Anabella Valencia como actriz y productora y Eleonara Masitany como directora son las responsables del montaje de "Los invisbles", última obra del dramaturgo argentino Gregorio de Laferrere estrenada por la compañía de Pablo Podestá en 1911 y que propone una comedia sobre las posibles derivaciones trágicas del espiritismo y los médiums, sea que convoquen canes o humanos.
"La pieza surge de la necesidad de mostrar al público la riqueza de las obras de autores clásicos argentinos y tiene la particularidad de que con Anabella compartimos en 1995 una puesta de la misma obra donde hacíamos los personajes de las hijas", cuenta a Télam Maristany sobre las motivaciones de esta puesta que dirige y que se puede ver todos los sábados a las 20.30 en el teatro El Popular de la calle Chile 2.080, de la Ciudad de Buenos Aires.
"Es una comedia satírica escrita en 1911 que da cuenta de cómo éramos en aquel entonces los porteños y al mismo tiempo nos ayuda a pensarnos en el hoy. Tiene una universalidad que trasciende espacios y tiempos, y que por sobre todo toca una fibra en la que podemos reírnos de nosotros mismos; es el mayor potencial de la obra, vernos como en un espejo, lo que somos capaces de hacer los humanos para poder mitigar las angustias existenciales", destaca, por su parte, Valencia, gestora de El Popular.
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"Los invisibles" fue el último texto teatral de un también político y periodista que creó otras populares piezas como "¡Jettatore!" (estrenada en 1902), "Locos de verano" (1905), "Bajo la garra" (1906) y "Las de Barranco" (1908).
Télam: La obra se inscribe en una propuesta del Teatro El Popular como centro de producción de rescatar los clásicos argentinos.
Anabella Valencia: Uno de los objetivos de El Popular es difundir, promover, producir y realizar teatro argentino, para lo cual tenemos muchas líneas de acción desde concursos dramáticos federales que llevamos a escena, a esta de realizar puestas de autores clásicos nacionales para reivindicar y compartir trabajos de creadores como Armando Discépolo, Roberto Arlt, Florencio Sánchez, Laferrere, entre otros, dando cuenta de que están a la altura de Moliere, Brecht o Shakespeare pero sin embargo la latitud geográfica de sus nacimientos y la distribución mundial de los intereses culturales y económicos los hicieron menos conocidos.
La razón es poder transitar la inteligencia, la astucia, la universalidad de las problemáticas que plantean estos autores y, al mismo tiempo, crear bases identitarias que las colonizaciones culturales que padecemos todos los días por todos los medios, incluso en el teatro, no terminen de arrasar con nuestros usos, costumbres, creencias y modos.
A veces hasta el modo de reírnos parece ser impuesto y nos quieren hacer creer que nos divertimos más con una sitcom que con Pepe Biondi o con Niní Marshall. Es trabajo nuestro revalorizar lo propio, traerlo, compartirlo, disfrutarlo.
T: "Los invisibles" es una comedia absoluta de comienzo a final.
AV: Es una invitación a una fiesta, porque reírse es vital, es festivo, es necesario; la sociedad transitando la angustia, la tristeza y el desánimo como única propuesta es insoportable, es necesario posicionarse desde otro lugar como sociedad para poder revertir algo de nuestra pequeña porción de mundo que nos toca. Por otro lado, queremos trabajar la identidad, de dónde venimos, cómo era la Buenos Aires de 1911, cómo eran los personajes que transitaban nuestras calles, cuáles eran sus costumbres, cómo se llevaban entre ellos, qué redes sociales existían, cuales no.
T: ¿Qué decisiones tomaron respecto del tratamiento de la obra?
Eleonora Maristany: La primera pregunta sobre la puesta en escena atañó a la forma del abordaje de la obra. Había muchas maneras; la pieza sugiere un sinfín de formas y estilos, cada una de ellas hubiese contado la misma historia pero desde distintos lugares. Desde la primera lectura, la idea fue la de una ruptura del lenguaje costumbrista que el autor propone. La decisión troncal es tornar divertido y risueño un clásico como Laferrere, de ahí el posicionamiento de la obra como "sátira". La obra entrelaza en sus tres actos escenas, contra escenas y extra escenas simultáneamente. Esta especie de rompecabezas se fue armando y comprendiendo en el proceso de ensayos donde todos los actores debieron estar presentes.
T: ¿Cómo pensaron la actuación y con qué tradición decidieron enlazarla?
EA: La creación de cada uno de los doce personajes tiene una particularidad diferente. La propuesta fue llevar la actuación al extremo. Sin temor a la sobreactuación y casi como un objetivo en sí mismo, los actores y actrices juegan con sus gestos, sus tonos y sus matices sin miedo a exagerar. Corridos de la escena del naturalismo e intentando acercarnos quizás un poco más a las primeras puestas, teniendo en cuenta que en 1911 fue estrenada por la compañía Podestá, que venía del circo.
AV: También nos centramos en nuestros grandes actores y actrices nacionales. Vimos muchas películas blanco y negro, tomamos sus modos, sus formas de hablar, sus miradas y sus corporalidades.
T: ¿Cómo piensan la vigencia de "Los invisibles"?
AV: La vigencia está dada en eso que podemos llegar a hacer los humanos para paliar la angustia existencial, los problemas diarios, el mero hecho de vivir. En este caso la familia y sus allegados se ven inmersos en la práctica del espiritismo, la superstición los guía en sus decisiones. Podemos ver en esta práctica, que era moneda corriente en el mundo entero a principios del siglo pasado en cierta clase social acomodada, paralelismos en prácticas actuales, tanto místicas como sociales, culturales y económicas: prácticas sobre constelaciones familiares, el terraplanismo, embestidas contra los avances de la ciencia como ser antivacunas, o viceversa la ciencia desconociéndose como tal y poniendo objetivos comerciales por sobre la salud; la especulación financiera también llega a ser pura superstición, incluso desde el periodismo se dice "cómo se levantan los mercados", como si fueran fuerzas espirituales o fenómenos paranormales que causan inflación, o corridas bancarias, o la falta de combustible; en fin, estamos inmersos en creencias y sugestiones que van cambiando de modo vertiginoso, a la velocidad actual de ventanas virtuales y que nos alejan del pensamiento crítico, lo que puede inducirnos a equívocos trágicos y no tan graciosos como los que vemos en la obra.
Con información de Télam