Mariano Stolkiner desde la dirección y Raquel Ameri, en un impactante trabajo actoral, son los responsables de "Rota", uno de los sucesos de la temporada teatral independiente que, con magistral pulso, se adentra en el dolor de una madre ante la muerte de un hijo en circunstancias particulares que agigantan el drama, y que se develan sobre la parte final de la obra.
Con un ajustadísimo y brillante texto de Natalia Villamil, que entre otras cosas acuña entonaciones pueblerinas, un trabajo casi abstracto de la escena con Ameri parada sobre una tarima que encierra un par de zapatillas viejas, la obra impacta desde el primer momento y pone ante el espectador un perfecto mecanismo de relojería que compuesto de ritmos, gestos, entonaciones, luces, vibraciones corporales e intensidades, en una exploración narrativa de alto vuelo y que a cada paso condensa y potencia lo sucedido con anterioridad.
"La obra se instala en el suceso vivo del momento a momento de lo que está transitando esta mujer que perdió un hijo y trabajamos mucho sobre una zona de lo no dicho, ya que la puesta no transita solo por lo que se expresa desde la textualidad plena del texto escrito, sino que va construyendo una emocionalidad a partir del trabajo de Raquel (Ameri)", asegura Stolkiner en un primer acercamiento a "Rota", cuyo texto ganó el primer concurso de mujeres del Instituto Nacional del Teatro, y que se puede ver todos los sábados a las 20 en El Extranjero (Valentín Gómez 3378).
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"Para mí, la obra -cuenta Ameri- tiene la potencia de llevarnos a lugares solo explorados por quienes transitaron esa experiencia. Yo siento que cuando ingresa el público es como invitarlo a un viaje por la noche oscura del alma pero creo, al mismo tiempo, que encontramos la manera de crear, convocar y despertar el coraje de adentrarnos en ese lado b de algunas historias".
"Sí, es cierto -aclara Stolkiner, actor, director, dramaturgo y gestor cultural que administra el espacio escénico El Extranjero-, transita zonas oscuras, pero lejos de ser una obra que aleje o expulse al espectador, genera todo lo contrario".
Télam: La obra arranca plantada en el dolor de esta madre por una pérdida pero luego nos enteramos de las circunstancias de la pérdida y es como que el dolor de esa madre se agiganta.
Mariano Stolkiner: Es un gran acierto de Natalia (Villamil) en la escritura. Ella participó de los ensayos y muchas veces estaba preocupada en función de su propio texto por lo que podía pasar con los espectadores, porque en el comienzo se devela solo una parte y se preguntaba si era suficiente esa parte para atraer la atención de los espectadores y sostenerla hasta el momento en que aparece ese otro agujero que plantea el relato. Era un interrogante que teníamos todos, ahí hay un gran acierto por parte de la autora de haber sabido construir una historia que se va armando por retazos y donde vas entrando en el verdadero drama de la historia de esta mujer casi sin darte cuenta. La obra tiene dos ejes fundamentales: por un lado la dramaturgia escrita y, por otro, el trabajo de cómo Raquel la lleva adelante en la escena, porque hay algo de las circunstancias particulares que llevan a la pérdida de este hijo que si bien no son explicitadas en el comienzo de la obra, Raquel las está trabajando desde el comienzo: el público no recibe esa información desde la palabra, pero sí que hay algo ahí que está sucediendo a través del cuerpo de Raquel.
T: Hay una cuestión también en relación con el lenguaje, una suerte de fondo pueblerino que es muy rico y muy atrapante.
MS: Natalia es de Lobos y cuando nos entregó el texto había un modo del habla y una particularidad que era todo un desafío para mí como director y para Raquel como actriz porque no era un modo de habla al que estuviéramos habituados, y fue un laburo que fue desarrollándose con paciencia a lo largo del tiempo, donde buscábamos encontrarle ese tono a la actuación que pudiera servir como reflejo de esta particularidad. Hay algo ahí también que termina resultando muy atractivo, en el sentido en que te transporta a un lugar sobre el que tenemos resonancias pero que quizás no es un lugar familiar para nosotros.
RA: El texto tiene muchas metáforas, frases que son disparadoras de una cuadro o de una fotografía; y es todo un desafío lograr el efecto que propone el texto. Me encanta, además, que en el texto aparece una "puertita de alambrado" pero no ponemos la "puertita de alambrado", yo también siento esas tensiones en mi trabajo, no es que se armó el ranchito, la cosita y estoy ahí, entonces está ese trabajo artesanal del instante, que armamos con el equipo creativo, de que dialoguen un montón de lenguajes y saber que con todos esos hilos de la artística se tejió la presencia de esos lugares que están en el texto.
T: Es cierto, en la puesta hay como una cierta abstracción, hay un trabajo de luces, un trabajo con la música, la sonoridad, un trabajo con el cuerpo... pero lo que se ve es una mujer sobre una tarima.
MS: La puesta tiene una matriz más conceptual, más abstracta pero eso también está ubicado en la propia actuación, porque ahí lo que se hace en términos compositivos requiere de un compromiso muy grande, porque el trabajo está en una zona difícil de arribar. Raquel expone en la obra una verdad que trae a cada función desde su propia genética emocional, psicológica, física, la actuación también está desarticulada de artificios, también está ubicada en un lugar de cierto grado de abstracción respecto de lo que entendemos compositivamente a la hora de pensar un personaje y eso fue parte del laburo que hicimos en los ensayos y ese nivel de exposición necesita de una disponibilidad muy grande que requiere una serie de atributos con los que muy pocos cuentan.
RA: Me parece es que las decisiones de la puesta potencian la experiencia para el espectador y le deja todo un margen creativo a la hora de estar recibiendo todas estas informaciones y estímulos.
Con información de Télam