(Por enviado especial).- La tercera jornada de la Competencia Argentina en el Festival de Cine de Mar del Plata fue la menos nacional de la que se tenga memoria, con dos cintas, "Noh" y "Metok", que fueron filmadas íntegramente en Asia, en idioma original y con protagonistas de esas tierras.
"Noh" cuenta con una particularidad pocas veces en el cine, ya que cuenta con tres directores, Marco Canale -ideólogo de la historia-, Ignacio Ragone y Juan Gebauer, quienes, por momentos, trabajaron por separado. La película, además, fue íntegramente filmada en Tokio.
Con la excusa de los Juegos Olímpicos, Canale viaja a a la capital de Japón para filmar una obra del teatro típico nipón Noh. En medio de la filmación, descubre que una de las actrices, dueña de uno de estos teatros, está a punto de perderlo porque su hijo, ante la muerte del padre, desea venderlo para que sea demolido.
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Canale ve la oportunidad de que su película pueda conmover a la opinión pública y, así, evitar la demolición, en tanto que la actriz cree que debe seguir un antiguo mito japonés, que dice que debe llevar las cenizas de su marido al pino donde fue creado el Noh y, de esa forma, ablandar el corazón de su hijo para evitar la venta.
La ficción y la realidad se entremezclan todo el tiempo y no se sabe a ciencia cierta, que parte es documental y cuál no (algo que los propios realizadores quieren mantener en secreto). En medio del filme, Canale debe abandonar Japón para visitar a su padre, con quien no se habla desde hace 12 años, en el lecho de muerte.
El teatro Noh tiene la particularidad de enfrentar a los vivos con los muertos y buscar un equilibro entre ellos, algo que constantemente busca la película, que cuenta con elementos de la cultura japonesa y tiempos que parecen más de un filme nipón que de uno argentino.
Es una película que mira al pasado para entender el presente (no en vano los actores y actrices son sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial), aunque a veces el presente está más interesado en ver el futuro.
En el caso de la película de Martín Solá, cineasta argentino radicado en Italia, se trata del cierre de la trilogía dedicada a territorios en conflicto, iniciada en Palestina con "Hamdan" (2013) y seguida en Chechenia con "La familia chechena" (2015).
En el caso de "Metok", el director sigue la historia de una monja budista que partió muy chica de Tibet para estudiar budismo y medicina en La India y que, faltando un año para terminar su formación, recibe el llamado de su madre, que le pide que regrese a su hogar para asistir en el parto a una vecina del pueblo.
Las ansias por ayudar a la mujer y sus deseos por reencontrarse con su familia son el impulso de Metok para realizar una (en principio) peligrosa travesía en la que deberá cruzar un río, atravesar montañas a través de cuevas e intentar esquivar al Ejército chino, que con puño de hierro controla las fronteras de Tibet.
El documental, excelentemente fotografiado por Gustavo Schiaffino intenta meterse de lleno en la travesía de Metok, dejando siempre la puerta abierta a las amenazas. Es un viaje a la antigüedad, a un lugar donde la tecnología está ausente y, todavía, se siguen comunicando a través de cartas.
Sin embargo, el filme por momentos parece olvidarse de los escollos que debe atravesar Metok y, enamorado de los paisajes y colores, se pierde en situaciones que poco aportan a la trama. Tan solo como ejemplo, la escena de una ceremonia budista dura más que todo el viaje que realiza la protagonista. En definitiva, se trata un buen acercamiento a cómo el Estado chino aplastó la cultura tibetana y la necesidad de las personas de reecontrarse con sus orígenes.
Ambas películas se pueden ver este martes en el Paseo Aldrey y hasta el jueves, gratis, por streaming.
Con información de Télam