Por Celeste Adamoli, directora de Educación para los Derechos Humanos, Género y ESI del Ministerio de Educación de la Nación.
En el año 2006, en el marco de una agenda de ampliación de derechos y luego de una serie de debates, se sancionó la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) N° 26.150 y se creó, en el ámbito del Ministerio de Educación el Programa Nacional de ESI. A partir de esta ley, que se relaciona con un conjunto de normativas nacionales e internacionales a las que Argentina suscribe y promueve, se comienza a desarrollar una política pública sostenida de Educación Sexual Integral que busca ampliar los derechos de niñas, niños y adolescentes a lo largo y a lo ancho de nuestro país.
La ESI tiene distintas aristas, que en estos 17 años, han logrado revitalizar a la escuela con nuevas preguntas y aprendizajes que nos plantean grandes desafíos en las formas de vincularnos y pensar la vida en común.
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Se trata de un espacio sistemático y transversal de enseñanza y aprendizaje, que se desarrolla a partir de contenidos científicos y socialmente significativos, desde una perspectiva integral y atendiendo a los desafíos del tiempo presente. Incluye el abordaje tanto de aspectos biológicos, como psicológicos, sociales y afectivos. Sus contenidos están establecidos en los lineamientos curriculares aprobados por el Consejo Federal de Educación y tienen una especificidad para cada nivel educativo.
El enfoque de la ESI resultó novedoso, entre otras cosas, porque propuso abordar de manera integral y transversal la sexualidad en la escuela. En este sentido, la perspectiva de género y de derechos atraviesa los contenidos escolares, visualiza desigualdades y vulneraciones y contribuye a prevenir y erradicar las violencias de todo tipo.
La ESI promueve la igualdad en la diferencia y el respeto entre las personas. Es en sí misma una herramienta para trabajar en la construcción de vínculos y lazos sociales libres de violencias y discriminación, más igualitarios y respetuosos de las diversidades aportando a la construcción de sociedades más igualitarias y libres.
La ESI también es, y ha sido, un aporte central para la reducción de los embarazos no intencionales en la adolescencia, al igual que para la prevención de las violencias por motivos de género y denuncias de abusos sexuales. En este sentido, las políticas públicas se entrelazan en un trabajo intersectorial con otras áreas del Estado, a nivel nacional, jurisdiccional y local, como Salud, Mujeres, Géneros y Diversidad y áreas de protección de niñez como la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF).
Además, la ESI es una construcción colectiva, entendiendo que resulta fundamental la colaboración y el diálogo en las escuelas, las familias y la comunidad para garantizar este derecho de niños, niñas y adolescentes.
La ESI se ha ido actualizando con cada una de las conquistas sociales, traducidas en leyes, que nuestro país ha conseguido. Las leyes que vinieron después, como la ley de identidad de género, matrimonio igualitario, educar en igualdad, entre otras, nos permiten observar la integralidad de la ESI y la necesidad de renovar la información. En estos últimos años de gestión, hemos fortalecido el trabajo articulado con todos los Ministerios de Educación jurisdiccionales, renovado los materiales educativos y ampliado los espacios de formación docente para que la ESI se implemente en las instituciones educativas con propuestas renovadas y actualizadas.
A 17 años de la sanción de la Ley, en nuestro país hay un enorme camino transitado a partir del desarrollo de políticas públicas y del compromiso de las escuelas y sus docentes para su efectiva implementación. Sabemos que aún tenemos desafíos por delante, como disminuir la disparidad de implementación y trabajar con las resistencias que aún persisten, pero no queremos dejar de subrayar los avances y transformaciones que la ESI ha aportado para la sociedad argentina y en especial en la construcción de nuevas ciudadanías democráticas.
Con información de Télam