Jorge Michel tuvo una vida a toda velocidad en la que pasó de ser marinero durante diez años a publicista, poeta y un renombrado escultor cuyas obras se encuentran en su mayoría desaparecidas, lo que fue el punto de partida para que su nieto, Iair Michel Attías, realizara "Catálogo para una familia", cinta en la que también indaga por qué su padre no tuvo relación con su abuelo.
"Sabía que había sido marinero, que había publicado poesía, y que se había destacado como escultor. Iba al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y veía dos de sus obras. Pero la historia estaba incompleta, no había un hilo que uniera las partes. Necesitaba llegar al fondo y por eso decidí abordar esa cuenta pendiente", dijo el director en charla con Télam sobre el filme que estrena hoy en ese museo.
Luego, la película sumará funciones en el Cine Gaumont, del 12 al 18 de octubre; en el Cine Teatro Helios (El Palomar) el miércoles 25 de octubre a las 20; en el Teatro Auditorium de Mar del Plata, el martes 17 de octubre a las 18 y en el Cine El Cairo, de Rosario, los días 14, 19 y 28 de octubre.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
"Partí de la necesidad de conocer más sobre la historia de mi abuelo: en mi casa se hablaba poco, había sido artista pero no teníamos obras y solo había pocas fotos -pero muy elocuentes- que eran prestadas. Falleció cuando yo tenía un año de edad y después de eso mi padre ya no mantuvo contacto con Josefina Robirosa, su pareja por más de treinta años", comentó el realizador.
La película narra la búsqueda de obras extraviadas de su abuelo (1925-1991), mientras reconstruye su historia, su vida y legado: el director visita depósitos, archivos y colecciones siguiendo la huella del artista, desde la bohemia de los años 60 en Buenos Aires hasta los depósitos del Museo Metropolitano (MET) de Estados Unidos.
Para ello, Michel Attías genera un atrapante diálogo entre la historia familiar, el anecdotario de su abuelo como artista y el rol de detective que asume para intentar dar con el paradero de muchas de sus obras desperdigadas por el mundo, sin que exista una trazabilidad de las mismas.
"Al principio quise contar la historia de Jorge Michel como escultor, porque su legado se consideraba extraviado y el personaje no era conocido. Me parecía injusto que hubiese creado esculturas tan bellas y únicas, pero que -a excepción de las del Malba- el resto no pudieran verse. Luego entendí que mientras buscaba esas obras estaba recuperando una historia familiar", recapituló el director.
"Empecé a contactar a sus amigos, colegas, a la familia que había formado -agregó-. No sabía qué podían pensar de mí, qué creían que sabía y qué no. Así que trate de preguntarles todo aquello que me generaba curiosidad. Buscaba testimonios que no enaltezcan al personaje sino que lo describan con sinceridad, con matices".
En esa intención, Michel Attías encuentra un balance entre quienes describen al genio artístico y los que, sin juzgar, cuentan cómo se separó de su padre cuando él apenas tenía un año, para reencontrarse 30 años después. Así, el director fue desentrañando un ambiente desconocido, en momentos en que, además, él mismo se había convertido en padre.
"Me encontré también con un mundo que no conocía: el del arte y su mercado, que es informal y del que se dejan pocos registros. Visité colecciones particulares, depósitos, llamé a casas de remates y museos tratando de relevar la obra. Averiguando si alguien la compró hace cuarenta años, si todavía existía, si se podía visitar. La mayoría de esas puertas se abrieron y pudimos filmar. Toda la travesía fue un gran gesto contra el olvido", sostuvo.
Télam: Argentina no es un país que se caracterice por cuidar su archivo, algo que sucedió con la obra de tu abuelo.
Iair Michel Attías: El archivo es uno de los pilares de la película, pero eso fue una sorpresa. Partimos sin tener nada, pero con la esperanza de que esos registros -igual que las obras- no podrían haber desaparecido. Quise contar esta historia con material de archivo, pero sabía que iba a ser difícil. Haciendo cine me encuentro seguido con escasez de materiales, o con el pésimo estado de preservación de los mismos. Así y todo, algunas veces llegamos a tiempo, torcemos ese destino fatal y los materiales ven la luz. En este caso los materiales fueron apareciendo a cuentagotas.
T: ¿Cómo quedó la relación entre vos y tu historia familiar luego de la película?
IMA: Luego de 30 años tuve la oportunidad única de construir mi propia versión de los hechos a través de la película. Mi abuelo formó una familia, a su manera, y yo estaba formando la mía mientras hacíamos la película. En ese sentido creo que el documental puede interesar a quien se aproxime por el lado del arte, pero a la vez toca una fibra más universal que es el derecho a la identidad y a responderse preguntas antes de que sea demasiado tarde. Mi padre estuvo contento de que yo pudiera retomar esta búsqueda, aunque se mantuvo al margen durante el proceso. Vio la película cuando la estrenamos (en el último Bafici). Lo interesante fueron varias conversaciones que tuvimos donde él iba recordando anécdotas que nunca me había contado, pero que el propio ejercicio de memoria las trajo al presente. Creo que el proceso removió el pasado, pero trajo algo reparador.
Con información de Télam