Performance, locura y magnicidio

02 de septiembre, 2022 | 18.07

(Por Albertina Carri*).- Borrando giles del Instagram porque dicen que la cosa estuvo actuada.

¡Aha! Mirá vos, che. Una actriz del carajo ¿no?. Bah, unos actores y actrices impresionantes todes. Los guardias que actuaron de boludos, se merecen un Cóndor como mínimo, ¡porque hay que actuar de gil!... no se crean que es tan fácil ¿Y ella de mártir? ¡bueh, para el Oscar! Pero qué ganas de andar haciéndose la mártir; ¿no? Porque digo, en un país como esta República donde los problemas sociales, políticos y judiciales, están a la orden del día -y siempre son graves- ¿es necesario montar semejante acto? Sí ella ya era mítica. Ya había resistido a todos los embates de la derecha violenta a puro golpe de palabra. ¿Necesitaba ella (ella, ella, ella) poner un arma en escena? ¿No estarán viendo demasiado Netflix amigues? ¿No estarán viendo demasiada trama berreta en sus pantallas?

¡Es la vicepresidenta de un país! Es la representante más poderosa que tiene el peronismo en este momento ¿para qué se iba a escribir ese guion ridículo de “mis custodias son unos inútiles pero el espíritu santo me salvará“? No cierra por ningún lado, y solo suma otro manto de odio sobre unos odiadores seriales, que vienen entrenándose hace décadas en la exterminación del otro como una solución a sus problemas. Es grave, es gravísimo lo que está pasando. Porque no es un acto, un hecho, un asunto, sino una conclusión. La conclusión de que la política es barbarie. La conclusión de que el asesinato es una posibilidad. La conclusión de que amedrentar siempre da buenos resultados.

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Esta escena de odio me da miedo, claro que me da miedo un tipo apuntando con un arma a la cara de una mujer. Siempre da miedo eso y lo vimos tantas veces. ¡Qué horror! Otra vez invocando el espanto, jaqueando a la democracia, financiando al odio. Creando el odio, porque ese muchacho no salió de un repollo, ni vino del país vecino a inventarse una gran historia. Ese muchacho fue moldeado a imagen y semejanza de los relatos que con impunidad circulan en los medios de comunicación masivos. Y en los discursos políticos de algunos líderes que prefieren pactar con la muerte antes que con la comunidad.

El loquito que se les escapó, no es un suelto ni un fugado. Está cincelado al detalle por el presente: es una marioneta de la historia. Es el hijo de odiadores mediáticos masivos (con muches tíes y madrinos y padrinas televisados en vivo): es el bichito que esa familia regó con ilusión y les salió bien ¡La pucha que les salió bien! Como anillo al dedo, se mudó de país y se puso a coleccionar armas y a seguir páginas de odio contra comunistas. Ese muchacho que empuñó el arma: podría ser un Hitler después de haber sido soldado raso de la Primera Guerra Mundial dando sus primeros pasos de odio, allá por el 22 frente a una audiencia empobrecida. El morbo de la televisión lo muestra como un odiante compulsivo, ¡como si el odio fuera una enfermedad individual! Los medios hegemónicos y todos los intereses empresariales que protege han vomitado un hijo legítimo.

Pensemos cómo llegamos a esto mientras el pueblo sale a la plaza a pedir paz.

¡Qué incómodo todo! Siempre tengo el mismo problema con las consignas.

No me gusta la palabra pueblo, prefiero la palabra comunidad, porque viene del bien común, personas que viven bajo un interés común. Aunque esto sea una gran contradicción porque los intereses nunca son del todo los mismos prefiero vivir en ese consenso. No estoy de acuerdo con todo lo que hizo Cristina, no me gustan todas sus formas y todo lo que hizo Macri me resulta repugnante. Pero creo en un bien común: único e insoslayable para la vida en comunidad: la democracia. Aunque hay otro interés que honro y en el que creo y considero que es el líder de cualquier intento de construcción de un grupo humano: la no violencia. Democracia y no violencia deberían ser palabras sagradas, cómo mínimo intocables.

Pero no.

La violencia fue habilitada por los medios de comunicación homófobos, racistas, gordodiantes, xenófobos, transodiantes, misóginos y odiantes en general de cualquier corrimiento de la autoritaria norma con la que el capital impone sus reglas. La incitación al odio es moneda corriente y es un valor para el capitalismo neoliberal que ayer a las 21.30 se sacó la máscara de la paz y puso en acto la violencia que venía prometiendo desde los anteriores días con sus carteles de asesina y las bolsas mortuorias y las imágenes de la horca.

La paz tampoco es un concepto que me resulte cómodo porque en nombre de ella se suelen dejar a muchas personas afuera del sistema. La paz es un oxímoron. No me cansaré de decirlo. Insisto, porque la insistencia es una forma de hacer política: la violencia nunca es el camino. Condeno toda forma de violencia y, hoy, condeno en especial la violencia verbal y mediática, que incitó a poner en acto y a crear una imagen tan horripilante como el intento de homicidio de una vicepresidenta (expresidenta) de una República. La impunidad de considerar que se puede acabar con la vida de alguien es inadmisible para la comunidad.

Hoy 2 de septiembre de 2022, luego de haber declarado que las palabras “paz y pueblo“ me son costosas y, luego de que la subjetividad de mi comunidad haya sido mellada para siempre, por el histórico intento de magnicidio, que cometieron los medios de comunicación para defender intereses de la derecha, pido: paz para el pueblo argentino. Para que la conclusión vuelva a ser que la política no es barbarie, que el asesinato nunca es una posibilidad. Que amedrentar siempre da malos resultados. ¡Fuerza Cristina!

*Albertina Carri es realizadora cinematográfica, directora escénica y feminista, ha dirigdo entre otros filmes "Los rubios", "Cuatreros" y "Géminis".

Con información de Télam