Por María Roca, Dra. en Psicología, coordinadora científica de Fundación INECO ( Instituto de Neurología Cognitiva) y directora de INECO Organizaciones.
Cada 21 de enero, desde 1986, se celebra en distintos lugares del mundo el Día Internacional del Abrazo. Esta fecha tiene como objetivo fomentar la expresión pública del afecto, alentando a las personas a abrazar a sus seres queridos, para promover una buena salud emocional.
Pero, ¿realmente tiene beneficios abrazar a otros? ¿Qué nos dice la ciencia sobre los efectos positivos de rodear a alguien con los brazos como muestra de cariño?.
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En primer lugar, es importante señalar que el abrazo es solo una de las muchas formas de expresar afecto físico que existen. Además de abrazarnos, podemos demostrar nuestro cariño tomándonos de las manos, acariciándonos o dando golpecitos amistosos en el hombro. Todas estas acciones se engloban dentro de lo que se llama "tacto social" o "tacto afectivo", que hace referencia a las diferentes formas de tocarnos con un significado justamente social o afectivo.
El tacto es nuestro sentido más antiguo y el primero en desarrollarse, permitiéndonos percibir las cualidades de los objetos a través de la piel. Desde el útero materno, el feto experimenta el tacto al estar suspendido en el líquido amniótico y percibir los movimientos de la pared abdominal de su madre.
Múltiples estudios han atribuido al tacto social o afectivo una función positiva. Distintas investigaciones han demostrado que el contacto físico, a través de las conductas anteriormente mencionadas, puede disminuir la presión arterial y la frecuencia cardíaca, reducir las hormonas del estrés, como el cortisol, y aumentar los niveles de oxitocina, conocida como la "hormona del amor".
En línea con esto, se han utilizado intervenciones que involucran el contacto físico en el ámbito de la salud y la crianza (Gothard, 2022; Phelan, 2009; Field, 2010; Anderson and Taylor, 2011). Además, hay evidencia de que el contacto físico puede fomentar el comportamiento de ayuda hacia los demás.
Por ejemplo, los conductores de autobús muestran mayor disposición a ayudar a aquellos que no tienen suficiente dinero para pagar el boleto después de haber experimentado contacto físico, al igual que también se incrementa el deseo de cuidar a un perro o de contribuir a la caridad.
Por lo cual, los estudios científicos indican que el contacto físico en general, y el abrazo en particular, tienen un efecto positivo en nuestra salud, nuestras relaciones y nuestro bienestar.
En lo que respecta específicamente a los abrazos, algunas investigaciones resaltan que pueden servir como apoyo emocional y contribuir a mitigar los efectos del estrés. Existen estudios que sugieren que, además de los beneficios ya mencionados en la presión arterial, la frecuencia cardíaca y el cortisol, recibir abrazos podría hacer que te recuperes más rápido de un resfriado.
Sin embargo, la ciencia también advierte la importancia de ser cautelosos, ya que la percepción de un contacto físico como placentero depende de diversos factores. El estado emocional de ambas personas, la expresión facial del que brinda el abrazo, el estado de la relación, la consideración como parte del grupo y el estrés psicológico de quien recibe el contacto, son elementos que influyen en cómo un gesto de este tipo puede ser percibido. Incluso la duración de un abrazo ha demostrado ser relevante en estudios previos, dado que los abrazos más largos han sido evaluados como más placenteros que aquellos de solo un segundo.
En resumen, el estudio del contacto físico como parte de las relaciones sociales está generando cada vez mayor interés. Las investigaciones más recientes sugieren que los abrazos, al igual que ocurre con otras formas de contacto físico, mejoran tanto las relaciones interpersonales como también el bienestar individual, aunque son diversas las variables que pueden influir en estos efectos. Es por ello que ¡A abrazar se ha dicho!
Con información de Télam