La idea de un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur lleva años rondando. Impulsado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, este proyecto busca crear una de las mayores zonas de libre comercio del mundo con 750 millones de habitantes y cerca de un cuarto del PBI mundial. En términos concretos, el acuerdo contempla la exportación masiva de productos manufacturados europeos a cambio de la importación de productos agrícolas, especialmente carne vacuna, desde los países del Mercosur. Aunque el texto fue acordado en 2019, no llegó a firmarse debido a negociaciones sobre un anexo y la resistencia dentro de Francia, uno de los países más poderosos del bloque europeo.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, no esconde sus críticas, como quedó demostrado el domingo pasado cuando, tras reunirse con Javier Milei en Buenos Aires, le ratificó a los medios franceses que no apoyará la firma final de un acuerdo entre los dos bloques regionales. El mandatario francés no cuestiona el fondo del proyecto, sino que reclama la necesidad de introducir modificaciones para garantizar el respeto de los Acuerdos de París sobre el clima y proteger la producción agrícola local, especialmente la de su país. Pese a ello, algunos de sus vecinos y líderes sudamericanos sostienen que las negociaciones, marcadas por una notable opacidad, avanzaron y apuntan a una probable firma en el G20 o en el próximo encuentro del Mercosur en diciembre. Por eso, las protestas ya comenzaron en territorio francés.
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Un sector agrícola en pie de guerra
Las versiones que hablan de una firma inminente fue percibida por el campo en Francia como una traición ya que el sector ya se había movilizado masivamente el año pasado para dejar en claro su rechazo. En enero pasado, productores rurales habían vuelto a bloquear rutas con manifestaciones y vertieron estiércol frente a edificios municipales. Denunciaban la precarización de sus condiciones de vida: según estudios oficiales, sus ingresos han caído un 40 % en 30 años. La protesta, liderada por el sindicato patronal FNSEA, alcanzó una magnitud inédita y obligó al gobierno de Macron a prometer nuevas subvenciones. No obstante, estas ayudas fueron consideradas insuficientes por el sector. Por eso, el temor a una ratificación del acuerdo UE-Mercosur volvió a encender el descontento.
La principal preocupación reside, según los productores, en la importación de carne producida bajo estándares menos estrictos que los europeos, lo que amenaza al mercado local. Desde América del Sur, en cambio, sostienen que el temor es al ingreso de carnes de igual o mejor calidad y más baratas. Se calcula que anualmente ingresarían más de 99.000 toneladas adicionales de carne vacuna sudamericana. Para Jérôme Bayle, líder del movimiento de enero, esto es inadmisible: “Firmar este acuerdo es aceptar que los franceses consuman productos que no nos permiten producir aquí desde hace más de 30 años”. Por su parte, 200 parlamentarios de izquierda firmaron un manifiesto en el que afirman: “Nos oponemos a abrir el mercado europeo al pollo tratado con antibióticos, a la carne de res producida en tierras deforestadas y al maíz con atrazina”.
En la última semana, las presiones al Gobierno francés se intensificaron. Todos los grandes sindicatos agrarios, como FNSEA, la Coordinación Rural y la Confederación Campesina, unieron fuerzas para exigir que Macron detenga la firma del acuerdo. Incluso prometieron movilizaciones masivas si no se frena el proceso. El domingo por la noche, por ejemplo, un convoy de tractores bloqueó una de las principales autopistas que conectan a París con el resto del país, mientras otros vehículos se apostaron frente a edificios municipales, donde quemaron madera o arrojaron estiércol.
Un gobierno acorralado
En este contexto, el gobierno francés enfrenta una situación complicada. Aunque insiste en su rechazo al acuerdo “tal como está redactado”, Macron corre el riesgo de enfrentarse a un movimiento muy popular. En su reciente encuentro con Javier Milei, el mandatario francés afirmó que “para la Argentina, el acuerdo UE-Mercosur sería muy perjudicial para su reindustrialización, y para nosotros, devastador para nuestra agricultura”. Sin embargo, asociaciones y sindicatos agrarios de izquierda consideraron que su oposición es insuficiente.
Por eso, unas 40 organizaciones firmaron un comunicado común para exigirle al Macron una “clarificación de la posición de Francia”. Le advirtieron que, si no se revoca el mandato actual de la Comisión Europea y no se forma un bloque de oposición sólido (posiblemente con Austria, Polonia y Países Bajos), el acuerdo será firmado. Le critican que las modificaciones propuestas en el último año no abordaron las cuestiones de fondo y sostienen que el acuerdo comercial plantea graves problemas en términos de clima, derechos humanos, deforestación, biodiversidad, empleo y justicia social.
Pero el temor a este nuevo movimiento de protestas no se limita a Francia. Las movilizaciones parecen estar ganando fuerza y podrían extenderse a toda Europa. La Copa-Cogeca, que representa a los principales sindicatos agrícolas europeos, instó a la Unión Europea a “revisar este proyecto” y a “defender una política comercial alineada con los altos estándares de nuestra agricultura”.