Las escuelas de Gaza están en ruinas o se han convertido en refugios para familias desplazadas por una guerra que ha matado a decenas de miles de personas. Sin embargo, la maestra Israa Abu Mustafa se niega a que la muerte y la destrucción priven de educación a unos niños traumatizados.
Después de que un ataque aéreo israelí derribara un edificio de cuatro plantas en el que se encontraba su casa, Abu Mustafa instaló un aula sobre los escombros, bajo una tienda de campaña.
Su improvisada escuela es una de las pocas opciones que les quedan a los niños de su barrio.
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"Durante la guerra, teníamos que llenar galones de agua y recoger palos para leña. Entonces la señorita Israa nos encontró y nos trajo aquí para seguir aprendiendo", cuenta Hala Abu Mustafa, de 10 años.
El proyecto comenzó con 35 alumnos y ese número aumentó gradualmente hasta 70, desde preescolar hasta sexto curso, con edades comprendidas entre los 11 y los 12 años.
Desde que comenzó la guerra el 7 de octubre, las escuelas han sido bombardeadas o convertidas en refugios para desplazados, lo que ha dejado a los 625.000 niños en edad escolar que se calcula que hay en Gaza sin poder asistir a clase.
Según el Ministerio de Educación palestino, al menos 10.490 escolares y universitarios han muerto en la ofensiva israelí. También han muerto más de 500 profesores y educadores universitarios.
El conflicto estalló cuando el grupo miliciano palestino Hamás atacó el sur de Israel, matando a 1.200 personas y tomando como rehenes a más de 250, según los recuentos israelíes. Israel respondió con la campaña militar en Gaza, matando a más de 40.861 palestinos, según las autoridades sanitarias de Gaza.
Israel afirma que hace todo lo posible por evitar víctimas civiles y acusa a Hamás de utilizar escudos humanos y operar desde escuelas, acusación que el grupo niega.
Las lecciones de Abu Mustafa van más allá de un simple plan de estudios. Sus clases proporcionan una sensación de estructura y rutina en medio del caos.
La tienda de campaña dista mucho de ser un aula tradicional en la que los niños soñaban con estudiar algún día en el extranjero o convertirse en médicos e ingenieros que ayudaran a la población de Gaza, empobrecida y con una elevada tasa de desempleo mucho antes de que estallara la guerra.
"Necesitamos sillas y mesas para que los niños puedan aprender como es debido, en lugar de verse obligados a escribir en el suelo", afirma esta profesora de 29 años.
Con recursos limitados, Abu Mustafa imparte lecciones básicas que incluyen estudios religiosos, tratando de mantener a sus alumnos atentos a pesar de los incesantes bombardeos.
Gaza y Cisjordania, ocupada por Israel, tienen unos niveles de alfabetización internacionalmente altos, y el sistema educativo, con escasos recursos, era una rara fuente de esperanza y orgullo entre los palestinos.
"¿Cuál podría ser el deseo de los niños? Tienen derecho a aprender en un entorno seguro, tienen derecho a jugar en un lugar seguro, a no sentir ningún miedo", afirmó Abu Mustafa.
Con información de Reuters