(Por envidado especial).- Los yates son protagonistas principales, aunque exclusivos y reservados para pocos, del Festival de Cannes que se desarrolla en esta villa de la Riviera Francesa, que llevó a la literatura el genial Francis Scott Fitzgerald en su magnífica "Suave es la noche", de 1934, cuando se trataba apenas de un pueblo de pescadores frecuentado por excéntricos millonarios norteamericanos.
En el "port vieux" (puerto viejo), apenas un pequeño embarcadero junto al Palais del Festival et des Congres, donde tiene epicentro el certamen cinematográfico, los lujosos e inmensos yates se apiñan unos junto a otros.
También se los ve en otra escollera, un kilómetro hacia el Norte, en dirección a Niza, o directamente fondeados frente a las playas, todas privadas a excepción de una, que se interponen entre el malecón, junto al boulevard de la Croisette, y el mar.
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Los yates o tienen propietarios multimillonarios, pues pueden valer entre seis y diez millones de euros los que amarran en Cannes, o se alquilan.
Es común que durante el festival, que se desarrolla junto a un mercado de cine (Marche du Film) que mueve cientos de millones de dólares, distribuidoras internacionales o canales de televisión europeos los alquilen para ofrecer allí recepciones y fiestas o para grabar entrevistas con famosos.
A la noche hay DJs, copas, baile, cócteles, sofisticadas tapas, alegría pasajera, lejos de la costa o sin siquiera soltar amarras.
También se utilizan para zarpar y discutir negocios en altamar, bajo la suave brisa del Mediterráneo en una primavera con temperaturas que oscilan en esta época entre 24 y 28 grados, que luego se sellan con una copa de champagne, obviamente francés.
Otros de los usos que se dan a estos yates (o yatchs si se quiere ser más refinado y no pecar de pueblerino) es invitar a modelos, actrices, actores y celebrities a paseos marítimos, regados también con fabulosas bebidas y deliciosos platos (el chef es parte imprescindible de la tripulación de cada uno de ellos) durante el día para volver a amarra por la tarde, con tiempo suficiente de ir al hotel a darse una ducha y vestirse para la gala nocturna.
Son de visión obligatoria para cualquiera que esté en Cannes durante el festival y son también, así como las joyas que lucen las actrices o algunos autos que se circulan por la ciudad, una de las ostensibles marcas del poder y el dinero, atributos que en el festival, además del buen cine, cotizan alto.
Con información de Télam