Javier Peñoñori, guitarrista, compositor y escritor argentino, presentará mañana a las 20 en Hasta Trilce su reciente trabajo Todos los silencios del mundo, disco instrumental integrado por milongas y zambas de Atahualpa Yupanqui y Gustavo "Cuchi" Leguizamón, una pieza de Agustín Barrios y otras propias.
Es un disco que nace en plena pandemia y nos exigió buscar creativamente la forma para grabar, masterizar y darlo a conocer en todas las plataformas; para resistir y salir adelante: el arte es nuestro salvavidas y la música y la poesía es la vida misma, expresó a Télam Javier Peñoñori.
Del concierto que se realizará en el local porteño ubicado en Maza 177, participará Nuria Martínez en quena y sikus, haciendo en dúo obras de Uña Ramos y el Cuchi Leguizamón, y tocará como invitado al pianista Fernando Flaco Aguirre.
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"Este disco es la expresión de esos dolores tallados silenciosamente en los rostros de millones de seres", dijo a esta agencia el músico, sintetizando el espíritu de este trabajo que lleva su sello personal y en donde resuenan los ritmos de la música de raíz folclórico-latinoamericana.
Además, se suma este año la publicación de El río seguirá sonando (Alción Editora), un nuevo libro de relatos y poemas de su autoría ubicados imaginativamente en su San Pedro natal, dedicado al barrio y su gente y a la desaparecida laguna.
Télam: ¿Cuál es la propuesta que compartirás con el público?
Javier Peñoñori: Compartiremos parte de obras del disco Todos los silencios del mundo: Temas de Atahualpa Yupanqui, Agustín Barrios Mangoré, Astor Piazzolla, Aníbal Troilo, Uña Ramos, Cuchi Leguizamón y nuevas obras de mi autoría, también alguna poesía.
T:¿Cómo surgió la idea de escribir este libro y por qué lo titulaste El río seguirá sonando?
JP: La idea de escribir este libro surge en plena pandemia; la escritura es un lugar de resistencia desde donde puedo revalorizar el Arte. Tanto la poesía como la música me ayudaron y ayudan a abrir caminos entre la bruma de estos tiempos.
Los relatos reviven los amaneceres sobre las barrancas de mi pueblo, el espejo de las aguas de la laguna, los trinos de los pájaros de las islas y así sentir las ganas de escribir los relatos y poesías. Transcurrida en esa geografía, barrancas, islas, río Paraná, laguna (desaparecida), las orillas, los caminos de la costa, los barrios; las chacras, campos, sembradíos, las amistades del colegio y personajes del pueblo.
El río seguirá sonando; el río seguirá reclamando junto a sus pobladores su soberanía recordando la batalla de La Vuelta de Obligado y exigiendo que sus islas no sean incendiadas ni sus aguas sean contaminadas.
T: En el libro está muy presente el motor de la memoria, ¿qué papel cumple la memoria en este devenir de recuerdos que vas articulando en los relatos que integran la primera parte del libro?
JP: Es una pregunta fundamental. La memoria es la herramienta indispensable que si sabemos utilizarla, nos conduce al camino de la liberación como seres integrantes de una sociedad que busca justicia, libertad y soberanía; esto último está, para mí, muy ligado a los rasgos del arte de la música y de la escritura. Por eso hay algunos relatos y poemas que dan cuenta no solo de un lugar y su paisaje, sino simultáneamente cargado con momentos que vivíamos en nuestro país: nuestra gente, sus alegrías y tristezas, cómo se ganaban la vida: pescadores, isleños, peones de campo, jornaleros, maestras, obreros, etc., sus necesidades, padecimientos, las inundaciones, la solidaridad entre los más necesitados; y nosotros/as chicos del barrio, del colegio, partícipes de todo esto que te describo. Todo esto reverdece a través del árbol de la memoria. Y ese tiempo, hasta nuestros días, lo vemos cargados de silencios que irrumpen el telón del tiempo y afloran en música y palabras.
Con información de Télam