El Gobierno de Afganistán prohibió a las mujeres el acceso a la universidad y tan solo un día después de la medida grupos armados se posicionaron en las puertas de las Casas de Altos Estudios en Kabul para impedir su ingreso.
En marzo, las autoridades del país musulmán habían expulsado a las adolescentes de la educación secundaria, lo que les alejaba de cualquier intento de acceder a la universidad. Pero el veto no había llegado a la enseñanza superior, lo que permitió a muchas mujeres anotarse hace menos de tres meses para rendir los exámenes de ingreso.
"Estamos condenadas. Lo hemos perdido todo", dijo una de las estudiantes mujeres que perdieron la posibilidad de acceder a la universidad. "No tenemos palabras para expresar nuestros sentimientos. Nos han quitado la esperanza. Han enterrado nuestros sueños", agregó Madina, otra estudiante.
Además de prohibir la educación, los talibanes también expulsaron a las mujeres de los puestos públicos, les prohibieron viajar sin un familiar varón y les impusieron el uso de la burka, la vestimenta que las cubre de cabeza a los pies y que solo deja ver sus ojos a través de una hendidura. El último veto había sido en noviembre pasado, cuando les prohibieron el ingreso a parques, ferias, gimnasios y baños públicos.
El líder supremo de los talibanes, Hibatullah Akhundzada, defiende una interpretación ultrarigurosa del islam, que se opone a la educación de las mujeres, lo cual choca contra algunos dirigentes talibanes que esperaban que el Gobierno fuera más tolerante.
La primera muestra de que se trata de un régimen tan conservador como el que gobernó entre 1996 y 2001, fue en marzo, cuando los talibanes impidieron a las adolescentes volver a las escuelas secundarias. Antes, los islamistas habían mantenido los institutos cerrados desde su llegada al poder con excusas como falta de fondos o la necesidad de reformular los programas educativos.
Desde entonces, muchas adolescentes se casaron, a menudo con hombres mayores elegidos por su padre. En medio de una crítica situación económica y con un veto educativo, las familias han priorizado asegurar el futuro de sus hijas a través de un matrimonio arreglado antes de que estén en sus casas desocupadas.