(Por Héctor Puyo, enviado especial).- Los espectáculos Un domingo, por la Cooperativa Cultural Proyecto Migra, y Kinematos, por el grupo marplatense manoAmano, pusieron sus toques de brillo y profesionalismo ayer en la segunda etapa del Festival de Teatro de Rafaela, que cumple su 16ta. edición en esta ciudad santafesina.
La primera, una pieza de teatro-circo disfrutable de principio a fin, se estrenó en 2018 en El Galpón de Guevara, en Buenos Aires, se repuso varias veces y el domingo próximo a las 19 anuncia la última función de la temporada en la sala de Guevara 326, del barrio porteño de Chacarita.
Presenta a una familia descacharrada como hay tantas en el teatro contemporáneo y en el antiguo, que la moda quiso llamarla disfuncional pero ya desde los griegos y Shakespeare hubo desinteligencias, traiciones, muertes y toda clase de calaminades en esos grupos cosanguíneos; de lo contrario el interés escénico sería nulo.
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Un domingo toma ese día aunque podría ser cualquier otro de la semana- para presentar un grupo liderado por un autoritario pater familias, una hija que suele volar en escena sostenida por su pelo, un desconfiable valet que puede cambiar de bando con facilidad, una esposa que puede engañarlo delante de sus narices y un pretendiente de la hija que pertenece a una clase social inferior y que recibe un maltrato ejemplar.
No hay temporalidad en el asunto; podría suceder en la actualidad, a principios del siglo XX o en una antigüedad imprecisa. Solo las veleidades del grupo y la violencia desatada por el mandamás reflejo de sus debilidades e indefinición sexual- hace pensar en un pasado aristocrático, solo mantenido en las maneras.
Los personajes se aman y odian de un momento para otro, las agresiones y acercamientos no son infrecuentes, pero lo que importa es el tratamiento escénico, que proviene de la formación en clown y en circo moderno de los integrantes del elenco y de Florent Bergal, director y creador del espectáculo, francés itinerante, bailarín, malabarista y acróbata, que creó una enorme mesa familiar que preside las escena y bien podría ser tanto la de La Última Cena como un lugar de sacrificios.
Los personajes no se comportan bien, como lo haría cualquier ciudadano o ciudadana, sino que la arbitrariedad impuesta por el tiránico, voluptuoso y petulante padre se refleja en los demás, en tanto el elenco está integrado por Juan Carlos Fernández, Sofía Galliano, Gabriela Parigi, Tomás Sokolowicz, Florencia Valeri y Tato Villanueva, son preparadísimos artistas capaces de hacer con sus cuerpos lo que no es común en la ciudadanía corriente.
Colaboran el vestuario de Celina Santana, el diseño de luces del propio Bergal, la asistencia de dirección de Leticia Vetrano.
Todos ellos pertenecen al colectivo Migra, que no se caracteriza por la sobriedad e introduce gags deliciosos que arrancan la risa y el aplauso en la platea, se burlan unos de otros, se pelean, se arrojan objetos de mesa con una precisión milimétrica que requiere de una coreografía muy estudiada.
Son recordables las escenas en que el pretendiente es humillado sin consideración, los desdenes femeninos, los despliegues contorsionistas de las actrices (o performers) y la escena imperdible de la locura del dueño de casa cuando la emprende a flechazos contra el pretendiente y contra quien se le cruce.
Es admirable además el manejo mímico de algunos, como el del lacayo que durante varios minutos se expresa a través de gestos en su rostro, o el cambio procaz de la esposa que mantiene sobre la mesa un diálogo amoroso con su marido mientras el pretendiente solo por casualidad- inmiscuye su cabeza entre los muslos de la mujer y le causa sensaciones inesperadas.
Hay un excelente manejo de la luz que logra impactantes cuadros de enorme belleza, una maquinaria en el sentido antiguo del término teatral- que funciona a la perfección pero lo que busca la obra es diversión ¡y cómo la logra!- más la emoción que produce en la platea una labor tan entregada.
Además del vociferante aplauso que la pieza recibió al final en el tradicional teatro Lasalle todo el mundo de pie, como si un resorte lo hubiera obligado- "Un domingo" debería ser tenida en cuenta en salas oficiales de Buenos Aires o en las comerciales de la calle Corrientes, que no se arrepentirían.
El espectáculo participó en variados festivales nacionales e internacionales, pero necesitaría que lo viera un público masivo, simplemente por la salud mental que produce su alegría.
Asimismo se vio Kinematos, por el grupo manoAmano, integrado por los clown y acróbatas Ana Clara Manera exintegrante de La Arena, el elenco de Gerardo Hochbaum- y Matías Umerez, que a partir de un caño acrobático de siete metros de altura provocan la admiración y el susto de su público.
El Festival lo presentó en uno de los salones de la Sociedad Rural local como una obra para chicos pero es de las que también disfrutan los mayores: al principio con piruetas a gran altura, con caídas fingidas, caminatas inverosímiles sobre el caño, la pareja va creando una historia donde se repiten las habituales rencillas entre los géneros, con un varón que manda y una mujer que se resiste.
Sin desmerecimiento alguno para el trabajo de Umerez, que entre otras hazañas logra lanzarse desde la altura y zambullirse en un vasito de plástico con agua, Manera, por su parte, crea un personaje delicioso, con destellos de la Gelsomina, que Giulietta Massina inventó hace siglos para Federico Fellini.
En menor medida interesaron a quien firma estas líneas Frutos del bosque y Carne de consumo personal, la primera debida al director Emmanuel Calderón, con un elenco de jóvenes en su mayoría no actores, que tiene algún punto de comparación con Sueño de una noche de verano, aunque introduce demasiados temas, con música de Vivaldi y un lenguaje hermético solo comprensible a través de la imaginación.
La función se desarrolló en el bellísimo Bosque Besaccia, perteneciente a la comuna rafaelina, pero el viento que anunciaba una tormenta inminente, sacudía los árboles con furia e impedía que los pocos parlamentos fueran escuchados.
Carne escrita, dirigida y actuada por Jorge Thelf es la autobiografía de un joven no binario de 24 años que define sus pesares a raíz de su voluminoso físico y su relación con la comida. Aunque la pieza se decore con proyecciones de su infancia y otros artificios, constata que un dramaturgo no se construye en un día.
Con información de Télam