(Corrige información sobre la gira en el segundo párrafo)
(Por Hernani Natale) Con un concierto en el que amalgamó grandes clásicos y composiciones más recientes bajo una misma moderna sonoridad, y en el que además mostró que mantiene una curiosidad musical que le permite proyectarse hacia el futuro, Caetano Veloso pareció anoche desmentirse a sí mismo en el porteño Movistar Arena cuando dijo que su actual gira Meu Coco podría ser el punto final de su largo andar por los escenarios.
Antes de iniciar este recorrido, cuyo tramo argentino prevé repetir este domingo 11 en el teatro El Círculo, de Rosario, el estandarte de la música popular brasileña había deslizado que este tour podía ser el que marcaría su retiro de los escenarios, con los 80 años que acusan su documento desde agosto pasado como irrefutable excusa.
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Sin embargo, los fans argentinos se encontraron con un Caetano Veloso que sigue conjugando a la perfección tradición y modernidad, una senda que evidentemente todavía no terminó de recorrer; pero también aún poseedor de vitalidad artística de sobra como para despejar la saudade que atravesó el concierto.
La leyenda bahiana sacó a relucir sus seis décadas de trayectoria al revisitar muchos de sus clásicos, aunque no cayó en la tentación de convertir el repertorio del concierto en un grandes éxitos. Consecuente con el nombre de la gira, también mostró muchas de las canciones del homónimo disco que la motivó y sumó alguna de Abraçaço, su anterior registro de 2012.
Pero lo más importante de todo es que, más allá de que en sus más conocidas canciones abundara bossa nova y samba, entre otros ritmos tropicales, todo estuvo imbuido por el moderno pulso que le dio una excelente banda de cinco integrantes que promedian los 30 años.
Entonces, el tratamiento electrónico vertido desde los sintetizadores de Rodrigo Tavares, también encargado de las sonoridades que dialogaron con el soul y el jazz; la exquisita guitarra de Lucas Nunes, director musical del conjunto; y las percusiones de Kainã do Jêje y Thiaguinho da Serrinha, garantes del toque tradicional; dotaron a cada canción de un vigor atemporal y de un virtuoso sincretismo.
El mismo joven que en los `60 metió en una misma licuadora a Carmen Miranda y Los Beatles, aún hoy con 80 sigue explorando en los más diversos mundos para ponerlos a dialogar en un aggiornado lenguaje que otea lo que vendrá.
En esa propuesta, Caetano tampoco olvidó a quienes lo marcaron como artista y fueron sus grandes aliados en la batalla cultural, como el caso de Joao Gilberto, Rita Lee y Gal Costa, a quienes recordó en distintos pasajes del concierto.
Precisamente, el tranquilo y acústico inicio de la velada con Avarandado y su enlace con Meu Coco justamente conjugó pasado y presente musical y reunió a Joao Gilberto y Gal Costa. El ida y vuelta en el tiempo siguió con el tándem Anjos Tronchos y el clásico Sampa, con la consabida mención a Rita Lee.
Se profundizó con Não vou deixar, con su pulso rockero y su final de sonido electrónicos y percusiones afro en plan trip-hop; y You Don´t Know Me; en una veta soulera romántica con ciertos aires Motown.
Buenas noches, Buenos Aires. Es para mí siempre una belleza estar en Buenos Aires, saludó suavemente el artista bahiano, antes de anunciar que no podía dejar de cantar una canción del álbum `Transa´ debido a que está cumpliendo 50 años de su lanzamiento.
Si hasta allí el concierto transcurría por inapelables terrenos musicales pero el protagonista de la noche aún parecía un poco contenido, con Trilhos urbanos en una bellísima lectura jazzera, fue soltándose, al punto que el final de la noche lo iba a encontrar ensayando con gracia unos elegantes pasos de samba.
La emoción superó al brasileño cuando celebró a la vez a Violeta Parra y Mercedes Sosa con su interpretación de Volver a los 17, una bonus track del famoso disco Fina estampa, en el que cantó clásicos de la música latinoamericana, que demoró 30 años.
Pero Caetano explicó, casi a modo de mea culpa, que no formaba parte de su repertorio porque no solía prestar atención a estas canciones serias, o poética o respetables que cantaban sus amigos universitarios.
Yo empecé un trabajo que iba a llamarse tropicalismo en Brasil en 1967, el año que murió Violeta. Entonces no me interesaba por estas canciones que mis amigos universitarios cantaban y les gustaba, porque yo estaba mirando los modelos melodramáticos que eran considerados de mal gusto para ponerlos en una perspectiva diferente. Entonces yo no pensaba mucho en estas canciones que eran serias, o poéticas o respetables, comentó.
La cantaré como una oración, como una celebración, como una demostración de honor, subrayó en otro párrafo. Al final de su interpretación, emocionado pero no muy conforme, pidió disculpas porque en su anterior concierto en Chile salió más entera.
Cajuina y su aire reggae; Reconvexo que puso al músico a ensayar unos gráciles pasos de de samba; O leãozinho, también con perfume jamaiquino; e Itapuã conectaron con la historia musical más conocida de Caetano.
Pulsar, sobre una poesía de Augusto de Campos, a quien calificó como el más grande poeta de Brasil hoy, planteó un breve momento dadaísta que desembocó en la rockera A bossa nova é foda, para finalmente recalar en un nuevo y explícito homenaje a Gal Costa con Baby.
Entre la dulzura de Menino do Río y Lua de San Jorge, la moderna Sem samba não da cargo de energía el cierre, aunque aún faltaban los bises con la serena Mansidão, una Odara que recordó a la Electric Light Orchestra, y el samba a ultranza de A luz de tieta.
Cuando todo indicaba que era el final, la gran ovación del público empujó de nuevo a Caetano sobre el escenario para que improvisara algunas estrofas de Tonada de luna llena.
Pero el artista bahiano tenía dos cartas más guardadas bajo la manga, nada menos que las joyas Cualquier coisa y Um indio, embellecidas aún más por los exquisitos arreglos de la banda.
Caetano Veloso completa hoy su agenda porteña y mañana cierra en Rosario su paso por la Argentina, en donde en 2019 había estado junto a sus hijos. El tiempo dirá si hay algún bis más en nuestro país, sino habrá sido una despedida a la altura de su fundamental historia.
Con información de Télam