Con lentejuelas y repiques, murgas independientes participarán en corsos a pura "alegría y rebelión"

02 de febrero, 2024 | 14.08

(Por Agustina Ramos) Tejen las últimas lentejuelas, agregan flecos en las galeras y apliques en la levita o la prenda que más los represente, ensamblan los "toques" del bombo y el platillo con los pasos de baile y definen el mensaje que quieren brindar en la seguidilla de corsos que desde este fin de semana protagonizarán murgueros independientes de Ciudad de Buenos Aires y conurbano bonaerense donde aseguran que reinará "la alegría y rebelión".

"El carnaval no es una alegría ingenua. Es un festejo milenario donde uno de los puntos en común es que se unen todas las clases sociales: no hay dioses, jefes ni reyes. Es la unión de la diversidad pero con sabor a rebelión. El carnaval es eso: alegría y rebelión", expresó, en diálogo con Télam, Pablo "Pela" Sequeira, uno de los integrantes de la murga Mala Yunta del barrio porteño de Floresta.

Mala Yunta nació el 8 de marzo de 1996 y en sus comienzos fue una murga itinerante debido a las denuncias por "ruidos molestos" que llevaron a sus integrantes a trasladarla de barrio en barrio hasta que en 1997 se afianzaron en Floresta, luego de que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires declarara a las murgas Patrimonio Cultural.

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Los viernes ensayan en la "Plaza Banderín", nombre que usan las y los vecinos del barrio para llamar al espacio verde ubicado en Camarones y Chivilcoy donde antiguamente existía un potrero en el que entrenaba el equipo de fútbol amateur Banderín, y durante la última dictadura se inauguró la "Plaza Ciudad de Udine".

Si bien los corsos se realizan desde 1869 en la ciudad, la particularidad de Mala Yunta es que fue "la primera murga autogestiva del país", aseguran sus participantes.

"A fines de la década del '90 se consiguió un subsidio del gobierno de la Ciudad para poder ayudar al crecimiento de las murgas. Si bien recibimos el subsidio nunca hicimos corso con el circuito porteño porque teníamos mucha relación con las murgas del interior. Apadrinamos y fundamos murgas en distintos lugares, como en Rosario y Mendoza", compartió Sequeira.

En este sentido, explicó que con la plata del subsidio pagaban micros a las murgas del Gran Buenos Aires que no tenían financiación en esa época y fomentaban, así, las murgas autogestivas e independientes.

En el contexto de crisis económica y social de principios de los 2000 en Argentina, las comparsas murgueras se unieron al ruido de las cacerolas, con incluso un "Carnaval de la Protesta" que tuvo lugar en 2002 organizado por agrupaciones barriales y murgueras en Liniers.

"En marzo del 2002, ante la crisis que había, el gobierno porteño propuso achicar el presupuesto a las murgas", sostuvo Sequeira, y en el 2003, cuando por primera vez las murgas desfilaron ante un jurado que evaluó su desarrollo técnico y artístico, Mala Yunta decidió "correrse definitivamente" de este proceso.

Así comenzó un movimiento paralelo al circuito de corsos porteño, con presencia en el AMBA, que se conformó primero como la agrupación de Murgas Independientes del Oeste (MIO) y luego pasó a llamarse Murgas Independientes y Autogestivas, conformada actualmente por trece murgas.

Para la nueva época de corsos, que se desarrolla desde este sábado 2 hasta el 25 de febrero, las murgas autogestivas se preparan poniendo a punto sus vestuarios e instrumentos, mientras confeccionan canciones con letras que denuncian problemas políticos y sociales y reivindican la alegría.

Anabel Mendicino, conocida por sus pares como "Pico", es una mujer de 36 años que no viene de familia murguera, pero gestó una junto a su compañero y su hijo de dos años, y desde hace 17 años forma parte de Cosa E' Mandinga, una murga independiente de la localidad bonaerense de Haedo.

"Nuestras primeras experiencias de organización de corsos barriales fue solicitando recursos al municipio, lo que generó que pidieran a cambio participación política. Desde entonces, la murga comenzó a hacerse de sus propios recursos para que el carnaval sea autogestionado sin depender de nada del gobierno de turno. Trabajamos sin directores, con organización horizontal y asamblearia", compartió "Pico".

Entre otras diferencias, las murgas independientes suman otros instrumentos al clásico bombo y platillo, como surdos, repiques, trompetas, saxos, guitarras o teclados, y tienen un vestuario flexible, en el que cada integrante confecciona el traje que quiere y puede tener.

"No queremos tener que cumplir ciertas normas para poder hacer murga. Nos parece excluyente y elitista. Si estoy armando una murga en un territorio con derechos vulnerados no puedo pedirle a los pibes que vengan todos con zapatillas blancas, cierta calidad de apliques, el traje de tal y tal forma", explicó Rocío de Rosa, quien desde los seis años participa en la murga Herederes de La Locura del Bajo Flores.

Desde el carnaval de la época de Juan Manuel de Rosas de orígenes marcadamente afros y también criollos, prohibido en 1844 y restablecido en 1869 en Buenos Aires bajo el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento, pasando por distintas épocas de restricciones, siendo la última la prohibición del feriado de carnaval con el decreto 21.329 de la última dictadura militar hasta su reincorporación en 2010, las murgas estuvieron ligadas a la protesta social.

"Somos actores sociales. Nuestros corsos tienen un carácter de fuerza, resistencia. De hecho, el carnaval y la murga que no critica, para nosotros no es murga, esté el gobierno que esté", sostuvo Sequeira, cuya murga acompañó los escraches de la agrupación H.I.J.O.S y las protestas que surgieron luego de la Masacre de Floresta, donde "un policía mató a tres pibes", entre otras demandas.

Las murgas tienen un anclaje barrial que se expresa en la identidad que pregonan y en la espera del inicio de los corsos de parte de las y los vecinos.

Para Leandro Risoli, integrante de Les Compadrites de Barracas, murga independiente de la Villa 21-24, la murga es "una herramienta artística de transformación social, de criticar y plantar postura política desde las voces de los pibes del barrio y de los laburantes".

"La murga sirve de contención y estimulación a muchos pibes del barrio que encuentran en ella un espacio donde crear y contenerse, muchas veces en situaciones en las que podrían estar bardeando en cualquier esquina", concluyó.

Con información de Télam