Santiago Doria: "Nada impide que saltemos del barroco español a 'Babilonia', de Discépolo"

03 de marzo, 2022 | 13.50

El creador y director de la Compañía Argentina de Teatro Clásico, Santiago Doria, iniciará mañana la temporada 2022 del elenco con la reposición de “La celosa de sí misma”, de Tirso de Molina, en el porteño Centro Cultural de la Cooperación y dentro del ciclo “Siglo de Oro Español”.

La aventura comenzó en 2017, al fundar la única compañía argentina en su tipo con el estreno de “La discreta enamorada”, de Lope de Vega, y cuyo última novedad fue “El lindo don Diego”, de Agustín Moreto, y las tres obras se alternarán en el escenario del complejo sito en Corrientes 1543, antes de presentarse en julio en el Festival Internacional de Almagro, España, donde el grupo ya tiene su prestigio.

El elenco estable de la Compañía está integrado por Irene Almus, Gastón Ares, Andrés D'Adamo, Mónica D'Agostino, Pablo Di Felice, Francisco Pesqueira, Jazmín Ríos, Gabriel Virtuoso y Ana Yovino, en riguroso orden alfabético.

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“A principios de 2020 habíamos empezado a ensayar ‘La celosa de sí misma’, que era la tercera invitación que teníamos para ir al Festival de Almagro, pero como se cortó todo tomamos la decisión de no desvincularnos del grupo, mantener la actividad y seguir unidos a partir del Zoom”, explicó Doria a Télam en un sector de su luminoso departamento, increíblemente parecido a un consultorio médico.

Añadió que miércoles y viernes, de 14 a 16, la Compañía estudiaba el texto y analizaba sus detalles, en “una aproximación a lo que iba a ser algún día ‘La celosa de sí misma’, y además investigábamos sobre la época del Barroco español, y eso trajo como consecuencia que el Instituto Nacional del Teatro nos propusiera hacer un libro con la historia del grupo”.

Télam: ¿Está editado ese libro?

Santiago Doria: Está online, pero creo que este mes ya sale editado en la revista Cuadernos de Picadero número 38, editado por el especialista Carlos Pacheco. Corría 2021 y pudimos presentar el libro por Zoom, yo pude dar una charla para Argentores por el mismo medio sobre lo que es el teatro del Siglo de Oro y al mismo tiempo nos convocan del Teatro Nacional Cervantes para hacer algunas escenas de “La dama boba”, de Lope, durante los festejos del centenario de la sala, ya que fue la obra con que María Guerrero inauguró el teatro.

T: ¿Cuál es tu relación con el Cervantes?

SD: El Teatro Nacional Cervantes está ligado a mi historia como hombre de teatro, porque a mí me tocó estar en el elenco de la reinauguración luego del incendio, con “Peribáñez y el comendador de Ocaña”, dirigido por Osvaldo Bonet en 1968, en la que hacía un soldadito en el primer acto y un villano en el segundo, pero estuve allí en mis años mozos.

Después he dirigido un montón de veces; el Cervantes tiene para mí mucho valor, un significado muy emocional, y el que nos convocaran para intervenir en aquel acto fue como un golazo, una fiesta para el alma.

En cuanto a “La celosa de sí misma”, cuando comenzó a abrirse el panorama comenzamos a hacer lo que ahora se llaman “ensayos presenciales” y pudimos estrenar en octubre del año pasado en el Centro Cultural de la Cooperación, con mucho éxito, tanto de comentarios profesionales como del público; todos hablaron maravillas.

T: ¿Suponen que la Compañía ya tiene sus seguidores?

SD: Nos hemos dado cuenta de que se ha creado una pequeña corriente de gente que va a frecuentar nuestros espectáculos; hay quienes dicen “vi las tres obras varias veces y están cada vez mejor” y ese tipo de elogio. Porque la gente le tiene un poco de temor al teatro del Siglo de Oro porque hace años que no se hace teatro clásico con asiduidad, como sucedía con los años 60 o 70.

T: Encima, en verso…

SD: Por eso. Hay dos generaciones que no saben de qué se trata; siempre digo que el teatrista tiene un miedo que lo lleva a pensar que el autor no llegue por sí solo al público, pero eso es un prejuicio. Tiene también el miedo de no poder transmitirlo con solvencia (eso ya es inseguridad) y tiene otro miedo: de que el público no lo entienda (y eso es ya menosprecio), y entonces esas tres cosas son las que aparecen en el momento de animarse o no a hacer teatro del Siglo de Oro.

Pero no es tan difícil, se trata de informarse, de que te guste: es más, yo ofrecí poder hacer un Argentores un seminario de cuatro u ocho clases para directores y actores sobre cómo manejar el teatro en verso arriba de un escenario. Hay que formar un público pero no necesariamente formar actores; simplemente entusiasmar, porque es un poco lo que hablábamos del miedo, el miedo a lo desconocido, a meterse en un lío…

Pero una vez que entrás, es un mundo donde el verso te transporta, te lleva; hay que dejarse seducir tanto como director o actor y mucho más como espectador, hay un momento en que no te das cuenta de que se está hablando en verso.

Lo importante es crear una movida que sirva para los directores, para los actores, porque esta no es la Compañía de Santiago Doria; yo quiero que sea la Compañía Argentina de Teatro Clásico fundada por Santiago Doria. Punto. Pero que después aparezcan otros directores, mayor cantidad de actores y que esto sirva como movimiento, que de alguna manera me trascienda y trascienda a quienes la formamos en este momento.

T: ¿Pensás incorporar otros géneros?

SD: Yo venía de hacer dos clásicos argentinos, “El conventillo de la Paloma” y “Así es la vida”, y algunas personas que respeto me insistían en que hiciera algo de ese tipo. Yo estoy abierto a cualquier tipo de título; es más, si bien la Compañía Argentina de Teatro Clásico está fundada a partir del barroco español, no impide en que algún día hagamos “Babilonia”, de Armando Discépolo, o “El avaro”, de Molière.

Podemos tirarnos algún día una canita al aire con algún otro espectáculo que no sea específicamente español.

Con información de Télam