El humorista Roberto Moldavsky debuta en cine este jueves con Ex Casados, una comedia romántica que protagoniza junto a Jorgelina Aruzzi, en la que se retrata a un matrimonio en crisis, y con un personaje que empieza a entender que el universo machista en el que creció y vivió está dejando lugar a otro mundo mejor.
No es una película pretenciosa en la que el tipo se convierte en un activista del feminismo y empieza a organizar marchas, sino que comienza a aprender lo que está pasando en la actualidad. A través de la comedia y de la risa descubre que el mundo que vivía y creía normal no era así, expresó Moldavsky en charla con Télam.
La cinta aborda la historia de un matrimonio que mantiene discusiones diarias, lo que hace que la convivencia se torne insoportable. A través del humor, los personajes hacen foco en los distintos estereotipos, el feminismo y el machismo.
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Esas diferencias los llevan a tomar la decisión de separarse, pero luego de dos años se reencuentran para firmar el divorcio y un accidente los obliga a tener que volver a convivir y a emprender juntos un idílico viaje, en el que se replantean lo que siente cada uno por el otro.
Es una comedia divertida, romántica, en la que el amor es el tema central que está dando vueltas todo el tiempo, pero además te deja pensando en algunas temáticas; sin bajar línea planteamos que las cosas están cambiando y mi personaje empieza a entender esos cambios, explicó el comediante que está al frente de la obra El método Moldavsky en el porteño teatro Apolo.
En ese sentido, aclaró que esa no es una deconstrucción automática porque sería poco creíble. El personaje se sigue mandando cagadas, está en un proceso de aprendizaje como yo. Jorgelina siempre me dice que `el feminismo se aprende´, abundó el humorista que forma parte del ciclo Trato hecho, que conduce Lizy Tagliani por la pantalla de Telefe.
Michel Noher, Liz Solari, Campi, Celina Font y Matías Desiderio completan el elenco del filme dirigido por Sabrina Farji y que cuenta con la participación especial de Gabriel Corrado.
Télam: ¿Cómo llegás a la pantalla grande?
Roberto Moldavsky: Sabrina me vino a buscar y me dijo que tenía un guion que creía que era para mí, yo le pedí que me ponga de mozo, ya que era mi primera experiencia en cine. Cuando me dio el guion lo leí, se lo mandé a Gustavo Yankelevich y le dije que me gustaba. Ya veníamos pensando en hacer algo en cine y el texto me pareció muy divertido. A mí me pasó en la vida que cuando viene un tren inesperado me he subido. Así que me subí al tren del cine.
T: ¿En qué te sentís identificado con tu personaje y en qué no?
RM: Me siento identificado en que es un tipo de mi generación que se está desayunando con un mundo nuevo y tiene la suficiente sensibilidad para entender, no es un necio. A partir de su relación con su ex empieza a entender cosas, como que el fracaso de esa relación también tiene que ver con su actitud machista. Soy de una generación que fuimos educados con algunas dificultades para desarrollar el pensamiento y ahí tengo una similitud, y también por esa cierta sensibilidad que demuestra, pero por lo demás es un personaje extraño; un tipo de muy alto perfil, muy egocéntrico, que le gusta la joda, las pilchas, los autos y yo no soy así.
T: Trabajaste hasta los 50 años en un negocio de ropa, ¿cómo viviste el hecho de ser conocido de golpe?
RM: Es que esta entrevista para Télam, por ejemplo, no la puedo entender. Toda la vida leí Télam y ahora me vienen a buscar a mí. Es muy loco, todavía no caí. La otra vez hablaba con Lizy Tagliani en un Martín Fierro que estábamos los dos ternados y se encontraban ahí Mirtha Legrand y Susana (Giménez) y le digo "mirá vos, hasta no hace mucho vos estabas cortando el pelo y yo en el negocio metiendo una campera en una bolsa". Me encanta. La gente me saluda, me pide fotos, y mis amigos me cargan y me preguntan si no me molesta. Y no, todo lo contrario, yo los corro para pedirles la foto (risas). Cuando no venís de este palo y te encontrás con esto te queda solo disfrutarlo. Somos muy pocos los que tenemos la suerte de hacer lo que nos gusta.
T: ¿Gustavo Yankelevich fue un punto de inflexión en tu carrera?
RM: Totalmente. Es el que me convence de algo que yo no quería ver. Él me decía que lo que hacía era masivo. Me vino a ver al teatro y me dijo: esto no es para dos veces por mes en Palermo, esto es para calle Corrientes cinco veces por fin de semana y que todo el mundo te conozca. Ese salto sí que era difícil. Hoy puedo decir que Gustavo no se equivocó, yo dudaba de mí, porque no tenía el sueño de ser humorista, de ser famoso, nunca lo tuve en mi vida. Entonces cada cosa que me pasa es como cuando te encontrás plata en el piso. Gustavo siempre me dice: Vos querés trabajo o carrera, porque si querés trabajo yo te consigo en diez mil lugares, pero si querés armar una carrera entonces tenemos que encarar las cosas que te gusten, que te sumen, que te hagan bien. Tenemos que pensarla juntos. Por ejemplo, él me convenció de hacer Masterchef y después lo disfruté, al igual que todo lo que me pasó con la gente a partir de esa participación. Esas cosas se las debo a él y hoy tenemos una relación, soy su amigo. Me acompañó a una gira por Irlanda, por Inglaterra, a España, y él se puso a tirar cables, algo que hacía cuando arrancó en Telefe, ese es Gustavo.
T: ¿Creés que faltan programas humorísticos en la televisión?
RM: Hay humor en la tele donde antes no había como en los noticieros. Está Darío Barassi o Lizzy o a Jey Mammón que hacen humor dentro de un programa que no es humorístico. Lo que falta es el programa de humor, de sketch. Más de lo que hace (Diego) Capusotto o los chicos de Sin codificar. Yo crecí con cinco programas de humor en la televisión que decíamos cuál vemos hoy. Pero en teatro, por ejemplo, las obras más taquilleras de la temporada eran tres comedias, entre ellas, la que hacíamos nosotros El método Moldavsky, la gente llena las salas para ver humor, entonces ¿cómo puede ser que la tele no levante ese guante? Yo no tengo la explicación del porqué, pero sueño que vuelvan esos programas de cuando era chico, con otros códigos. La gente me agradece y me dice que necesita reírse.
Con información de Télam