(Por Hugo F. Sánchez).- Durante los siete meses más estrictos del confinamiento por la pandemia de Covid-19 la cineasta Franca González registró el momento y añadió sonidos, reflexiones y materiales enviados por conocidos de todo el mundo, una suma de elementos que dio como resultado "Apuntes desde el encierro", un ensayo documental que se estrena hoy en el Complejo Gaumont.
Con una destacada carrera como documentalista con títulos como "Atrás de la vía" (2006), "Liniers, el trazo simple de las cosas" (2010), "Totem" (2013), "Al fin del mundo" (2014), y "Miró. Las huellas del olvido" (2018), González se propuso atesorar momentos y situaciones de ese presente pandémico para el futuro, pero en el camino descubrió que esas experiencias debían convertirse en una película.
"Llegué a juntar unas 200 grabaciones de situaciones y atmósferas muy diversas que testimoniaban sobre esos tiempos casi apocalípticos", cuenta la directora en comunicación con esta agencia.
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Télam: ¿Como cineasta sentiste una especie de obligación de hacer una película que registrara el encierro durante la pandemia?
Franca González: Sí, algo de eso hay. Cuando se declaró el confinamiento obligatorio en la mayor parte del planeta, pensé en algo muy simple: guardar para nuestra memoria colectiva algunas postales urbanas que, suponía, en el futuro nos parecerían trucadas. Entonces convoqué a amigos reales y virtuales de diferentes partes de mundo para que me enviaran imágenes, sonidos, situaciones de sus propios encierros.
Recién ahí me planteé registrar mi propio encierro y buscar un relato que me permitiera unir esas experiencias que de tan personales, se volvían universales. Unos meses después, nació la idea de transformar todo eso en una película.
T: Produce un extrañamiento particular ver las imágenes del encierro desde el presente. ¿Tuviste que hacer un esfuerzo particular para recuperar esas sensaciones de la pandemia?
FG: No, la película se fue construyendo en pleno confinamiento, tiene la frescura y el hastío del puro presente, no hay una reflexión o una reestructuración post-pandemia. Preferí que funcionara a modo de ensayo y de diario porque esas cosas nunca se tocan más tarde, son el reflejo puro y duro de lo que pasaba cada día.
T: Los chats, "espiar" a los vecinos, las charlas por Zoom junto a reflexiones de pensadores y también las tuyas. ¿Cómo fue el armado de esa puesta, cuál fue la premisa?
FG: Más que el armado de una puesta, todas esas escenas forman parte del guion documental. Cuando me propuse encontrar una línea narrativa al relato, necesité tener en claro qué era lo que quería contar. Todo lo que aportara a esa búsqueda, entraba en la bolsa de posibles materiales; el resto, por más bello o impactante que fuera, quedaba afuera. Te diría que casi no hay puesta en escena. Excepto, obviamente, en el ejercicio de filmarme a mí misma en escenas cotidianas marcadas por el encierro, no tenía otra escapatoria que usar la primera persona. El resto de los materiales son puramente documentales. Grababa las conversaciones telefónicas que suponía, iban a ser interesantes. Guardaba los chats o mensajitos de WhatsApp, registraba a través de mis ventanas, casi todos los días, tanto imágenes como sonidos. Eran rarísimos los sonidos del silencio. Como al principio no pensaba hacer una película, sino un simple registro de situaciones que testimoniaran sobre el encierro propio y ajeno, no tuve pudor en filmar a mis vecinos. Fueron unos meses en que me animé a hacer cosas que nunca antes había hecho con la cámara. Tenía todo el tiempo del mundo.
Cuando me pareció que la riqueza del material me permitía pensar en un relato cinematográfico, busqué a mis vecinos y vecinas para contarles lo que había hecho, mostrarles las imágenes y pedirles sus autorizaciones de uso. Fue lo más difícil del proceso, te lo aseguro. Mi lente llegaba con nitidez a más de 200 metros. ¿Pero cómo localizar a esas personas? ¿Cómo iban a tomarse saber que alguien los había estado filmando sin que lo supieran? Soy una férrea defensora de la ética documental. Cuando tuve sus consentimientos, recién ahí me animé a editar tranquila.
T: ¿La película podría ser definida como un relato sobre la capacidad de mirar hacia el afuera y a la vez bucear en la propia intimidad?
FG: Sí, al comienzo pensé en la idea de una burbuja, donde suceden esas cosas. Aunque las paredes son transparentes, no se puede salir de la burbuja. Y a su vez, el punto de vista tiene algo de deformante. Los sonidos también llegan con una amplificación rara a ese espacio cerrado. Coincido en que la película lo que cuestiona es la capacidad de mirar y de mirarnos.
T: ¿Cuál creés que será la reacción de los espectadores ante la película? ¿Crees que hay un interés por hurgar en el confinamiento?
FG: Creo que hoy la película se nos presenta como un espejo distópico. Si bien tenemos la sensación de que esas atmósferas y vivencias ocurrieron hace muchísimo tiempo, al enfrentarnos a ellas la emoción está a flor de piel. Como si no hubiera distancia entre ese momento y el actual. Nada ha sanado. Simplemente hicimos todo lo posible por alejarnos de las turbulencias a las que nos expuso el aislamiento y por retomar una vida que dista muchísimo de ser la que teníamos antes de la pandemia.
Pensé mucho a la hora de estrenar, si este ya era tiempo de mostrarla. Creo que nos va a llevar muchos años procesar lo que vivimos. Por eso era importante narrar en tiempo presente. Ahora mismo siento que lo hubiera contado de otro modo.
Dentro de 15 años, haremos diferentes lecturas de estos apuntes. Creo que todavía hay una resistencia muy grande a hurgar en el confinamiento. Y lo entiendo. Lo bueno es que algunas películas no envejecen. Ojalá esta termine siendo un testimonio, personal y subjetivo, siempre abierto a las miradas futuras.
Con información de Télam