(Por Evangelina Bucari) En 2023 se concretaron en el país más de 800 adopciones y guardas preadoptivas, un número que impacta directamente en la vida de cientos de niños y adolescentes, aunque todavía hay 2.200 chicos y chicas que esperan que, esta vez, Papá Noel les cumpla su pedido especial.
Armar el arbolito, escribirle la cartita a Papá Noel, colgar luces y pedir deseos suele entusiasmar a la mayoría de las niñas y los niños. Pero ¿qué pasa cuando, además, la magia navideña llega con un derecho reparado y de la mano de una nueva familia?
Millie, Lucas y Nina (sus nombres fueron cambiados para preservar su identidad) van a pasar este año unas fiestas diferentes, rodeados de mucho amor. Forman parte de los 834 procesos adoptivos que se realizaron durante 2023 en todo el país.
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Según cifras de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (DNRUA), se concretaron 331 adopciones y se otorgaron 503 guardas preadoptivas, que es el paso previo.
La cifra ya venía en aumento y esta vez creció significativamente: si se toman los últimos cuatro años, la suba fue de casi un 70% respecto de 2019, cuando se habían dado 499 procesos en total.
Millie tiene 12 años y su hermano Lucas, 6. Dos días después de la Navidad de 2022, Cecilia Di Tirro (42 años) se enteró de que había sido elegida para convertirse en su futura mamá. Entre la feria judicial y el paso por entrevistas más exhaustivas, recién se conocieron el 21 de marzo. "Con la llegada del otoño", recuerda.
Desde fines de julio los tres viven en la ciudad de Buenos Aires y el 8 de diciembre armaron juntos el arbolito por primera vez. "Fue un momento muy lindo, significativo", relata Cecilia, que este año irá con sus dos hijos a pasar las fiestas a la Costa, como es la tradición de su familia. "Con hijos, todo se empieza a resignificar nuevamente. Hay mucha, mucha expectativa", cuenta la flamante mamá.
Cecilia había decidido formar una familia monoparental y encontró en la adopción su "plan A". Se anotó en 2018 para tomar las charlas obligatorias del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA) de la ciudad de Buenos Aires.
Fue tan impactante para ella que necesitó reflexionar sobre qué es lo que quería. "Una de las cosas que entendí es que el proceso de adopción tiene que ver con encontrar una familia para los chicos y cuáles eran las características de esos pibes que esperan", señala Cecilia, que es parte del colectivo #Militamos Adopción.
Toda esa información la hizo pensar y decidió "parar la pelota" y seguir investigando, hasta que volvió a inscribirse en 2021. En búsquedas internas para aspirantes que ya están inscriptos, empezó a conocer historias de grupos de hermanos, de chicos más grandes o con enfermedades tratables.
Al año, apareció la búsqueda de quienes hoy son sus hijos. "Eran dos hermanitos, en ese momento, de 11 y 5. Y lo vi, lo vi", describe Cecilia.
"El primer encuentro con ellos fue completamente superador de cualquier expectativa", reconoce. "Millie y Lucas me abrazaron y pude sentir que había una configuración que para mí fue muy impresionante. Me dijeron: 'Vos vas a ser nuestra mamá' y me hicieron miles y miles de preguntas", recuerda.
La vinculación empezó siendo dos veces por semana y muy rápidamente pasaron a tres. Empezaron las salidas, las charlas con Millie, los juegos con Lucas y los encuentros más largos, pero todo fue gradual hasta que fueron a conocer la que sería su futura casa. En junio ya se quedaron a dormir.
Para Cecilia, el arranque de la convivencia fue lo más complicado: "Yo vivía hace veintipico de años sola, con mis tiempos, con mis cosas, y de repente había juguetes y ropa tirados". Fue entonces una adaptación compartida. "Tuvimos que aprender a conocernos, a armar códigos en común y a crear nuestra nueva vida de a tres", explica sin simimular su gran alegría.
Nina tiene 9 años. Después de dos procesos excluyes (vinculaciones que no prosperaron) , va a pasar la Navidad con una mamá, un papá y una gran familia. Hace un mes y medio que vive con Karina (42) y Leandro Acosta (35) en su nueva casa en San Miguel del Monte.
