(Por Hugo F. Sánchez) En 2019 el periodista mendocino Sebastián Moro fue asesinado en La Paz, Bolivia, por su trabajo cubriendo el golpe de Estado que destituyó a Evo Morales como presidente, un crimen que continúa sin ser esclarecido y que la directora María Laura Cali lleva al documental Sebastián Moro, el caminante, que recorre la vida del cronista y que mañana se estrena en el porteño Cine Gaumont.
La anterior película de Cali, Los ñoquis, que contaba los despidos masivos en el empleo público durante el gobierno de Mauricio Macri, fue la primera relación y el comienzo de la amistad entre la directora y Moro -que también fue dejado cesante de su trabajo en Radio Nacional en Mendoza-, que llevó a la realizadora a interesarse por la vida y la pasión del periodista por reflejar en sus notas las causas populares en Latinoamérica.
Cuando me enteré del ataque que había recibido, que días después devino en su muerte, quedé muy conmovida porque como muchos, no imaginaba el tremendo nivel de violencia que manejaban las fuerzas de choque de los llamados comités cívicos santacruceños, liderados por Fernando Camacho, cuenta Cali en comunicación con Télam.
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La historia particular de Sebastián también es un reflejo de la historia latinoamericana -explica-, con el avance constante de las fuerzas reaccionarias y las grandes empresas transnacionales para apropiarse de los recursos naturales de nuestra región, resume sobre el motor que llevó al periodista asesinado a centrar su trabajo en reflejar los conflictos derivados de las injusticias y la violación de los derechos humanos.
Télam: ¿Cuál fue el origen del documental, qué te llevó a contar la vida de Sebastián Moro?
María Laura Cali: Lo conocí en octubre de 2019 previo a las elecciones de Bolivia y Argentina, porque fui a presentar mi anterior documental, Los ñoquis, crónica de una resistencia presente y él me entrevistó en su programa de radio Comunidad Sur. Fue una entrevista muy profunda porque yo relataba en esa película los despidos masivos durante el gobierno de Cambiemos, que fueron la causa por la que Sebastián había llegado a La Paz. Por otro lado, él era de Mendoza y yo nací en San Luis, donde su papá había vivido, así que todo eso hizo que comenzara una amistad.
Cuando me enteré del ataque que había recibido, que días después devino en su muerte, quedé muy conmovida porque como muchos, no imaginaba el tremendo nivel de violencia que manejaban las fuerzas de choque de los llamados comités cívicos santacruceños, liderados por Fernando Camacho. Entonces quise conocer más sobre Sebastián y su historia, me contacté con su familia y en diciembre de ese 2019 ya estaba trabajando sobre su historia.
T: La película recurre a los audios del propio Sebastián Moro, en donde cuenta cosas de su trabajo, de sus estados de ánimo, vivencias e incluso analiza la situación política. ¿Cuáles fueron las decisiones en la puesta para contener ese material y otros de archivo que fueran funcionales a lo que querías contar?
MLC: Siempre supe que quería la propia voz de Sebastián fuera el hilo conductor. Por su historia de vida y la mía, me sentía muy cercana a sus emociones y contradicciones, éramos ambos de una provincia, habíamos emigrado para construir un destino mejor. Muchos de esos audios también hablan de mí, por lo que una vez que tuve su material, fui decidiendo cómo narrar cinematográficamente sus emociones, porque tampoco quería hacer un relato lineal periodístico, sino que para mí el tiempo en su memoria personal era circular, él evocaba momentos que me llevaban a su infancia y sus deseos. También con imágenes más poéticas o sonidos, como por ejemplo una tormenta en medio de un bosque, quería acercarme a narrar su interior.
La recreación era para mí un cuerpo fragmentado, no una teatralización realista de mímesis. Quería que desde la cámara se resignificara su energía más profunda, su fortaleza o fragilidad. Tampoco quiero definir lo que yo necesité expresar, sino que me importa la lectura del que mira. Quizá algunos espectadores vayan hacia otros lugares u otras conclusiones, desde lo cinematográfico, para mí de eso se trata narrar una vida.
T: ¿Uno de los objetivos de la película es que se conociera el trabajo y el compromiso de Moro con las causas que consideraba justas?
MLC: En estos tres años y medio la muerte de Sebastián ha sido ignorada por los medios hegemónicos tanto en Bolivia como en Argentina, aunque sí estuvo en medios comunitarios. Pero la historia de vida de Sebastián no se conoce y es fundamental visibilizarla; este documental es un medio para esa tarea. Porque como periodista e investigador, Sebastián le dedicó buena parte de su trayectoria en Mendoza a cubrir y difundir los juicios de lesa humanidad y los casos de violencia institucional en su provincia, mientras que en Bolivia, como jefe editor de Prensa Rural, trabajó codo a codo con las comunidades campesinas y pueblos originarios con una calidad periodística notable, dando cuenta de lo peligroso que continúa siendo el oficio de informar.
A partir de hacer visible su tarea, devolviéndole la voz que le quitaron, también se hace necesario acompañar a la familia en la búsqueda de verdad y justicia para que la causa internacional en marcha se active y pueda avanzar. La historia particular de Sebastián también es un reflejo de la historia latinoamericana, con el avance constante de las fuerzas reaccionarias y las grandes empresas transnacionales para apropiarse de los recursos naturales de nuestra región, una lucha que sigue tan presente como siempre en el contexto actual de América Latina y en su relación con el mundo globalizado.
T: Más allá de la vida del protagonista, ¿estuvo desde el principio del proyecto la voluntad de que en el relato se hable de un periodismo en retroceso?
MLC: Con la información tan globalizada de estos tiempos, la fragmentación, las fake news, lo que me interesa es profundizar también sobre el rol del periodismo y su compromiso de informar, pero no porque la línea editorial te la marca la multinacional que a través de la información necesita manipular las noticias para controlar otras cuestiones más profundas. Sebastián dice en un momento que hay muchísima información falsa y también dice que hay que equilibrar el militante y el periodista. Eso para mí es muy valioso no solo para los propios sino para los que son manejados por el bolsillo, que claramente no era el caso de Sebastián. Él creía en una forma de igualdad social, quería luchar por la libertad y la justicia, luchaba por los derechos de los más vulnerables pero no lo hacía porque le pagaban fortunas, era un trabajador precarizado, él creía y terminó perdiendo la vida.
Con información de Télam