La bióloga de la Universidad Nacional de La Plata, Rocío Nigro, que realiza su quinta campaña antártica de verano en la base argentina Esperanza como jefa científica dijo hoy que "la mayor colonia de pingüinos Adelia de las bases argentinas está en Esperanza".
"En esta base la colonia de pingüinos está alrededor, pegada, pero también se extiende hasta 3 km más", agregó Nigro, que se encuentra en esta base, junto a otros científicos, desde noviembre.
Para estudiar a los pingüinos caminan unos 5 km sobre un terreno complejo debido a la existencia de piedras filosas y nieve.
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"Lo que más nos limita acá es el viento, que en verano puede llegar a ráfagas de 100 km/h, y no te podés mantener en pie afuera", detalló.
El último censo que se hizo en Esperanza fue hace más de 10 años y habían contado alrededor de 104 mil parejas reproductivas de pingüinos Adelia, precisó la científica.
Entre los monitoreos que realiza está el reproductivo y el de "GPS", un pequeño aparato que les colocan a los pingüinos en la espalda por cinco días para registrar el circuito que realizan cuando nadan y buscan alimento.
Los pingüinos Adelia se alimentan únicamente de krill y los Papúa - que también se encuentran en la zona en menor medida- de peces, crustáceos y pulpos.
Desde noviembre, en Esperanza también se encuentran trabajando otros dos grupos de científicos que estarán realizando actividades de investigación este verano.
Entre ellos, "fisiología de pingüinos", en el que miden parámetros hematológicos para evaluar el impacto del cambio climático global y de las actividades antrópicas, sobre parámetros fisiológicos de los pingüinos antárticos Papúa y Adelia; y el grupo "Skuas", que estudia cómo evoluciona el comportamiento, estado fisiológico y dieta de las parejas de skuas pardos y polares que reproducen en la zona de la bahía Esperanza, con el que ayudan a entender cómo funcionan los frágiles ecosistemas antárticos.
"La fisiología de las aves es importante en todos los ambientes porque es un sistema de alerta temprana de cualquier efecto de un impacto natural o antrópico", dijo a Télam María Laura Agüero, de Puerto Madryn, Chubut, quien integra el grupo "fisiología de pingüinos" y Cesimar (Centro para el estudio de sistemas marinos), del Conicet.
"Solo en verano se pueden estudiar los pingüinos porque en septiembre empiezan a llegar los adultos para hacer los nidos y empieza la época reproductora. Y, para febrero o marzo, empiezan a irse de la zona de la base", explicó Guerrero Martins.
Ambas toman muestras cerca de la base, por la antropización que tiene, y después a tres km, donde hay menos impacto humano.
Los skúas son aves predadores de huevos y pichones de otras aves, entre ellas, pingüinos, petreles y gaviotines; y en invierno se vuelven más carroñeros.
En la base, los skúas están dispersos en toda la zona que no está ocupada por el glaciar y "no hacen colonia", contó a Télam el biólogo Diego Torres, que trabaja en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata con Ecología de Aves y transita su décima campaña de verano estudiándolos.
"Los skúas, como la mayoría de las aves marinas y antárticas, son fieles a la pareja y al lugar", completó el científico, algo que comprobaron porque a algunas parejas les colocan anillos.
De las aves, también toman muestras y evalúan, entre otras cosas, comportamiento, salud y dieta.
A su lado, Aylén De Prinzio (28) de Mar del Plata, licenciada y profesora en Ciencias Biológicas y becaria doctoral del Conicet, realiza su primera campaña antártica de verano.
"Es importante el conocimiento -sobre la fauna- para que la Antártida se conserve lo más prístina posible en las futuras generaciones. Son ecosistemas muy frágiles, pero también increíbles", concluyó.
Con información de Télam