(Por Héctor Puyo).- Un elenco solvente y la dirección de Cristian Drut sostienen "Las manos de Eduviges al momento de nacer", del autor libanés Wajdi Mouawad, que subió a escena en el Teatro Nacional Cervantes y narra una historia de fuerte traza feminista mezclada con algo de realismo mágico que se inmiscuye en lo ancestral para enfocar alucinaciones colectivas.
La Eduviges del título (Vanesa González) es la rebelde de la casa por dos motivos: porque no cree en la muerte de su hermana (Aldana Illán), desaparecida diez años antes en un bosque, porque se niega que sus progenitores (Horacio Acosta, Matilde Campilongo) organicen un entierro "sin cuerpo" y porque se supone que posee el don de producir cascadas de agua entre sus manos cuando reza.
El conflicto se extiende a toda la trama, incluso cuando la hermana aparece con un embarazo a término y no es reconocida por sus familiares pese a toda evidencia, ya que en el fondo existe el negocio de mostrar aquel prodigio a las multitudes que llegan desde los pueblos cercanos dispuestas a pagar para verlo.
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La adolescente Eduviges, que González resuelve con la voz aniñada que ya utilizó en "El diario de Anna Frank", dirigida por Helena Tritek hace 14 años, suma a su rebeldía esa característica milagrosa con la que su familia intenta lucrar, un sentido místico que la hace vivir en el sótano donde se desarrolla la pieza y desliza por momentos actitudes lúbricas que se mezclan con su discurso beligerante.
De ello participa una suerte de novio-compinche (Sergio Mayorquin), que aparece cada tanto a través de un pasadizo secreto, mientras la madre es la transmisora y continuadora de los conceptos atávicos de la cerrada sociedad que rodea al grupo; el padre, aun bajo su capa de protector cariñoso, es un activista del oportunismo.
Hay un personaje muy interesante, Alex, un joven que visita con la energía de su edad la pequeña celda subterránea -que la escenógrafa Cecilia Zuvialde concibe en un ínfimo cuadrado que se comunica con el arriba a través de una escalera-, que no necesariamente opina pero sí informa lo que sucede en el exterior con la expectativa de los visitantes, lo que ante la no aparición de Eduviges tiende hacia la tragedia.
Ese personaje hace lucir a Eddy García, un fresco actor con varios trabajos a sus espaldas y de buena voz y gran presencia escénica.
Sobre una traducción de Julián Ezquerra, que no ahora lunfardismos ni expresiones del habla coloquial rioplatense, el director Drut maneja con eficiencia el movimiento de sus intérpretes en el exiguo escenario armado con columnas metálicas, aunque algún pasaje como el de la cesárea, donde el uso del vestido de Eduviges sirve para esconder el hecho, suene un tanto extemporáneo.
Wajdi Mouawad es en la actualidad director del Théâtre National de la Colline, en París, y nació en Beirut en 1968 en medio de una familia cristiana maronita, sufrió las guerras de la región y vivió con su familia en Francia, para finalmente establecerse a los 15 años en Quebec, Canadá; obtuvo numerosos títulos y distinciones -incluido el Gran Premio del Teatro de la Academia Francesa- pero a todas luces guarda en su memoria el mundo de las minorías esotéricas arábigas que rodeaban Deir el Qamar, su aldea natal.
De ahí lo testimonial de su obra, en la que la mención de las manos de Eduviges no se refieren al momento del propio nacimiento del personaje sino que funcionan como la señal de lo anormal dentro de lo normal, ese mundo barbárico, iletrado y paternalista en el que la mujer solo sobrevive si elige el sometimiento. Por otra parte, el término "desaparecido/ a" adquiere para la Argentina un significado luctuoso inevitable.
Aquel sometimiento es lo que no practican Eduviges y su hermana esfumada en el bosque, en un ámbito donde circulan las leyendas y las murmuraciones y del que Mouawad cree sentirse a salvo desde su nueva ciudadanía franco-canadiense: los personajes que muestra ya son para él los Otros, entidades como la que él fue y ya no es, aunque visiblemente lo fascinen.
Se dice que es el dramaturgo de Medio Oriente más conocido en Europa y aun en países de América latina, donde se montaron sus obras "Incendios", "Pacamambo", "Litoral" y "Bosques", y que sus orígenes lo llevan a construir tragedias en las que lo atávico se incrusta en el mundo moderno.
No se aclara en qué época sucede "Las manos de Eduviges...", aunque su clima remita a algún pasado, pero anacronismos como los que se ven en escena pueden estar ocuriendo ahora mismo y no serían los únicos.
"Las manos de Eduviges al momento de nacer" tiene vestuario de Lara Sol Gaudini, iluminación de Facundo Estol, sonido y música original de Rodrigo Gómez, asesoría literaria de Julián Ezquerra, colaboración artística de Tomás Corradi y asistencia de dirección de Juan Francisco Doumecq (TNC). Se ofrece en la sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815, de jueves a domingos a las 18.
Con información de Télam