Instantes después de que un misil ruso se estrellara contra el hospital de Kiev en el que atendían a su hijo, Svitlana Kravchenko se apresuró a cubrir al bebé de dos meses con un paño para mantener libres sus vías respiratorias.
"Oímos la explosión y nos llovieron los escombros", recordaba esta mujer de 33 años tras salir del refugio antiaéreo del hospital, con la voz temblorosa por el miedo y la adrenalina.
El lunes por la tarde, los equipos de rescate seguían buscando entre los restos del ataque contra el mayor hospital infantil de Ucrania, que se produjo en medio de una serie de ataques con misiles en todo el país que causaron al menos 29 muertos y decenas de heridos.
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El ejército ruso está llevando a cabo una campaña aérea contra las infraestructuras críticas de Ucrania mientras sus fuerzas terrestres avanzan a lo largo de la línea del frente de su invasión, que dura ya 28 meses.
El presidente Volodímir Zelenski dijo que Rusia disparó más de 40 misiles dirigidos contra distintas ciudades y que dañaron infraestructuras y edificios comerciales y residenciales.
El Ministerio de Defensa de Moscú afirmó que había atacado objetivos de la industria de defensa y bases aéreas.
En el hospital de Kiev, la doctora Yevhenia Rojvarg describió una explosión "extremadamente potente" que destrozó el edificio del centro, donde el alcalde Vitali Klitschko dijo que había 16 heridos.
"Volaron ventanas y puertas, cayeron muebles", explicó.
Tras el ataque, cientos de vecinos acudieron al hospital ofreciendo agua y ayuda.
Una mujer lloraba ante la puerta principal, preocupada por un familiar que había estado dentro.
Con su hijo en brazos, Kravchenko y su marido, Volodímir, contemplaban la destrucción. Su automóvil había quedado sepultado bajo los escombros, pero la joven familia se consideraba afortunada, ya que han sobrevivido con solo algunos cortes leves.
Rojvarg, especialista en toxicología de 55 años, dijo que todos sus colegas inmediatos estaban vivos, pero que no estaba segura de la suerte de los que pudieran haber quedado en los pisos superiores.
Cuando se le preguntó si sentía rabia, dijo que no.
"Tal vez agotamiento. Y una tristeza muy profunda", dijo. "Solo deseo que esto no hubiera ocurrido".
(Escrito por Dan Peleschuk; editado por Ros Russell; editado en español por Javi West Larrañaga)