La historia de su abuelo que nació en un campo de prisioneros de la Isla de Rodas durante la Segunda Guerra Mundial, es el disparador para que la realizadora Irene Kuten indague sobre la migración y la identidad en Zew, que mañana se estrena en el Complejo Gaumont de la Ciudad de Buenos Aires.
Los abuelos de la directora huyeron de Polonia en la Segunda Guerra Mundial y en el camino hacia Palestina, naufragaron junto a otros 500 judíos frente a la costa de la isla griega de Rodas, en donde fueron capturados por los nazis y en donde también nació su padre, Zew, que en migraciones de la Argentina fue inscripto como José.
"Desde mis comienzos, cuando estudiaba en la Escuela de Cine de Avellaneda en los 90, para mí era una película que tenía pendiente", recordó Kuten en comunicación con Télam.
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La idea original que tenía como base la historia familiar, con el correr de los años se fue transformando y se hizo más abarcativa.
"Entendí que lo que le pasó a mi padre, la travesía, el barco que naufraga, el nacimiento como prisionero en un campo de concentración, que todos estos no solo eran parte de una una historia familiar -explicó-, sino que a través de lo que pasaron mi padre y mis abuelos podía abordar una experiencia más amplia.
Télam: ¿Cuál fue la motivación del proyecto más allá de que la trama forma parte de tu historia familiar?
Irene Kuten: Hacía mucho que quería contar esta historia. Desde mis comienzos, cuando estudiaba en la Escuela de Cine de Avellaneda en los 90, para mí era una película que tenía pendiente. En determinado momento entendí que lo que le pasó a mi padre, la travesía, el barco que naufraga, el nacimiento como prisionero en un campo de concentración, que todos estos elementos no se trataban de una historia familiar, sino que a través de lo que pasaron mi padre y mis abuelos podía abordar una experiencia más amplia. A partir de 2018 empezamos a trabajar con el equipo de la película en el desarrollo de un guion que permitiera incluir en el relato otras historias, económicas de refugiados, de perseguidos que llegaron acá por distintas cuestiones, como políticas, económicas, entre otras.
T: La película trabaja sobre la memoria como algo frágil, que necesariamente debe ser revisitada para que sea posible su transmisión. ¿Coincidís con esa mirada? ¿Es uno de los ejes de la película?
IK: El cine documental es un cine de y para la memoria, al menos así lo entiendo yo. Si bien yo conocía la historia, la mayor sorpresa que tuve en éste proceso fue encontrar en el protagonista una capacidad de reflexión profunda y constante. Su propia memoria es revisitada en el mismo acto en que transmite la historia, cuando comparte encuentros con otros migrantes en su vida cotidiana, cuando busca el modo de transmitirla a los nietos. La memoria es el gran tema del documental. Está en la búsqueda de la nieta y en el relato del abuelo. En ese encuentro la memoria adquiere vida y permanencia.
T: Justamente, ¿cómo llegaste a la decisión de llevar adelante la narración a partir de la voz de la nieta?
IK: La idea surgió especialmente después de haber recorrido el campo de concentración de Ferramonti en Calabria. Allí se produjo un encuentro casual del protagonista, Zew, con un grupo de adolescentes egipcios refugiados en Italia que recorrían el lugar. El intercambio acerca de sus historias me dio la pauta que la película debía dialogar con un público joven, que empieza a comprender que la historia es colectiva. En el caso de Gina, la nieta, comienza a indagar en su propia ancestralidad y quiere hacer algo con esas historias que conforman su identidad.
T: ¿Qué aporta la animación al relato, por qué decidiste usar ese recurso?
IK: En la propuesta estética del documental el trabajo sobre la animación refleja un poco ese hacer algo con la historia, porque la nieta es contrapunto y narradora, toma la historia del abuelo y la cuenta a través de expresiones plásticas. Todo el material de archivo, que comprende más de 200 fotografías que fue tomando mi abuelo en todo su recorrido, desde la huida de Polonia, luego el naufragio del barco Pentcho y finalmente los campos de concentración donde estuvo prisionero y donde nació su hijo, es intervenido a través de la animación. Es como si la nieta dijera: Bueno, ahora esta historia ya es mía, le doy forma, color y puedo seguir contándola.
A todo esto hay que sumarle las ilustraciones, que le imprimen al relato la perspectiva fantástica de la mirada infantil, del protagonista que en su recorrido inicial era un niño, pero también de los nietos que lo escuchan.
T: A partir de la concreción de la película, cómo creés que se construye la identidad para los inmigrantes y sus descendientes?
IK: Pienso que los inmigrantes que confluyen en la película tuvieron la posibilidad de integrarse en una sociedad que los recibió. Pero creo que el racismo y la discriminación existen y son fuertes. La condición de migrante no es igual para todos. No son iguales las condiciones de acceso para todas las comunidades y por eso, este documental pretende un poco ser un relato de advertencia y reflexión.
Con información de Télam