Los ganaderos bolivianos Elizabeth y Edwin Churata están aprendiendo a sobrevivir en un clima más seco y caluroso. Han adaptado nuevas técnicas de almacenamiento de agua a medida que sus estanques tradicionales se secan y han cambiado la forma de crear alimento para su ganado vacuno y ovino.
Tuvieron que aprender rápido. En los últimos años, su granja, situada en el altiplano de Oruro, se ha visto golpeada por una serie de fenómenos climáticos conocidos como La Niña y, más recientemente, El Niño, el más fuerte de los últimos 20 años.
El Niño trajo consigo menos precipitaciones y temperaturas más altas, secando los cultivos de forrajes de los alrededores de Oruro, lo que provocó la pérdida de alrededor de la mitad del ganado de la región. A medida que el clima local se ha calentado durante décadas, los ríos y lagos también se han reducido.
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"Por el momento no hay agua, porque el río Desaguadero ha disminuido de gran manera. Es el que nos proporciona el agua y aquí, si excavamos, el agua es salada", dijo Edwin Churata a Reuters en la granja con ovejas pastando detrás de él.
"Vivimos del agua del Desaguadero y de la lluvia", señaló.
El altiplano boliviano es una región clave para el ganado vacuno y ovino, así como para cultivos como la quinoa, la cebada y la patata. Y su desafío refleja otros más amplios para los agricultores de Sudamérica, que se enfrentan a sequías e inundaciones a medida que el clima se vuelve más extremo.
Bolivia también ha visto disminuir el caudal de grandes lagos, como el gigantesco Titicaca, el lago Poopó y el Uru Uru, importantes reservas de agua para agricultores como Elizabeth y Edwin.
Muchos agricultores de la región se han resistido durante años a cambiar sus prácticas ancestrales de cultivo. Muchos siembran con las primeras heladas, dependen de las hierbas silvestres para alimentar a sus animales, queman los tallos de hierba y rezan para que haga buen tiempo.
Pero bajo presión muchos se están adaptando, con programas de formación para agricultores a cargo de organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que enseñan a construir depósitos de agua con armazones de alambre y tela impermeable.
Las cañas de hierba que antes se quemaban ahora se mezclan con paja silvestre, harina y azúcar moreno, que pueden almacenarse durante meses hasta el invierno, ayudando a sobrevivir a más animales de granja.
"En Bolivia y en especial en este lugar, en la comunidad, hemos sido muy tradicionalistas en cuanto a la conservación de forraje del ganado. Hemos sido muy tradicionales", afirma Efraín Apaza, agricultor de la cercana localidad de El Choro.
"Pero nos hemos visto obligados a tener una nueva actitud de pensamiento para afrontarlo", explicó.
Mario Lubetkin, representante regional de la FAO, afirmó que la región se enfrenta a una confluencia de factores que pueden afectar al cultivo de alimentos, con un aumento de los costes ligado a las incertidumbres globales y a los efectos del cambio climático.
"Los elementos que estaban apareciendo son la combinación perfecta para el desastre: cambio climático… Covid y post-Covid, la guerra, los efectos de la guerra", señaló y agregó que "el histórico escenario de fragilidad socioeconómica que tiene la región en su conjunto no ayuda a un escenario de lucha contra el hambre y la malnutrición”.
Con información de Reuters