(Por Hugo F. Sánchez y Alfredo Ves Losada) La mirada esperanzada al futuro aún con un la cotidianidad agobiante del filme Alemania, de María Zanetti, y dos diferentes abordajes del pasado para sanar el presente propuesto tanto en Partió de mí un barco llevándome, de Cecilia Kang, como en Seagrass, de Meredith Hama-Brown, pudieron apreciarse entre los títulos que hoy entraron en competencia en el 38° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Como parte de la Competencia Argentina, Alemania, de María Zanetti, es una inmersión en la adolescencia de Lola (Maite Aguilar), que sueña con un viaje de intercambio como estudiante al país teutón, mientras los frentes abiertos dentro de su casa por los problemas de salud mental de Julieta (Miranda de la Serna), su hermana mayor, aparecen como la aduana más infranqueable para el ansiado destino en el exterior.
La ópera prima de Zanetti, con elementos autobiográficos de la propia directora, aborda las estrategias de la protagonista para enfrentarse -con su perfil bajo, su sencillez y sus dudas-, a sus deseos y a los desafíos del plano doméstico.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Alemania encara de manera sincera el tema de la salud mental, con el prisma de la década de los 90, que determinaba la falta de información y difusión que la problemática tiene en la actualidad, en una historia que refleja sin golpes bajos el deseo de fugar hacia adelante, esa incertidumbre y esa deriva que atraviesa una familia que enfrenta una situación así, tal como definió la directora luego de la proyección.
Por su parte Partió de mí un barco llevándome, otra película argentina pero de la Competencia Internacional, se proyectó hoy a las 9 de la mañana, con la colmada sala Astor Piazzolla del Teatro Auditorium.
El filme de Cecilia Kang, argentina de origen coreano que con su primera película, Mi último fracaso, formó parte de la sección nacional de la 31° edición del Festival de Mar del Plata, retoma el tema de la memoria, pero si en su opera prima se trataba sobre la familia y amigos con la perspectiva de la identidad coreana desde la vida en Argentina, aquí ese interés se amplia hacia un tema doloroso que arrastran varias generaciones y sigue sin tener una reparación histórica en Corea del Sur.
Se trata de las llamadas mujeres de confort, jóvenes coreanas que eran engañadas con la promesa de trabajo para termina como esclavas sexuales del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial.
Con el testimonio de una de aquellas muchachas, Hwang Geum-ju, extraído del libro Comfort Women, an unfinished ordeal. Report of a Mission, publicado por International Commission of Jurists en 1994, el documental de Kang esquiva lo esperable -que en este caso bien podría ser el testimonio de una o varias víctimas-, y en cambio, realiza una interesante operación que enlaza la tragedia de aquellos años con el presente, en donde la voz de las mujeres se deja oír en su búsqueda por igualar derechos, un debate que en Argentina tiene una especial relevancia.
La directora pone en el centro del relato a una joven estudiante de actuación (Melanie Chong), que por su encargo, debe memorizar parte de la desgarradora carta de Hwang, que describe lo que pasó en un barracón en donde día tras día debía satisfacer a los soldados del imperio japonés, y también cuenta lo que pasó luego de la guerra, cuando la sociedad condenaba a las mujeres que no se casaban.
Esta última exigencia social entronca la historia con Argentina, cuando la futura actriz ensaya sus líneas con su madre, momentos en que la mujer retoma su propio calvario matrimonial como víctima de violencia de género durante años hasta que su esposo la dejó.
Sin embargo, Partió de mí un barco llevándome -línea extraída del poema Árbol de Diana, de Alejandra Pizarnik- es una película luminosa, que si bien tiene como centro a la memoria y la disculpa y la reparación que no llega de parte del gobierno japonés a las víctimas, también tiene la vitalidad de la juventud encarnada en la protagonista, que tomando como propia la tragedia colectiva y la de su propia madre, asume que el único camino sigue siendo recordar y honrar a las mujeres. Y como argentina, también reconciliarse con sus orígenes.
La otra película que entró a la Competencia Internacional en Mar del Plata fue Seagrass, ópera prima de la canadiense Meredith Hama-Brown, que explicó sobre el escenario del Auditórium el drama que vivieron sus compatriotas de origen japonés durante la Segunda Guerra, que al igual que en Estados Unidos, fueron confinados hasta el final del conflicto y perdieron todo.
Esa injusticia es tomada por la cineasta para construir una historia en el presente, con una pareja con problemas maritales que para salvar su matrimonio, van a una especie de retiro para reconectarse, acompañadas por sus dos pequeñas hijas.
Allí, la mujer de origen japonés junto a su marido anglosajón, se someterán a diferentes terapias, mientras las chicas juegan con otros niños que también llegaron al lugar con sus padres.
Con la incomodidad como premisa y el melodrama como norte, la película indaga sobre ese racismo seminal de hace décadas, que va aflorando de a poco sobre los integrantes de la familia, un síntoma de que las heridas no cerraron y que la solución de convivencia para la pareja está lejos de encontrar respuestas en ese idílico retiro.
Con información de Télam