El pequeño árbol navideño que la familia Acosta tenía guardado y que desde hacía tiempo no armaba volvió a brillar de mano de Nina. "Siempre pensé que cuando tuviese un hijo lo íbamos a armar juntos", detalla Karina y dice que fue "un momento muy lindo decorarlo y hacer la carta", porque quieren que la niña tenga "esa ilusión".
Hace unos meses, Karina y Leandro no imaginaban que iban a cerrar el año estrenando el título de mamá y papá. Tuvieron el alta definitiva como postulantes a adopción en La Plata en marzo y, a la semana, empezaron a recibir llamados de registros. Es que su disponibilidad adoptiva era amplia: "Nos inscribimos hasta dos chicos de 9 años y luego nos estiramos hasta de 11, porque sabíamos que había muchos un poquito más grandes esperando", explica Leandro.
La pareja venía hablando hacía mucho tiempo sobre la posibilidad de adoptar, pero pensaban que era un proceso largo y muy difícil. "Fue todo tan de golpe que no entendíamos nada", admite Karina.
Después de algunas entrevistas en las que fueron elegidos otros postulantes, cuando sonó el teléfono y, desde el Juzgado de Familia Nro. 2 de San Miguel, les contaron que buscaban familia para una niña de 9 años, Karina sintió "una corazonada" y dijo que sí, que aceptaban la reunión para conocer más sobre ella, si bien habían quedado con Leandro en esperar un tiempo porque estaban algo desanimados.
Las primeras entrevistas fueron virtuales. Ahí conocieron un poco sobre la historia de Nina, lo que le había pasado, sobre esas vinculaciones fallidas que tanto la habían lastimado, que tenía hermanitos que estaban en procesos adoptivos con otras familias. Y también un dato que no podían obviar: que vivía en un hogar a 300 kilómetros de la casa de ellos y que eso iba a demandar un gran esfuerzo para poder visitarla y conocerse.
Tras sortear varias entrevistas, en julio, unos días antes de la feria judicial, fueron a un encuentro presencial con el equipo técnico en San Miguel. A las pocas horas, desde el juzgado se comunicaron para darles la gran noticia: Karina y Leandro eran los elegidos.
En agosto, conocieron a su futura hija. Los nervios de esos 300 kilómetros fueron enormes. "Tenemos un autito y lo único que pedíamos era que no nos falle, y llegó siempre", cuenta Karina, que sonríe todo el tiempo.
Ya en el hogar donde vivía Nina, a los pocos minutos los presentaron. "Habíamos llevado el Juego de la Oca para interactuar, preparamos una merienda y ella sola empezó a charlar, nos ayudó. Ella hizo todo", recuerda Leandro, que confiesa que estaba muy nervioso. Así, entre juegos y visitas, en poco tiempo la relación se fue consolidando. El proceso de vinculación fue rápido. La iban a buscar los viernes y la llevaban los martes. Así hasta que les otorgaron la guarda.
"Es muy alegre, es un amor, le gusta bailar, nunca vi una nena que baile tanto", cuenta, orgullosa, Karina. Reconoce que ahora lo más difícil es poner límites y que la pequeña entienda que, "pase lo que pase", van a estar juntos.
"Sabemos que pude haber momentos difíciles o que surjan frases como 'vos no sos mi mamá', pero sabemos que es parte del proceso", señala.
También formaron una gran familia con las otras personas que adoptaron a los hermanos de Nina, que son seis en total. Se juntan, se brindan apoyo y dan consejos. "Hace dos semanas fuimos al bautismo de dos de sus hermanitos", dice Leandro.
Como a muchos chicos que atravesaron experiencias traumáticas, a Nina le cuesta dormir a la noche, tiene miedos y enojos. Pero esta vez hay una mamá y un papá que prometen acompañarla en cada paso y ayudarla a volver a confiar.
"Ella nos dijo que Papá Noel no existe, pero quería armar el árbol, hizo la carta y quiere creer. Lo mismo había pasado con el Ratón Pérez, porque decía que no le traía nada, pero hace unos días, cuando se le cayó un diente y vino, estaba recontenta", concluye su papá.
Con información de Télam