Santiago Mitre abre el Bafici con "Pequeña flor", una comedia negra y sangrienta

19 de abril, 2022 | 10.23

(Por Hugo F. Sánchez).- La 23ra. edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici) comenzará hoy con la proyección de “Pequeña flor”, una comedia negra que según su director, Santiago Mitre, tiene “una levedad lúdica, juguetona”.

La quinta película del realizador, luego de “La cordillera” (2017), “La patota” (2015), “El estudiante” (2011) y “El amor-Primera parte”, que rodó en 2005 en colaboración con otros directores- es un thriller en la senda de lo absurdo sobre un dibujante (Daniel Hendler), que por su trabajo se muda a una ciudad del interior de Francia con su pareja (Vimala Pons) y tiene un particular vecino (Melvil Poupaud), con quien establece una particular y sangrienta rutina.

Para Mitre, se trata de una película con “una historia de amor, un poco de comedia fantástica, un poco una de asesinatos, un poco "gore" que hasta tiene secuencias musicales”, enumera el realizador en comunicación con Télam.

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Basada en el libro homónimo del argentino Iosi Havilio y adaptada por el propio Mitre junto a Mariano Llinás, “Pequeña flor” está hablada en español y francés y coquetea con la Nouvelle Vague, que en la década del 50 y los 60 entre otras cosas fusionó los géneros y se atrevió a una libertad de experimentación que revolucionó el cine.

Télam: ¿Cómo nació “Pequeña flor”, tan alejada de tus películas anteriores?

Santiago Mitre: Cuando leí ‘Pequeña flor’, que es un libro de Iosi Havilio, a quien admiro y tengo la fortuna de ser su amigo, pensé que ahí había el germen de algo, que conectaba con una tradición del cine de la comedia un poco alocada, junto con otros géneros de una manera muy interesante. Muchas de las ideas y del tono de la película son parte de mi interpretación y las sensaciones que tuve cuando leí la novela, por lo cual el material de base era muy distinto al de mis películas anteriores y eso fue lo que más me estimuló.

T: La película es una comedia negra que en algunos pasajes juega a una relectura y a ser parte de la Nouvelle Vague. ¿Cuál fueron los referentes y por qué te decidiste por ese tono leve y si se quiere, lúdico?

SM: Mi trabajo fue apropiarme de la novela, transformarla en imágenes y darle una cualidad cinematográfica, Y claro, en una película como esta, que se mueve en distintos géneros, con esa multiplicidad de géneros agrupados se piensa inmediatamente en un cine que ya no existe. Y la Nouvelle Vague es eso en cuanto a experimentación y juego de las formas cinematográficas, un referente del cual los que hacemos cine no podemos evitar pensar, sobre todo en François Truffaut, incluso Claude Chabrol, modelos con lo que decíamos, "bueno, estamos haciendo una película que puede remitir a esa tradición". Y eso no está nada mal. Y sí, siempre pensé que la película debía tener un tono ligero para contrapesar lo que hace el protagonista, que no voy a adelantar. Sentí que la novela y mi adaptación esconde una historia de re-enamoramiento entre los personajes que debía tener una levedad lúdica, juguetona. Incluso las escenas que pueden ser más truculentas, están pensadas desde una perspectiva humorística.

T: El “interior” francés, el papel relevante de la música, los dibujos del protagonista que en el final bien podrían ser el storyboard de la propia película. ¿Cómo fuiste conformando la puesta que tiene varias apelaciones a la historia del cine?

SM: En cuanto al interior, es un poco de las tantas bromas e ironías de la película. Cuando “El estudiante” se estrenó en Francia estaba muy orgulloso porque bueno, Francia significa algo para el cine. Y el primer lugar a donde fui con la película fue Clermont-Ferrand, que es una ciudad que no se parece mucho a lo que uno se imagina cuando uno piensa en Francia. Entonces cuando empecé la adaptación pensé en eso, en un protagonista que consiguió laburo ahí, un lugar que no le resulta amigable y que no es lo más hermoso del país. La película está construida con retazos de una Francia un poco inventada, la de las historietas belgas y francesas que leía en mi infancia, por eso el protagonista es dibujante, también con la música, con temas como “Capri cést fini” del cantante Hervé Vilard, que era muy popular en la Argentina por aquellos años, son todas cosas de una Francia imaginada que sirvieron para la película. También hay algo de del perro se muerde la cola, el personaje vive lo que vive y luego lo convierte en dibujos, qué se yo, la película es un juego que tiene diferentes entradas que es cómo él procesa su estadía ahí en ese lugar, ser padre, su adaptación, todo eso termina traducido en ese objeto gráfico que intenta producir.

T: ¿Cómo fue la elección del elenco, qué sumó el registro particular de Daniel Hendler,

SM: Hendler es uno de los mejores comediantes de la Argentina y tiene una manera de trabajar muy particular, con una potencia de la mirada y una manera de estar en cámara única que le da una identidad fantástica. Y luego están los actores franceses, me hablaron de Vimala Pons, vi cosas de ella y nada, está loca, es graciosa, tiene unas capacidades físicas extraordinarias y una gran sensibilidad. Con Melvil fue un caso raro, yo quería que ese vecino del protagonista fuera como salido de otro mundo, un francés extrañísimo, y con Melvil fue elegir a uno de los actores favoritos de la vida, estoy fascinado con su trabajo, con la libertad con que se maneja y descubrí lo buen comediante que es. Logró hacer de un personaje a priori horrible, alguien hermoso, un snob desagradable que se convierte en el mejor amigo del protagonista.

T: ¿Qué creés que aportó a tu mirada el trabajo conjunto en el guion con Mariano Llinás?

SM: Yo escribí todas mis películas con Mariano, forma parte de mi manera de hacer cine, es como indisociable, y por supuesto, Mariano conectaba con esta tradición de fantástico sudamericano y cierto surrealismo de la novela de Iosi Havilio. Es un colaborador inmejorable.

T: ¿Tiene alguna significación especial que “Pequeña flor” haya sido elegida para abrir esta edición del Bafici?

SM: Es un momento de una alegría enorme, estoy muy agradecido con el amor, la dedicación y la pasión que le pusieron los programadores. Fue importante porque sentimos que vieron lo que vimos nosotros desde el primer momento, veníamos un poco inseguros, con dudas y ellos nos devolvieron la confianza. Por otro lado, yo soy del Bafici, fue uno de mis lugares de formación y también presenté dos de mis películas allí. Que “Pequeña flor” esté en el inicio del Bafici es sentirse querido, es el reconocimiento de un lugar al que quiero mucho.

Con información de Télam