidos.

"Hoy en día vemos el último paso de un proceso largo y continuo de normalización de este tipo de formaciones políticas que tienen peculiaridades según los contextos nacionales, pero que comparten muchos elementos", dijo a Télam el historiador y analista político italiano Steven Forti.

"Lo que supieron hacer es ofrecer respuestas sencillas a problemas complejos y encontrar un importante o nada desdeñable apoyo popular", agregó.

Este proceso, cuyos orígenes se remontan a finales de los años 80, se ha reforzado durante el nuevo milenio con la entrada en escena de estos partidos en los sistemas políticos y su asentamiento territorial.

Si bien las causas sobre este avance electoral son variadas y generan debate entre los expertos, pueden explicarse con una serie de elementos económicos, culturales, políticos y sociales, que a su vez están interconectados.

La extrema derecha se vio beneficiada con el aumento de las desigualdades socioeconómicas, vinculado a la hegemonía desde finales del siglo XX del modelo neoliberal, que supuso el debilitamiento del Estado del bienestar.

Esta cuestión se conecta, asimismo, con el giro centrista que a partir de década del 90 tuvo la socialdemocracia a nivel internacional.

"La centroizquierda avaló todas las reformas del neoliberalismo y cedió la discusión política, que quedó en una cuestión de formas, mientras la distribución dejó de ser lo que debiera ser y eso las mayorías lo sufren", explicó a Télam la politóloga Valeria Brusco, para quien esto favoreció la idea de que "no hay diferencias" entre los partidos.

Esta situación se engloba dentro de la denominada crisis de la democracia liberal que, según Forti, está asociada a una creciente desconfianza de la población hacia las instituciones políticas, el desalineamiento de los partidos tradicionales -que dejaron de ser la "correa de transmisión" entre la ciudadanía y los territorios- y una sociedad cada vez más atomizada.

La globalización neoliberal generó también una especie de reacción cultural, que se opone a los cambios sociales conectados a este fenómeno, como la inmigración y la aprobación de leyes a favor del divorcio, el aborto o la comunidad LGBTIQ+.

Para el experto, autor del libro Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, estos cambios están en el centro del "discurso y de la propaganda de la extrema derecha", ya que son temas polarizadores que esta "cabalga" y utiliza para convertirlos muchas veces en "odio".

En la misma línea, estas formaciones explotan las inseguridades que provoca un mundo en constante cambio: "Es muy difícil prever lo que puede pasar, no dentro de 20 años, sino en dos. El último bienio entre la pandemia y la guerra en Ucrania es la prueba más fehaciente", consideró.

A su juicio, los partidos de ultraderecha entendieron "muy bien" que necesitan polarizar la sociedad, no solo ideológicamente sino también a nivel afectivo, para poder "pescar en río revuelto" y obtener con mayor facilidad consensos.

Para ello, es vital el rol que han tenido las nuevas tecnologías, tanto para viralizar su discurso político como para aumentar la desconfianza con la difusión de fake news y ultraderechizar el espacio público.

"Es algo muy importante porque las nuevas tecnologías marcan nuestra vida, tienen un peso cada vez mayor en la política y las extremas derechas del nuevo milenio las han sabido utilizar antes y mejor que los demás partidos", dijo el especialista y añadió: "Si se ultraderechiza el espacio público, se normalizan estas opciones políticas y eso quiere decir que habrá mucha más gente que antes que será proclive a votarlas".

La relevancia de esta estrategia comunicativa fue también destacada por Brusco, quien consideró que estas formaciones tienen una especie de control del debate público "porque lo único que cultivan son los enojos", mientras carecen de propuestas "articuladoras y constructivas".

Los efectos de esta ultraderechización del espacio público se reflejan en el grado de legitimación que han ido adquiriendo estas formaciones en los últimos años.

"Antes todo era más sottovoce y ahora es una internacional de la derecha extrema", opinó la también integrante de la Red de Politólogas #NoSinMujeres.

Ejemplo de ello son los encuentros que realizan con cada vez más frecuencia estos partidos, como la primera Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) en español que tuvo lugar el pasado noviembre en México, que congregó a figuras de la extrema derecha como el estadounidense Steve Bannon, el chileno José Antonio Kast, el brasileño Eduardo Bolsonaro, el español Santiago Abascal, el argentino Javier Milei o el polaco Lech Walesa.

También las alianzas, como el Foro de Madrid, que reúne a políticos a ambos lados del Atlántico "contra el avance del comunismo".

Aunque las ultraderechas europeas y americanas multiplican los esfuerzos para mostrarse como una sola fuerza, lo cierto es que también tienen visiones divergentes.

A nivel económico, los americanos son ultraliberales y defensores de un Estado mínimo, como Donald Trump o Jair Bolsonaro, mientras que entre los europeos Le Pen enarbola un "asistencialismo chovinista" a favor de políticas sociales exclusivas para la población nativa y luego hay grises, como Meloni o el húngaro Viktor Orban, precisó Forti.

También hay diferencias en torno a los valores: las formaciones del norte de Europa son moderadamente más abiertas -el líder de ultraderecha neerlandés Geert Wilders defiende el matrimonio igualitario-, mientras que las extremas derechas americanas y las del este y el sur del Viejo Continente, donde la religión tiene un peso más importante, son más radicales.

Ante un contexto de recesión económica global, Brusco advirtió que la cristalización de un "orden impunemente desigual" contribuye a la consolidación de la ultraderecha como alternativa política.

"Es una escena cada vez más concentrada y excluyente. ¿Por qué no van a tirar piedras en el camino dentro del sistema votando esto? Es una respuesta que hubiéramos pensado como loca y ridícula en otra época, pero es de causa-efecto de los grupos que necesitan respuestas y gritan para donde sea", apuntó.

También Forti coincidió en que este contexto puede favorecer el hastío y la desconfianza hacia el sistema, pero precisó que el auge de la ultraderecha dependerá de lo que hacen los demás actores e instituciones y no de la coyuntura.

"Las causas que nos explican el auge de estas formaciones son de fondo y no se resolvieron, siguen ahí. Puede ser que la extrema derecha, sobre todo si no gobierna, tenga más posibilidades de ganar elecciones o crecer electoralmente, pero al fin y al cabo ya está aquí y tiene consensos elevados. Entonces, por una causa u otra, como son cuestiones de fondo, siempre puede tener la posibilidad de llegar al gobierno", concluyó.

Con información de Télam