Los restos de la beata santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, recibieron "un entierro sencillo, de pobre" y ahora descansan en un altar dentro de la Basílica Nuestra Señora de la Piedad, ubicada en el barrio porteño de Balvanera, donde "cada vez más gente empezó a venir a verla", dijo hoy el párroco de esa iglesia, Raúl Laurencena.
Mama Antula nació en Silipica, provincia de Santiago del Estero en 1730, se consagró como beata a los 15 años y cuando fueron expulsados los jesuitas del entonces Virreinato del Río de la Plata, "ella se puso al hombro la actividad y organizó ejercicios espirituales junto a otros sacerdotes y laicos", explicó a Télam Laurencena.
La beata, que llegó a Buenos Aires por un camino que ahora conforma la Avenida Rivadavia y que entonces era la ruta de esa época, se encontraba "sucia y con el hábito negro que le había entregado un jesuita", por lo que es tratada "de loca, bruja y es apedreada" durante su llegada.
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A partir de este incidente, Mama Antula se refugió en la otrora capilla colonial de la Piedad -una de las primeras parroquias construidas en Buenos Aires- ubicada donde actualmente se emplaza la Basílica Nuestra Señora de la Piedad, en la calle Bartolomé Mitre 1523.
"En su testamento está escrito, y se conserva original, que ella quiere ser enterrada en el campo santo de la piedad. Después, cuando se hace la basílica actual, cuenta la historia que no encontraban el lugar de sus restos porque ella pidió que fuera un entierro sencillo, de pobre", contó Laurencena.
Sin embargo, "las hermanas le pusieron un ornamento sobre los restos, para reconocerla, y rescatar sus restos".
Un altar con la figura de Mama Antula se yergue en el lado derecho de la basílica -que cuenta con registros parroquiales desde 1769- junto a una puerta con cinco vitrales colocados por sus descendientes, que representan el legado de la beata.
"Arriba de todo está el primer milagro que se aprobó. En el segundo, está ella con la cruz y el libro de ejercicios espirituales. Luego, lo que ella logró con estos ejercicios espirituales de que las señoras vinieran a cocinar y servir a los esclavos", enumeró Laurencena.
"Después, la imagen recogiendo oraciones para los ejercicios espirituales, y finalmente la imagen de San Cayetano, que fue ella quien trajo su devoción", añadió.
El párroco, quien señaló que desconocía la historia de Mama Antula antes de su llegada a la basílica, en 2014, sostuvo que fue "una mujer increíble, con su fe y confianza en la providencia, es un modelo de mujer convencida y fuerte para copiar su amor a dios y su servicio a los demás, especialmente a los más pobres".
También indicó que su tarea con los "ejercicios espirituales" le representó "una fortaleza interior para enfrentar una vida compleja y difícil, como la que estamos viviendo ahora en Argentina".
Por este motivo, destacó que su figura "va a ser un empuje para los argentinos".
En octubre de 2014 la entonces Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, declaró a la tumba de Mama Antula como Sepulcro Histórico Nacional.
Si bien su legado aún "no es tan conocido", con este primer reconocimiento "cada vez más gente empezó a venir a verla. Es frecuente que le traigan flores, velitas, y esto ha sido creciente".
De este modo, con la beatificación del Vaticano "supongo que ahora será cada vez más la gente" que la visite, sostuvo Laurencena.
Omar Villalba, que trabaja en la seguridad de la basílica desde hace siete años, contó sobre Mama Antula que "cuando vino a Buenos Aires la trataron de loca, y la piedad le abrió las puertas. Por eso ella decidió que sus restos descansaran acá".
Finalmente, se refirió sobre el camino que recorrió desde Córdoba. "Tardó mucho en llegar, dice la leyenda que se le cruzó un puma y no le hizo nada, estamos hablando hace más de 200 años años, ni siquiera había zapatillas", explicó.
Con información de Télam