(Por Hugo F. Sánchez) La formación, el deseo, los mandatos y la violencia que sufren y practican los varones son abordados en El silencio de los hombres, de Lucía Lubarsky, que mañana se estrena en el Cine Gaumont, del barrio porteño de Congreso.
La ópera prima de Lubarsky, que dirigió numerosos cortos y la serie documental Nosotras, tiene como centro del relato los testimonios de varios hombres (que también incluyen a familiares cercanos a la directora), que cuentan su experiencia de vida y su mirada sobre la construcción de lo que significa ser hombre.
Desde una serie de interrogantes que guiaron el trabajo de Lubarsky, el relato es paciente con los entrevistados que desgranan sus historias frente a cámara o en reuniones de hombres en donde los protagonistas parecen olvidar el registro documental y polemizan, muestran sus inseguridades y también sus certezas:
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Télam: ¿Qué fue lo que te impulsó a abordar el mundo masculino en tu película?
Lucía Lubarsky: Es un ejercicio de interés y de incertidumbre que generan una serie de preguntas como qué callan los varones cuando no dicen, qué no se animan a decir, lo que hacen porque creen que eso es lo que se espera de ellos, o qué violencias siguen practicando a conciencia o sin ella. Estos interrogantes me empezaron a reverberar y quise que la película fuera un desandar ese camino.
T: No es un universo muy interrogado desde el cine.
LL: Hace años que los feminismos venimos desarmando relatos sostenidos y alimentados por una sociedad patriarcal sobre los roles sociales de las mujeres y construyendo otras narrativas que van ensanchando los horizontes. En ese contexto, noto una ausencia especialmente en lo documental, de preguntas sobre los mundos masculinos que aborden otras perspectivas y que no reproduzcan una y otra vez las prácticas de una masculinidad normativa.
Es un lugar incómodo para los feminismos, pero pienso que es necesario habitar e impulsar espacios y dispositivos en los cuales se habiliten preguntas para que circulen con mayor apertura diversas formas de vivir la masculinidad. Que circulen representaciones de otras experiencias que viven los varones como cis, trans o gay, que permitan ampliar las ideas e ir rompiendo los preconceptos que vienen dados sobre lo que es ser un varón y sobre lo que se supone que se desplaza de esa categoría socialmente construida. Y es ahí en donde entran a jugar las violencias aleccionadoras, los pudores, los tabúes, las discriminaciones, la desacreditación y la vergüenza social, en definitiva, es una condena a vivir las incógnitas y los deseos, que se corren de esa norma en cierta soledad o en un nicho donde se sientan cuidados.
T: La discusión que pone en circulación el feminismo interpela y tiene impacto sobre los hombres.
LL: Como mujeres y disidencias hemos sufrido violencias, destratos e invisibilidad por parte de los varones, pero también replicamos formas de mirarlos que los sitúan en el lugar donde nos dijeron que debían estar.
Los rasgos expresados como mandatos y la construcción social que es el género, son los que podan la amplitud de prácticas y elecciones que tenemos disponibles para ser vividas. Me interesa poner el foco en todo lo que quedó y queda al margen.
T: ¿Hubo una voluntad de hacer algo así como un muestreo lo más abarcativo posible para demostrar una línea de formación común en todo el universo masculino?
LL: La historia de mi hermano y mi papá fueron un punto de partida para pensar cuánto hay de no dicho en los vínculos. Respecto al recorte de los demás varones que aparecen, junto con la productora periodística Silvina Morvillo, quisimos dar cuenta de una diversidad de experiencias masculinas, unas más tradicionales y otras que rompen con todo protocolo, pero siempre buscamos alejarnos de cualquier intención de tipificación.
Quisimos dar voz a una gran variedad de experiencias que den cuenta de esa heterogeneidad de la que hablábamos. Creo que ahí se empieza a observar la cantidad de facetas que aparecen, lo que a uno lo oprime, el otro lo defiende, lo que uno desea y el otro lo rechaza. Y de nuevo, todas las posiciones intermedias. Toda esa paleta de grises entre el blanco y el negro es lo que a la película y a mí nos interesan. No es un muestreo en términos de encuesta o cuantitativo, es más bien un gesto de amplitud.
T: Al ver el documental el espectador podría suponer que tenías una hipótesis sobre el mundo de los hombres.
LL: No sé si tenía una hipótesis realmente. No suelo partir a escribir o a desarrollar un proyecto audiovisual desde las hipótesis, me siento mucho más movida por las dudas y las preguntas.
Si fuerzo la máquina, puedo decir que creía y creo que a los varones les cuesta mucho hablar, pero tengo más recursos ahora para entender por qué. Siempre hacemos el chiste de que la película tiene un título mentiroso porque finalmente es el silencio de los hombres que hablan. Y ahí hubo una gran sorpresa, en identificar la necesidad de compartir lo que sienten, eso nos dejó atónitas.
Vi mucho más claro cómo desde la infancia la competencia es algo que marca a fuego la experiencia de la masculinidad, ya sea en el juego, en el cuerpo y en el trabajo, como también en el recreo, en la mirada de los demás y en la performance sexual. No hay punto de llegada a ser varón, siempre se corre, pero la meta se aleja. Hay algo que nunca pueden dejar sostener, demostrar o representar porque cuando bajan la guardia, los ladrillos se caen.
La película apuesta a un ejercicio que esperamos que sea liberador: poner a jugar la palabra, hacer reflejo de la experiencia. Hay un otro ahí, que quizás, se parece a mí en parte.
Con información de Télam