(Por María Soledad González) Ser maestras de educación especial no sólo es "una vocación" sino "una elección de vida" y un compromiso constante con el alumno o alumna, según reflexionaron Marcela, Paola y Alejandra, quienes siempre supieron que querían ejercer con la especialidad en personas con discapacidad visual, en la víspera del Día del Maestro.
Todos los días llegan a la escuela, en este caso el Centro Educativo Integral Nº 50 "San Juan Pablo II", de gestión pública, de la capital de Santiago del Estero, con el entusiasmo de no sólo brindar las herramientas para el aprendizaje, sino que "nosotros nos nutrimos de ellos", ya que, si bien "es un ida y vuelta, nosotros salimos ganando" con lo que los estudiantes brindan en cada clase, según dijeron las docentes en diálogo con Télam.
Al sur de la Capital santiagueña, llegan los niños, adolescentes, jóvenes y hasta adultos con sus bastones a esta escuela en donde son recibidos por los docentes, para luego ir a sus aulas en donde el aprendizaje es muy personalizado.
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Más allá de los contenidos pedagógicos también tiene áreas especiales como la de Orientación y Movilidad, que "es el uso del bastón y su independencia afuera", y el servicio de Rehabilitación y estimulación visual, en el cual se desarrollan actividades para desarrollar la visión.
Además está el área de Actividades de la vida diaria, "que tiene que ver con las habilidades sociales", mientras que finalmente cuentan con la Enseñanza de Braille, explicó Marcela Gerez.
Pero la tarea de estas maestras no termina en la institución educativa, sino que también "cuando tenemos niños o adolescentes que llegan con una baja visión, vemos que son niños que pueden estar en una escuela común, entonces los acompañamos a esa integración", indicó la docente.
"Trabajamos coordinadamente con la docente del aula, ya que en base a su planificación nosotras la adaptamos, por ejemplo, en áreas como Biología en caso de ser Secundaria o Ciencias Naturales en la primaria, tienen todo un esquema y nosotros pasamos todo a textura", expresó Marcela.
"Uno de los principales objetivos que perseguimos desde la escuela es brindar asistencia y rehabilitación a personas que tienen ceguera o baja visión, trabajamos en esa premisa para darles autonomía y que ellos sean personas independientes", comentó Alejandra Ayunta, quien es la vicedirectora de Centro Nº50.
A este centro educativo acuden desde bebés de 45 días hasta adultos mayores, "no tenemos un límite de edad, la escuela está estructurada como una escuela común, con cuatro horas", detalló Alejandra.
Paola Juárez Márquez, una de las maestras que dialogó con Télam, quien brinda el área de rehabilitación y estimulación visual, contó que "en estimulación trabajamos con los más chiquitos, incluso bebés, hasta los 8 años en donde se trabaja específicamente lo que necesita cada uno".
Mientras que en rehabilitación visual se avanza con niños desde los 8 años hasta adultos, en donde puede ser que algunos "hayan sufrido algún accidente o enfermedad como diabetes, por ejemplo, y ahí se les despierta una patología visual y en ese caso no se puede estimular porque el ojo ya ha llegado a su desarrollo, entonces se les ofrece ayuda ópticas, no ópticas o bien electrónicas para poder compensar esa deficiencia", añadió.
Paola se emociona cuando habla de sus alumnos, y recuerda a "una niña de 9 años, que llegó con su mamá del interior y nos decía que el diagnóstico era de ceguera, pero la mamá nos decía que su hija cuando va caminando, se le cruza el gato en el camino y ella lo esquivaba, entonces ella estaba sin entender".
"Los estudios oftalmológicos le indicaban que su hija era ciega", agrega Paola y entonces dijo que "empezamos a trabajar con ella y vemos que no era ciega, que es una niña que tiene un remanente visual, que es mínimo, pero totalmente aprovechable".
"Ella hoy nos reconoce, identifica los colores e incluso está identificando en fotografías elementos", sostuvo Paola emocionada ya que la niña "hace dos años que está aquí, ahora tiene 11 años, y se nota los avances".
Marcela no oculta su emoción al hablar sobre el rol de ser maestras de personas con discapacidad visual.
Es "una vocación, es una elección de vida", ya que "desde muy chica decidí ser maestra especial", afirmó.
"Una se potencia con ellos, uno se nutre de ellos, aprendemos de ellos, ya que a medida que uno va trabajando va conociendo, uno tiene la posibilidad de conversar con ellos porque este tipo de docencia es muy individual, porque conocemos sus particularidades, lo que les gusta y lo que no", remarcó.
"Uno no puede no involucrarse, hay un vínculo muy especial y sin dudas es una vocación y una elección de vida porque muchas veces se compromete en lo personal", añadió.
"Recibimos padres con un shock emocional muy fuerte donde nos tenemos que sentar y mostrarles un panorama mejor, porque todos vienen golpeaditos a nuestra escuela, uno pone mucho de uno tanto en lo pedagógico, en lo específico, como en lo emocional, para que salga adelante", puntualizó.
Es así que Paola, señaló que para ser maestra especial "se tiene ser respetuoso, porque si no somos respetuosos no podemos mirar al otro y después el poder observar y conocer porque todos ellos tienen sus potencialidades".
"SI nosotros no podemos mirar esa potencialidad no vamos a poder acompañarlos, porque lo que hacemos es acompañarlos para que se desarrollen y desenvuelvan", dijo y añadió que también ayudan a las familias para que también descubran las potencialidades de cada uno.
Tanto Paola como Marcela y Alejandra coinciden en remarcar que a veces las maestras cuando empiezan creen que van a ser las que brindan los conocimientos, cuando en realidad "somos nosotras las que aprendemos a la par de ellos" y "salimos ganando día a día".
Finalmente destacaron los avances que hubo en todos estos años, en donde la integración de los niños con discapacidad visual se hizo menos difícil, pero aún el gran sueño de ellas es "una sociedad más justa, que respeten estos derechos y que nuestros jóvenes una vez concluida la escolaridad tengan un lugar en el mundo laboral, que es una deuda pendiente que tiene la sociedad".
Cada 11 de septiembre se celebra en la Argentina el Día del Maestro, en conmemoración al fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, en 1888.
Con información de Télam