(Por Ornella Rapallini, corresponsalía itinerante Sector Antártico Argentino) Afrontar nuevos desafíos profesionales, compartir conocimientos adquiridos en destinos previos, aprender cosas nuevas y estrechar lazos de amistad son denominadores comunes del entusiasmo, el esfuerzo y las expectativas que manifiestan un observador meteorológico, una enfermera, una encargada de gestión ambiental y dos integrantes de patrulla de rescate frente a la primera invernada que iniciaron en el continente blanco, donde llegaron en el marco de la Campaña Antártica de Verano (CAV).
Claudio Orlando Ochoa tiene 37 años y nació en la localidad jujeña de Palpalá, ubicada a diez kilómetros de la capital, de donde se fue a los 21.
Su especialidad en la Fuerza Aérea es la meteorología y depende también del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), cuando egresó fue destinado a Buenos Aires, luego al Chaco y más tarde a Córdoba.
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"Voy a la Antártida como observador meteorológico y, en mi tiempo libre, aportaré actividades en la escuela como docente de educación física", dijo a Télam Ochoa, quien invernará por primera vez en la Antártida en Base Esperanza, la única donde viven familias.
Cuando estuvo destinado en Chaco, Ochoa también hacía el pronóstico para el noreste del país, al igual que en Córdoba, donde realizó pronósticos para el centro argentino.
"Mi expectativa es brindar todos los conocimientos que adquirí donde estuve destinado. Además, en la escuela, voy a colaborar en lo que pueda porque me gusta enseñar. También trabajé en clubes deportivos con los chicos", añadió.
El docente se lleva material como payasos dibujados en afiches, pelotas de plástico, conos, aros para practicar la destreza motriz, sobre todo de los más chicos.
"Lo que me entusiasma es conocer la Antártida, tener ese privilegio que no todos tienen. Estoy contento porque voy a cumplir lo que siempre quise y voy a dar todo de mí", concluyó.
Oriunda de Moreno, provincia de Buenos Aires, Jéssica Ailen Guggisberg tiene 32 años, es enfermera de la Fuerza Aérea e invernará por primera vez en la Base Orcadas.
En su caso, tuvo una experiencia anterior que le permitió conocer la Antártida en una campaña de verano como enfermera en la Base Marambio.
"Después de la experiencia me dieron ganas de invernar. Mi papá, mi mamá y mis dos hermanos, que son más chicos, y mi sobrinita, me apoyaron, porque apoyan todas mis metas, pero me dijeron que iba a ser duro", dijo Guggisberg a Télam.
Y añadió: "Mi padre era suboficial mayor de Fuerza Aérea y ya se retiró. Cuando recién empecé le dije que quería entrar a la fuerza. Primero, él no quería, era otra época y me decía que la Fuerza Aérea no era para la mujer, pero insistí y acá estoy".
La enfermera trabajará junto a una médica cirujana militar de Ejército.
"Para mí es una nueva experiencia profesional y personal porque significa salir del ámbito del hospital y trabajar en el terreno. El año pasado el Ministerio de Salud donó equipamiento aunque no tenemos la complejidad de un hospital del continente", explicó.
Y concluyó: "Mi meta es poder finalizar la campaña con toda mi dotación sin reportar enfermedades. Y eso también se realiza con prevención, con protecciones al momento de trabajar porque lo que más se producen son traumatismos".
A su lado, la suboficial auxiliar Yanina Flores Marín, de 35 años, contó que "hace cinco años me venía inscribiendo para ir a la Antártida".
Oriunda del pueblo salteño de Del Carril, Marín se fue de su Salta natal a la localidad bonaerense de El Palomar a los 18 años para iniciar su carrera.
Su familia está compuesta por su madre, padre y hermana, pero en la Antártida, destacó que también serán "una pequeña familia durante el año" y agregó que con sus compañeros de campaña se conocieron en el curso de preparación.
"Pongo todas mis fichas en este grupo porque la verdad es que nos llevamos súper bien todos", dijo.
Ahora, como encargada de medio ambiente, será responsable de la gestión de residuos en la Base Orcadas.
"No conozco ningún tipo de animal más grande que un perro, para mí es todo nuevo, estoy súper entusiasmada por conocer, ver, y aprender", concluyó.
Nacido en la capital de la misma provincia del norte del país bicontinental, el sargento primero del Ejército, Walter López (40) se fue a los 21 años de su hogar y realizó toda su carrera en el destino Puerto Deseado, Santa Cruz, donde permaneció 16 años y formó su familia con sus dos hijos.
"Cuando me salió el destino en la Antártida primero consulté con la madre de mis hijos, de quien estoy separado, y me dijo que hable con ellos. Les expliqué que era un año de curso y un año en la Antártida y sus palabras textuales fueron que 'lo puedo hacer tranquilamente y que yo seré su padre estando en la Antártida o donde sea. Me dieron todo su apoyo y hablamos todos los días", contó López, quien será encargado de una patrulla de rescate, navegación y terrestre en la Base Orcadas, un lugar donde en invierno es posible caminar sobre el mar congelado.
"La motivación, profesionalmente, la tengo hace muchos años y se dio ahora. Mi papá era militar y músico del Ejército. Él no quería que entre a la fuerza, somos nueve hermanos y tres somos de Ejército. Mi hermano mayor invernó en Esperanza, me había contado su experiencia y quería que viniera hace un montón".
Sobre su cargo en la Antártida, contó que trabajará junto al suboficial primero buzo salvamentista de la Armada, Martín Pacheco, quien tiene en su haber seis campañas de verano en distintas bases, pero que invernará, como él, por primera vez en las Orcadas.
Pacheco, casado con tres hijas de 22, 20 y 3 años, contó a Télam que lo apoyan.
"Ellas ven que siempre estoy muy emocionado cuando salgo de comisión y me encanta. Llega un momento que te agarra una pasión por venir a la Antártida, mucho entusiasmo. Voy a seguir aprendiendo en el trabajo conjunto con Walter", explicó.
"Se armó un grupo hermoso. Vamos a afrontar el desafío, hay vidas de por medio en la patrulla, hay que poner todo de uno en este año de campaña", concluyó.
Con información de Télam