Por la vegetación, el de Los Alerces "es un fuego bastante más complejo" que el del Nahuel Huapi

18 de febrero, 2024 | 13.13

Los incendios en los bosques cordilleranos tienen características distintas a los que se dan en otros tipos de ecosistemas por el tipo de vegetación que los conforma y la pérdida de masa boscosa tiene consecuencias negativas en el papel ecológico que cumplen, según investigadores del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma).

A diferencia de lo que sucede en el hemisferio norte, donde dominan los "bosques con bastante combustibilidad" que se queman y se renuevan cada 30 o 40 años, en la zona cordillerana "por lo general los incendios paran en los bosques altos, en el bosque de Lenga, en el bosque de Coihue", sostuvo en diálogo con Télam Juan Gowda, especialista en monitoreo y manejo de bosque nativo.

"Acá que lo mejor que nos podría pasar para no tener fuego sería tener la mayor cantidad de bosques altos, maduros, abiertos y sombríos, donde el fuego no puede escalar las copas", subrayó el investigador.

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Es que en la región andino-patagónica "lo que termina frenando por lo general los fuegos es que se les acaba el combustible. Llegan al alto andino o llegan a la lenga, si la lenga no está no está suficientemente seca, y frenan", explicó, y dijo que "la lenga es a la que más fe le tenemos como cortafuegos natural".

Por esto mismo, Gowda tiene la "esperanza" de que el incendio del brazo Tristeza en el Parque Nacional Nahuel Huapi, que comenzó el 5 de febrero y afectó a casi 630 hectáreas, "posiblemente se apague solo y va a ser un incendio que afecte relativamente poco".

En cambio, el que azota al Parque Nacional Los Alerces "es un fuego bastante más complejo".

"Una vez que ese incendio superó la barrera natural que encerró el cerro La Torta y los bosques altos, y entró en una zona donde hay mucho matorral y pastizal, se volvió un fuego muchísimo más complicado. Es un fuego que por más que le pongamos muchísimo esfuerzo, va a ser muy difícil de que se controle si no ayuda muchísimo el clima", avizoró.

En la zona cordillerana conviven "dos ecosistemas muy diferentes", explicó por su parte Thomas Kitzberger, biólogo especializado en Ambiente, Conservación y Sustentabilidad.

"Por un lado tenemos los bosques y por otro los matorrales. Y son como dos antípodas de una historia, porque los bosques en general están compuestos por árboles que no están adaptados al fuego. No tienen la capacidad de rebrotar después del incendio".

En cambio, "el matorral que es un sistema que le encanta el fuego porque tiene la capacidad de rebrotar y además es un sistema muy inflamable. Cuando se prende un fuego y llega al matorral, se propaga como yesca, y luego llega al bosque y el bosque está poco adaptado al fuego", sostuvo el investigador del Conicet.

Y explicó que "los matorrales funcionan como mechas que llevan el fuego hacia los bosques y los bosques no tienen la capacidad evolutiva de recuperarse después de ese incendio. Y entonces, como no se recuperan luego del incendio, se convierten en otros ecosistemas. ¿En qué ecosistema se convierten normalmente después de un incendio? En un matorral".

Entonces, siguió, "cuanto más incendios tenemos, más cantidad de matorrales tenemos. Cuanto más matorrales tenemos, más fuego tenemos. Cuanto más fuego tenemos, menos bosques tenemos".

Y las consecuencias se ven la disminución del "papel ecológico muy importante" que cumplen los bosques locales.

"Por ejemplo -graficó- la regulación hídrica, que es la capacidad que tiene un bosque de retener el agua para que no escurra rápidamente hacia las cuencas. La regulación climática, por supuesto: los bosques son grandes reservorios de dióxido de carbono; y la regulación de la erosión en las laderas de las montañas, cuando uno tala un bosque los suelos se pierden".

Con información de Télam