El exministro de Defensa Shigeru Ishiba se convirtió el viernes en el próximo primer ministro de Japón tras ganar una reñida contienda en su quinto y último intento de liderar el gobernante Partido Liberal Democrático.
Ishiba, de 67 años, se impuso a la nacionalista de línea dura Sanae Takaichi en una segunda vuelta en lo que fue una de las elecciones más impredecibles en décadas, con un récord de nueve candidatos.
El líder del PLD, que ha gobernado Japón durante casi toda la posguerra, tiene prácticamente asegurado convertirse en el próximo primer ministro gracias a su mayoría en el Parlamento.
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La pugna por sustituir al actual primer ministro, Fumio Kishida, se desencadenó en agosto, cuando anunció su intención de dimitir por una serie de escándalos que hundieron los índices de popularidad del partido hasta mínimos históricos.
"Debemos creer en el pueblo, decir la verdad con valentía y sinceridad y trabajar juntos para hacer de Japón un país seguro en el que todos puedan volver a vivir con una sonrisa", dijo un emocionado Ishiba en un breve discurso ante los parlamentarios tras el resultado.
Ishiba debe aplacar la ira en su país por el aumento del coste de la vida y navegar en un entorno de seguridad volátil en Asia oriental, alimentado por una China cada vez más asertiva y una Corea del Norte con armas nucleares.
Su enfoque de la diplomacia con el aliado más cercano de Japón, Estados Unidos, estará en el punto de mira, dado que ha pedido repetidamente una relación más equilibrada.
En su campaña, también abogó por la creación de una OTAN asiática, una idea que podría suscitar las iras de Pekín y que ya ha sido tachada de precipitada por un alto responsable estadounidense.
El embajador de Estados Unidos en Japón, Rahm Emanuel, felicitó a Ishiba en una publicación en la red social X en el que decía que esperaba trabajar con él para reforzar la alianza entre Estados Unidos y Japón.
Ishiba entró en el Parlamento en 1986 tras una corta carrera en la banca, pero sus opiniones francas le han granjeado enemigos en el PLD.
Fue marginado por el primer ministro saliente, Kishida, convirtiéndose en una voz disidente en el partido que gozaba de un amplio apoyo entre el público y los miembros de base.
Se ha rebelado contra políticas como el aumento del uso de la energía nuclear y ha criticado a su partido por no permitir que las parejas casadas utilicen apellidos separados.
Sus posturas contrarias y sus disputas con sus colegas contribuyeron al fracaso de cuatro candidaturas anteriores. Ha dicho que ésta era su "batalla final".
Con información de Reuters