La Competencia Argentina del 38° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata continuó con las proyecciones de cuatro largometrajes que pelean en la categoría, con propuestas que van desde la comedia con ribetes fantásticos a la espeleología, historias cruzadas por el recuerdo, la tragedia y las dudas sobre la maternidad, y hasta viajes de descubrimiento con el deseo y la identidad de género como ejes.
Los nuevos filmes del sexto y séptimo días fueron "Elda y los monstruos", dirigido por Nicolás Herzog; "Los tonos mayores", ópera prima de Ingrid Pokropek; "Clara se pierde en el bosque", de la escritora, directora y actriz Camila Fabbri, y "La gruta continua", del director Julián D'Angiolillo.
En "Elda y los monstruos", Herzog, entrerriano, ofrece un viaje de exploración narrativa al ras del suelo a través del paisaje rural de Concordia, y sobre todo a través de la complejidad de su protagonista - Diego Detona, profesor- y de su alter ego radiante - Elda- artista trans que busca su lugar en la escena rockera.
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A través de recursos de la ficción y el documental, la película avanza recostada en la frescura de sus personajes, y flota por momentos sobre una capa dramática que indaga en la complejidad de la identidad de género.
Es un film que busca respuestas en movimiento, entre los árboles, a orillas de un río, sobre las vías que sirven de GPS, en busca del santuario de una mujer trans asesinada e inmortalizada en la mitología popular como "La Muda", y que acaso conozca aquello que los protagonistas persiguen.
En "Los tonos mayores", Pokropek acompaña a una adolescente de 14 años, Ana -Sofía Clausen- mientras intenta descifrar qué son esos latidos captados por la prótesis de metal que lleva dentro del antebrazo izquierdo.
"Es como una radio que capta una frecuencia equivocada", explica un médico en el filme, mientras la joven protagonista trata de entender si esos latidos son un mensaje alienígena, una onda radiofónica, un síntoma de taquicardia, si son enviados por alguien y tienen algún sentido o si simplemente responden a una falla ortopédica.
Ana recurre a su mejor amiga -Lina Ziccarello-, para que la ayude a cifrar en partituras de piano esos sonidos que se replican en puertas y en las ventanas de los monoblocks vecinos, como en un encuentro cercano con vaya a saber uno qué, y recurre también a un adolescente fanático del código morse al que conoce en una pizzería.
Detrás de lo que ella y sus amigas bautizan "La canción del latido", Ana busca además respuestas a lo que la rodea en ese limbo difuso entre el fin de la infancia y la entrada en la adolescencia.
"Clara se pierde en el bosque" es otra de las películas que se proyectó en la Competencia Nacional, y en ella Fabbri narra el presente para tratar de cortejar ciertos recuerdos y cauterizar las cicatrices generacionales abiertas por el incendio del boliche Cromañón, en el que murieron 194 personas.
La autora de la novela de no ficción "El día que apagaron la luz", sobre aquella tragedia de diciembre de 2004, avanza en su largometraje sobre el viaje de Clara -Camila Peralta-, una sobreviviente que "filma el presente mientras intenta cerrar el pasado" y que registra una excursión junto a su familia política mientras se sumerge en preguntas acerca de la madurez y la maternidad.
La película indaga en cómo es cargar con una tragedia desde la juventud y enfrentarse, por ejemplo, a la posibilidad de criar un hijo que en su propio desarrollo acaso enfrente el mismo mundo hostil.
"La gruta continua" es una película no apta para claustrofóbicos, en la que D'Angiolillo -director de "Hacerme feriante" (2010) y "Cuerpo de letra" (2015)- se mete literalmente en las entrañas de la tierra detrás de los secretos de la espeleología, la ciencia que estudia cuevas, grutas y cuanta cavidad haya dejado a mano -y no tanto- la geología.
Se trata de un recorrido junto a espeleólogos que estudian vientos subterráneos y fenómenos sónicos en Italia, que quieren "ayudar a salvar el agua del mundo" y registran los rastros profundos de la contaminación humana.
La cámara de D'Angiolillo ingresa además en fracturas donde "la vida es más lenta", usadas como búnkers entre las piedras en montes italianos, y también se adentra en el sistema cavernario más grande de Cuba, elegido por Ernesto "Che" Guevara como refugio en plena crisis de los misiles.
Con información de Télam