El actor Norberto Gonzalo se mete en la piel del protagonista de Stéfano, de Armando Discépolo, cuya penuria estriba en haber sido un músico importante en su Italia natal pero que no consigue el éxito en su vida argentina, con un familión a cuestas, cuya versión dirigida por Osmar Núñez se ofrece en la tradicional sala La Máscara, del barrio de San Telmo.
Estrenada originalmente en el teatro Cómico -actual Lola Membrives-, de Buenos Aires, por la compañía de Luis Arata en 1928, la pieza pertenece al género grotesco criollo, creador por el autor y descendiente directo del sainete, con la diferencia de que los personajes ya no son una cohorte de inmigrantes sino que hay entre ellos una primera generación de argentinos nativos y el dolor y hasta la tragedia ocupan el lugar que antes tuvo el humor.
Esta no es solo la obra más representada de Discépolo, sino que, para muchos es su obra cumbre, integrada a una trilogía que completan 'Mateo' y 'El organito', esta última firmada también por su hermano Enrique Santos. Aunque, claro, sin olvidar 'Mustafá', 'Relojero', 'El movimiento continuo', 'Babilonia', 'Muñeca' y tantas otras", expresó Gonzalo en diálogo con Télam.
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El intérprete confesó ser hincha de Discépolo desde siempre; y aun de los dos, de Enrique y de Armando. Yo vengo participando con cierto dolor de sus diferencias políticas, literarias y personales. Aunque sigo creyendo que el homenaje y, en parte, el reconocimiento, están pendientes, y hasta me atreví a señalarlo en mi espectáculo El pescado sin vender (2016), donde el personaje de Miguel los paseaba juntos en su mateo.
Télam: ¿Cómo fue la decisión de montarla de una vez?
Norberto Gonzalo: Uno siempre sueña con una obra que ha leído o ha visto y Stéfano, como un emblema de Discépolo, fue soñada por mí desde siempre, pero empezó a convertirse en un sueño posible cuando la vi protagonizada por Raúl Ramos, en 2008. Él consiguió transmitir desde ese personaje la encarnadura y la humanidad en la que yo creía. Me conmovió ese laburo y varios años después tuve oportunidad de contarle mis ganas y mis miedos de hacerlo, y él tuvo el gesto de empujarme a encararlo. Así nació la idea de este proyecto, y por eso decidí homenajearlo, dedicándolo a su memoria.
T: ¿Cómo aparece el nombre de Osmar Núñez en la dirección, consagrado como uno de nuestros grandes actores?
NG: Una vez decidido, lo primero que aparecía era la necesidad de sustraerme a la dirección. El volumen del personaje y del proyecto ameritaban una mirada externa, pero coincidente al mismo tiempo, con mi criterio de dirigir desde el actor. Se lo propuse a Osmar Núñez; con él veníamos de compartir una gratificante y exitosa experiencia, Orquesta de señoritas, de Jean Anhouil, en 2016. Y él, además, que protagonizó como actor una excelente versión de Relojero, también de Discépolo, en el Teatro Regio, aceptó con el entusiasmo y la humildad que lo caracterizan.
Y nos pusimos a laburar: primero con la imprescindible investigación sobre la época, la situación política-social, la inmigración y el género teatral, el grotesco, ese culto que Discépolo nos legó y que perdura hasta el presente. Fue atractivo redescubrir la identidad inmigrante de nuestros ancestros. Un hecho casi de color: mi domicilio hoy en San Telmo queda a la vuelta de donde mi abuelo genovés tenía su carbonería a comienzos del siglo pasado.
T: ¿Cuál fue el color que buscaron para la puesta?
NG: El armado de los equipos artístico y técnico fue determinante para lograr la línea y el color de la versión. Tanto la convocatoria de un elenco con conocimiento y tránsito por el grotesco, como los grises de un ámbito opresivo, definidos por escenografía, vestuario, música e iluminación. El cocoliche practicado por los personajes de Stéfano, Pastore, y sobre todo, por los padres del protagonista, contrasta, como el género lo pide, con el español aporteñado de Margarita, su mujer, y sus hijos Radamés, Ñeca y Esteban.
T: -¿Cómo se armó el elenco?
NG: -Fue, en general, responsabilidad de Osmar; yo solo me permití proponer a Patricio Gonzalo para Radamés -mi hijo en la vida real, lo cual es un valor agregado en lo personal-, a Jorge Paccini para Don Alfonso, el padre, y al maestro Gerardo Amarante, para la composición musical.
Finalmente, hablar hoy sobre la innegable vigencia de Discépolo -y de Stéfano en particular-, nos remite seguramente a la necesidad de volver a las fuentes. A la pelea por recuperar nuestros orígenes y nuestra identidad y el tantas veces bastardeado lenguaje ético y estético que nos dejaron los Discépolo teatreros de la Argentina y del Río de la Plata.
Stefano completa su elenco con Pablo Mariuzzi, Elena Petraglia, Paloma Santos, Lucas Soriano y María Nydia Ursi-Ducó, con vestuario y escenografía de Alejandro Mateo realizada por Salvador Aleo, Marina González y Norma Rolandi, asistencia artística de Mónica Benavídez y de dirección de Ruth Scheinsohn.
Se ofrece en La Máscara, Piedras 736, los sábados a las 21, con entradas por boletería o a través del teléfono 4307-0566 y por www.lamascara-teatro.blogspot.com https://www.facebook.com/pages/Teatro-La-Máscara/
Con información de Télam