(Por Hernani Natale) Además de anotarse con el récord de mayor cantidad de shows en River Plate en una misma visita, Coldplay mostró anoche que también aspira a pasar a la historia como el grupo con el espectáculo más impactante de todos los vistos por estas latitudes, durante el primero de los diez conciertos previstos en el tramo argentino del Music of the Spheres World Tour.
Como si quisiera retribuir la buena respuesta del público argentino que agotó las localidades de cada fecha que se fue agregando, el cuarteto liderado por Chris Martin no se conformó con ofrendar sus clásicos y presentar gran parte del disco que motivó esta gira, sino que eligió hacerlo con un nivel de espectacularidad poco frecuente.
Así, éxitos como Yellow, Clocks, The Scientist, Viva la Vida, A Sky Full of Stars, In My place y Fix You se fueron sucediendo en un marco que presentó permanentes estímulos visuales, como fuegos artificiales, lluvia de papel picado, llamaradas, rayos laser, pantallas esféricas y un carnaval lumínico del que se hizo participar activamente al público.
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Y como para que la experiencia resultara definitivamente inolvidable para los presentes, el grupo tuvo una suerte de mimo hacia el rock argentino al homenajear a Soda Stereo con una sorpresiva versión de De música ligera. Cabe recordar que Chris Martin había participado con este tema de manera virtual en la serie de conciertos de despedida que el grupo argentino concluyó este año.
Pero ese fue apenas el más localista de la gran cantidad de puntos de contacto con el público que la banda estableció a lo largo de las dos horas de concierto; algo que desde el vamos estaba garantizado por el magnetismo de Chris Martin, pero que en esta ocasión también se reforzó desde la puesta, con la prolongación de escenarios alternativos en el centro del campo y en el extremo opuesto al principal.
Si esta quinta visita de Coldplay estaba llamada a quedar en la historia por la fenomenal respuesta del público, bastaron apenas los primeros minutos de show para sentenciar que en realidad seguramente será tan recordada por su espectacularidad como por su gran convocatoria.
Luego de un breve video introductorio en el que se daban precisiones sobre el carácter autosustentable de la gira y se invitaba a la gente a generar energía saltando en unos pisos cinéticos o con unas bicicletas que había en el estadio, las pantallas mostraron a la banda en el trayecto de camarines hacia el escenario, mientras de fondo sonaba la icónica música que John Williams creó para el filme E.T..
Tras un sorpresivo ingreso por entre el vallado que separa al público del escenario, el cuarteto puso en marcha el concierto en medio de una danza de luces que provenían de unas pulseras de led que habían entregado a los asistentes y que se sumaban activamente al gran marco con sus cambios de colores sincronizados.
Por supuesto que desde entonces todo fue euforia y deslumbramiento por la manera en que el estadio quedaba involucrado dentro del espectáculo integral, algo solo visto aquí justamente en los conciertos que Roger Waters brindó hace diez años en los que montó The Wall, la serie a la que Coldplay le está quitando el récord.
Aunque como se marcó arriba, el grupo no tiene en general pruritos en consentir a sus seguidores con un repertorio en el que no faltan los éxitos y palabras amorosas, en esta ocasión le dio mucho protagonismo al disco que está presentando, con la inclusión de siete de sus cortes en el setilist pero además en lugares estratégicos, como en el arranque y en el cierre del show.
No fueron estos pasajes en los que se bajó el tono del concierto, sino que fue en esos momentos en los que más artilugios visuales se desplegaron. En medio de ese furor, la aparición de cada clásico solo hizo subir unos cuantos decibeles más las expresiones de emoción de los fans, que de inmediato sumaban sus voces.
En ese clima alternaban las conocidas baladas de efectivo tono meloso con algunas gemas de corte más pop, con sus consecuentes pasos de climas intimistas a pasajes más enérgicos o bailables.
Pero a pesar del estallido que significaba cada gesto o arenga del líder del grupo, o el inicio de cada clásico, la atención en lo visual hacía que por momentos la música cediera su rol protagónico. Alguna desprolijidad en el sonido, aun cuando muchas de las pistas eran grabadas, también atentó contra eso.
Por otra parte, gracias al uso de pistas, el espíritu de BTS se hizo presente en My Universe, la reciente colaboración entre ambas bandas -Jim, el mayor de los integrantes de la formación surcoreana estará en vivo como invitado el viernes 28-. The Chainsmokers hizo lo propio con Something Just Like This. Quien sí estuvo fue H.E.R., que cantó e hizo un solo de guitarra en Let Somebody Go, además de haber sido el número de apertura.
Finalmente, a la altura de la impactante puesta, las virtudes como frontman de Chris Martin fueron la otra gran carta con la que contó Coldplay. Desde sus intentos por hablar en castellano, pasando por el delicioso dueto con una marioneta, hasta la ofrenda del tributo a Soda Stereo, el líder cautivó en todas sus formas.
No gozan de la misma popularidad pero también fueron generosos los reconocimientos para el guitarrista Jonny Buckland, el bajista Guy Berryman y, en especial, el baterista Will Champion, quien acaparó los focos cuando asumió la voz principal en In My Place.
Fue el mejor martes de mi vida, dijo Martin sobre el final, con el mismo esforzado castellano con el que antes había dicho que Buenos Aires era la casa de su corazón y había agradecido el esfuerzo por estar aquí a pesar de todos los problemas del mundo ahora.
Seguramente también fue un martes inolvidable para gran parte de las 60 mil personas que colmaron el estadio y lo será para quienes les toque asistir a los shows del 26, 28 y 29 de octubre y del 1, 2, 4, 5, 7 y 8 de noviembre.
Con información de Télam