(Por Hernán Reyes Alcaide) Días después de haber cumplido 85 años, el papa Francisco termina un 2021 que se convirtió en uno de los años centrales de su pontificado tras el histórico viaje que hizo en marzo a Irak, el primero de un pontífice en la historia, y la visita a la isla griega de Lesbos, símbolo de los refugiados en Europa, hace menos de un mes.
En medio de esos dos peregrinajes ya históricos, Jorge Bergoglio se sometió en julio a una operación de colon por la que estuvo internado diez días fuera del Vaticano y que no sólo dejó al pontífice en un estado con más energía que antes, sino que le dio un panorama mucho más claro de las resistencias que enfrenta dentro de la Curia romana.
En un viaje en el que criticó el terrorismo, condenó la injerencia extranjera y tendió un puente inédito con el líder musulmán de mayor ascendencia en la zona, Francisco recorrió durante tres días las principales ciudades y, con ellas, las mayores problemáticas de un Irak que, a los años de guerras, ocupación extranjera y extremismo, había sumado una fuerte suba en los contagios de coronavirus.
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En su primer discurso en suelo iraquí, Francisco marcó la línea geopolítica de la visita cuando rechazó los "intereses externos" que no tienen en cuenta a la población. Luego, se encontró con el Gran Ayatollah Ali al Sistani, líder del islam chiita, la rama mayoritaria en la nación árabe aunque minoritaria a nivel mundial.
Al Sistani también es conocido por apoyar la separación entre religión y Estado, una cuestión aún hoy muy en debate entre los musulmanes, no solo en Irak.
En su viaje, pese a las advertencias de seguridad, Francisco visitó Iglesias que habían sido blanco de atentados del Estado Islámico y, desde allí, condenó la violencia extremista.
Como corolario, en un mensaje que pareció un llamado de atención a varios países de Europa y el Atlántico Norte, se preguntó "¿Quién le vende las armas a estos destructores?".
Si el primer viaje del año fue el punto más alto de 2021, el que hizo a inicios de diciembre a Grecia y a Chipre fue el hito político del pontífice que cerró el año.
En una gira con la que buscó llamar la atención de Europa a la larga crisis de los refugiados del Mediterráneo, Francisco reclamó que los líderes de ese continente "se pongan de acuerdo" para la distribución de migrantes, en línea con los reclamos de los países del sur europeo que piden políticas de distribución de las personas en cumplimiento de las normas a la libre circulación interna establecida por el Acuerdo de Schengen.
Durante la gira, el pontífice regresó a la isla de Lesbos, convertida en símbolo de la situación inmigratoria continental, y a la que ya había visitado en abril de 2016 durante otro pico en las recurrentes tensiones europeas por la distribución de las personas que llegan a los países del Sur.
Con la misma fuerza de su "nadie se salva solo" del inicio de la pandemia, el pontífice recorrió las calles del centro de refugiados de Moria 2: saludó, abrazó y besó a las personas que sobreviven allí hace años y exclamó al mundo que con el drama de los refugiados "está en juego el futuro de todos".
Como cinco años atrás, cuando había regresado al Vaticano desde Lesbos con 12 sirios que escaparon de la guerra, el Papa volvió a acompañar sus palabras con gestos, y anunció que la gira por el Mediterráneo fue el primer paso para la llegada de 50 refugiados de Chipre a Roma con apoyo logístico y los gastos pagos por la Santa Sede.
Entre los dos viajes que marcaron el 2021, el Papa había sorprendido al mundo el domingo 4 de julio al internarse en un hospital de Roma para una operación de colon para tratar una diverticulitis que lo mantuvo 10 días internado fuera de su residencia de Casa Santa Marta.
Más allá de la preocupación que causaron las primeras horas, el pontífice se mostró "renovado" tras la intervención. Pero su paso por el quirófano terminó por clarificar las resistencias internas que las reformas del Papa siguen teniendo dentro de los muros vaticanos.
Fue el propio Francisco quien tras la operación denunció que dentro del Vaticano algunos religiosos ya preparaban la elección de un sucesor: "Algunos me querían muerto. Incluso hubo encuentros entre prelados, que pensaban que el Papa estaba más grave de lo que se dijo. Preparaban el cónclave."
La operación, además, le sirvió al pontífice para marcar que "nunca" se le "pasó por la cabeza" renunciar.
Con información de Télam