(Por Sergio Arboleya) El demorado estreno nacional de Diario del regreso, una audaz cantata que narra en primera persona el traslado de los restos de Ernesto Che Guevara a Cuba, conmovió anoche al repleto Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (CCK) en un concierto que ofició como celebración del centenario de uno de sus autores, el poeta Hamlet Lima Quintana.
Para plasmar la puesta local de la obra con música de Oscar Cardozo Ocampo que en 2000 grabara Jairo y que se ejecutó en un par de funciones en Cuba, hubo notables desempeños de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y del Coro Nacional de Música Argentina, bajo dirección de Mariano Chiacchiarini, y una gran interpretación de Juan Iñaki como voz solista.
Esa suma de talentos complotados al que se agregó Guillermo Cardozo Ocampo, hijo de Oscar y quien repuso las orquestaciones perdidas- entregó un testimonio artístico y político de alto impacto que desafió al calendario.
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Por tratarse de una figura como Lima Quintana, que siempre puso su pluma y su cuerpo para acompañar las causas que consideraba justas y necesarias, es imposible y vano separar el peso poético de la carga ideológica de una propuesta en torno a la imagen del revolucionario argentino-cubano asesinado en Bolivia en 1967.
Y porque los textos y los géneros musicales latinoamericanos utilizados trazan esa vuelta del cuerpo de Guevara de Bolivia a Cuba como un retorno épico y emocionado, no solamente hay que mirar ese viaje y esa exaltación desde este presente regional tan alejado de aquella epopeya sino también en el contexto en el que el Che dejó la isla.
Aunque el asunto no esté saldado del todo y no deba y no pueda zanjarse en esta crónica, no fueron solamente las ansias de expandir la revolución las que alejaron al Che de Cuba sino profundas divergencias con el rumbo del proceso iniciado el 1 de enero de 1959 y comandado por Fidel Castro.
Pero el espíritu del escrito de Hamlet (connotado miembro del Partido Comunista argentino y de una militancia intachable que le deparó prohibiciones, persecuciones y exilio) elige entregar un tono celebratorio para abordar ese retorno de Guevara a la tierra donde forjó su leyenda hecha rostro y bandera.
Tal vez por ello gritos como aguante Cuba o viva Cuba libre partieron desde la colmada y madura platea hacia el final de la encendida y lograda interpretación a cargo de Iñaki y de dos de las formaciones que integran la Dirección Nacional de Elencos Estables.
Apenas pasadas las 20, la locutora Gladys Pierpauli introdujo el concierto y Felipe Lima, uno de los hijos del poeta centenario y responsable del concepto artístico de la velada, tomó la palabra y contó que su padre escribió los 14 textos de Diario del regreso en apenas ocho días pero murió en febrero de 2002 lamentando no haber podido mostrarlo en su país.
Felicidad viejo querido, la obra ya está completa, concluyó conmovido Felipe mientras la primera de las ovaciones de la noche atronaba el lugar.
Con sus 14 piezas (número que remite al día de junio de 1928 en que el Che nació en Rosario), la cantata reconoce cuatro sedes para su trayecto del año 1997 cuando fueron hallados los restos de Guevara: En Bolivia (28 de junio), En vuelo (14 de julio al mediodía), En La Habana (14 de julio a la noche) y En Santa Clara (17 de octubre).
El penetrante huayno Sí, soy yo (Sí, hermanos/Sí, soy yo/Sí, soy yo porque la tierra no fue cofre de mis manos que son trofeo de guerra y ni su sombra dejaron/Pero ustedes no olvidaron glorias ni desengaños y que pasaron 30 años para decir soy la tierra) inició el recorrido.
Ese tramo boliviano siguió con la canción Vientre de barro, el aire de chacarera Las figuraciones (Los sueños siempre son interminables mientras pasan los días/se puede enumerar lo innumerable en claras utopías), el magnífico aire de loncomeo Pertenencia de la tierra donde nombra pueblos originarios latinoamericanos y el candombe A modo de paloma.
Pero para el cierre de ese fragmento con la habanera Despedida del anochecer se produjo uno de los momentos más logrados del recital por el nivel de cohesión estética alcanzada que el ampuloso vocalista cordobés remató con la certera frase: Yo ya me voy, te dejo mi suspiro. La segunda parte de la travesía trajo ritmos de Brasil en Volando por el cielo, la baguala de Confesional de América (Así esta carta pensante te cae desde lo alto/dice que te amo hasta el hueso/firmada: Tu comandante) y hasta un guiño tanguero en Ay corazón no te desboques.
La llegada a Cuba y a sus ritmos sabrosos elevaron el clima y mostraron la ductilidad de la poesía de Lima Quintana para tutearse con esa atmósfera, aunque la abrumadora mayoría de su obra cancionera (estimada en unos 400 temas y donde descuellan Zamba para no morir y La amanecida, ente más) se apoyaron en géneros nativos.
Entre la guajira Del cielo y de la tierra y Cántame un son, Nicolás (citando al poeta Nicolás Guillén), destacaron la rumba Yo soy el recordado (Y por la Habana vieja/me siento renovado/pues nadie me ha olvidado/y mi voz no se queja/El suelo está empedrado/con luces de mis ojos/Yo no soy un despojo/yo soy el recordado) y el bolero Imágenes cotidianas (Y todo pasa junto a mi paso/pasa el azúcar, pasa un pescado y nunca pasa ningún fracaso/No hay días perdidos que me confundan/Hay soles siempre, nunca hay ocaso). Con la poderosa canción Resurrección en Santa Clara (Por Santa Clara se me libera el preso/se va opacando la muerte en el milagro/y está diciendo que en lucha me consagro/Vuelvo a la vida para sumarme al pueblo/Soy el cacique y estoy en el regreso), la audiencia se eyectó de sus asientos y hasta motivó un bis que redondeó una gran fiesta de cumpleaños para el enorme y comprometido poeta.
Con información de Télam