(Por Hernani Natale).- Con dos singles editados como anticipo de lo que será su primer disco al frente de un proyecto propio y una serie de presentaciones previstas entre este mes y abril, Gonzo Palacios, el saxofonista estrella del rock argentino en los `80, vuelve a tomar contacto con el público local, luego de una repentina desaparición de la escena sobre el final de esa década por su emigración a España, en donde aún reside.
La súbita partida provocó que el músico que estaba al tanto de absolutamente todo lo que ocurría en el ámbito vernáculo, a nivel artístico y socio-cultural, se desconectara en líneas generales de la Argentina, por lo que, a partir de este regreso, no puede evitar trazar un paralelismo con el personaje de la película "Good Bye, Lenin", una ciudadana de Alemania del Este que sufría un coma en plena perestroika y despertaba tras la disolución del bloque soviético, según confesó a Télam.
"En algún momento pensé en llamar al disco `Good Bye, Alfonsín", reveló el saxofonista, quien evidenció de esta manera que no solo está de vuelta del sonido que dejó su marca en Los Twist, Soda Stereo, Los Redondos y Fricción, entre tantos, si no también el humor mordaz que caracterizó a esa generación.
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"Yo cargo con mi historia y hay mucha gente que se da la oportunidad de escucharme porque escuchó a Los Redondos o a Soda Stereo, o porque Los Twist fueron parte de su vida. No es solo el tipo de música, si no también el público potencial porque yo estoy como empezando de nuevo, viendo qué hay", explicó El Gonzo, quien eligió llamar así al proyecto que encabeza.
En tal sentido, actualmente presenta una propuesta musical en la que se pone al frente de un grupo instrumental, una especie de versión reducida de las orquesta de salón a la usanza de los `50, que explora los ritmos que formaron las raíces del rock.
"Estamos hablando básicamente de música negra, pero al definirlo así posiblemente se me escapen dos o tres cosas que hacemos que no es música necesariamente negra. No sé si hay una etiqueta. Tal vez hay que inventarla, como `música popular de improvisación´", ensayó en búsqueda de una definición.
Junto a un combo que alinea a Daniel Castro, en bajo; Fer del Castillo, en batería; Alejandro Ridilenir, en guitarra; y Gustavo Ridilenir, en flauta; y la participación de Santiago Castellani en trombón y Fabián Prado en teclados, El Gonzo lanzó en diciembre el tema "Pick Up the Pieces" y el viernes pasado "Please Send Me Someone to Love".
Ambos fueron grabados en vivo en las presentaciones realizadas en su anterior visita de fines de 2019 en el Cultural San Martín y en Mr. Jones, de Ramos Mejía, y mezclados y masterizados por la mano maestra de Mario Breuer.
Estas canciones y otras -propias y ajenas- que formarán parte de un futuro disco que combinará versiones en vivo con otras retocadas en estudio, sonarán este jueves 10 de marzo en Lupía Bar, en San Antonio de Padua; el viernes 18 en Bebop Club y el 25 en Strummer Bar, ambos ubicados en Palermo; y el jueves 7 de abril en Rondeman, en la zona conocida popularmente como Abasto.
En este contexto, el músico conversó con esta agencia sobre su proyecto y acerca de las distintas sensaciones al volver a tomar contacto con la escena local -también experimentada en su carácter de invitado especial en varios shows de la "Kermesse Redonda"-, luego de haber jugado un rol casi omnipresente en los `80 y haberse alejado totalmente en los años posteriores.
- Télam: ¿Cómo aparece esta necesidad de salir al ruedo por primera vez con un proyecto que lleva tu nombre?
- Gonzo Palacios: Hay que tener en cuenta que fue un proyecto que empezó hace muchos años y que quedó en latencia cuando me fui. Hace unos tres años tuve la necesidad de tocar en vivo y de hacerlo en la Argentina; y me sentí con ganas de grabar algo, dejar cosas hechas a mi nombre por primera vez. Tenía un montón de opciones pero salió lo del teatro San Martín y me pasó algo parecido a lo de los protagonistas de The Blues Brothers, es decir: "Vi la luz, tengo una misión". Por otro lado, me solucionó un debate interno de cómo hacer el disco, porque me di cuenta de que quería hacer algo bastante inmediato y en vivo. Yo soy un músico de vivo, más allá de que tengo un estudio y produzco. Entonces fue como cerrar un ciclo que habíamos dejado abierto para poder seguir hacia adelante.
- T: ¿Cómo resulta este reencuentro con el público argentino?
- GP: En un momento, pensé en llamar al disco "Good Bye, Alfonsín", por la película "Good Bye, Lenin". Yo me dormí a finales de los `80 y me desperté ahora. Todo me parece absolutamente nuevo porque tengo que ver por dónde van las cosas. Antes los discos salían en vinilo a través de compañías y todo estaba acotado a la hora de publicitarte. Hemos cambiado los medios por las redes y es un aprendizaje nuevo. También es descubrir un público que no sabía que estaba o que existía. Me estoy despertando en un momento en que hay una puesta en valor y jerarquía de lo que fueron los últimos 40 años, y la época en donde yo estuve más activo parece que está quedando muy bien parada, con lo cual me encuentro con gente que me reconoce.
- T: ¿Qué diferencias notaste entre el público argentino y el español?
- GP: Me da la impresión que el español cuando va en busca de ocio se quiere sacar la semana de trabajo de encima, pero no lo veo buscando en lo que recibe del artista un alimento espiritual. Quiere diversión, entretenerse, suele escuchar la música en general con una copa en la mano y hablando con la gente y cuando para la música se da vuelta y aplaude. Por ahí, acá nos sentimos más carecientes de algunas cosas, estamos muy inseguros sobre qué nos va a pasar mañana, se nos desarma cíclicamente la vida y el arte está muy imbuido de eso. Por eso, la gente cuando va a un concierto lo hace buscando un poco más que sacarse el moco del trabajo de encima. Creo que va más a sacarse el moco de la vida. Siento que la gente es mucho más permeable a dejarse emocionar, que es básicamente lo que busco cuando toco.
- T: ¿Cómo te posicionás ante los cambios en los modos de consumo musical?
- GP: El hecho de que esté la idea de que todo va a durar 30 segundos hace que se baje la vara, pero yo sigo pensando que cada cosa me va a exponer mucho y para toda la vida, entonces hago las cosas con la misma energía y autocrítica que hace 30 años. Es una cuestión de supervivencia; si vivimos de la emoción, tenemos que seguir dando batalla para que la emoción se siga transmitiendo. La batalla es volver a convertir al oyente en activo: te damos los 30 segundos, pero siempre buscando que te sientes a escuchar con ganas y atención.
Con información de Télam