Mburucuyá, agrupación que indaga en la música de tradición folclórica argentina incorporando elementos de la electrónica y el dub, lanzó su homónimo y audaz primer disco, del que participaron Graciela Borges, Verónica Condomí, Ramón Ayala, Hernán Albornoz y Nuria Martínez.
La singular propuesta propone rescatar la herencia cultural argentina a partir de un encuentro entre el productor Nicolás Pfeifer, el guitarrista y compositor Gustavo Semmartín y el DJ y productor electrónico Ezequiel Lodeiro, quienes provienen de diferentes disciplinas.
Un clima atemporal atraviesa este trabajo en donde la electrónica y las guitarras tradicionales se cruzan. "Sin dudas desde el primer segundo intentamos situarlo fuera de registro; todo el tiempo está mostrando huellas de un pasado que tal vez no existió pero que está presente igual, en el espíritu", afirmó a Télam Nicolás Pfeifer.
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"La electrónica y el folclore son dos lenguajes maravillosos y juegan muy bien juntos. Fue algo que buscamos, y por suerte encontramos muy rápido. Ahí está mucha de la magia de Mburucuyá", acotó el politólogo, hombre de radio y melómano.
Pfeifer apunta a construir su poética a partir del diálogo entre la soledad y las formas del poder. Y desde allí parte el imaginario Mburucuyá, la pasionaria: planta, leyenda y símbolo.
La voz de Graciela Borges se luce en "Camino" (corazón y punto de partida de este disco), que versiona "Nostalgia", poema del peruano José Santos Chocano, grabado en su momento por Atahualpa Yupanqui, quien fue amigo de la actriz. "Hace mucho tiempo que recorro el mundo. He vivido poco. ¡Me he cansado mucho! (...) Y al viaje que cansa prefiero el terruño.", repite la actriz.
También se aprecia el canto de Verónica Condomí en "Las hojas tienen mudanza", un rescate de Leda Valladares y León Gieco, con la participación de Hernán Albornoz, y al gran artista misionero Ramón Ayala en "Galopando".
Télam: ¿Cómo nace este trabajo tan actual y que a la vez rescata la tradición de la música popular de raíz?
Nicolás Pfeifer. El trabajo nace de las ganas de hacer, de plasmar en un trabajo particular años de escucha musical, y a partir de allí, de contar historias. Y en Mburucuyá hay muchas historias que ocurren en simultáneo. En el plano musical creo que nos dimos cuenta que había un tratamiento novedoso del folclore a partir de la electrónica. Un movimiento artístico que se instala a través de la producción de ese mundo particular, y que lleva un par de décadas de exploración en el acervo musical contemporáneo. Que usualmente utiliza las bases rítmicas propias de ese lenguaje, como el beat y el bombo en negra. Ahí es donde encontramos la primera disrupción. En vez de encarar la búsqueda de capas folclóricas a partir de la electrónica, Mburucuyá busca desde el folclore incorporar el lenguaje de la electrónica. Con nosotros, entonces, funcionó al revés, la raíz del disco es folclórica, y la fragmentación electrónica. El diálogo que se estableció de manera instantánea nos llevó a jugar entre el pasado y el futuro, dando una base fértil para pensar conceptualmente que queríamos contar.
T: El disco se escucha un concepto musical cálido y envolvente ¿Cómo fueron pensando y armando esa atmósfera?
NP: Al principio nos juntamos a escuchar discos para relevar los ritmos y armar una especie de mapa musical folclórico. Vidalas, huaynos, zambas, candombes, carnavalitos, galopas y milongas, tardes de mates y discos de vinilo. Los tres tenemos ese denominador común, propio de cada una de nuestras pasiones. Nos gusta además de escuchar música, investigar, conocer los procesos que llevan a cada uno de los géneros musicales a expandirse y crecer. Ezequiel a partir de su trabajo como Dj ha pasado años revolviendo bateas de discos, tarea que le dio un oído particular para detectar dónde está la magia en el ritmo. Gustavo como compositor y músico, es quién conoce la técnica y el arte de ejecutar los instrumentos, y cuenta con la habilidad de identificar matices únicos, y yo como musicalizador, hombre de radio y politólogo. Esa matriz diversa es lo que enriqueció la mirada de Mburucuyá. Una vez hecho el relevamiento, nos ocupamos de encontrar las moléculas que dieran un sentido rítmico a cada pieza. A partir de allí brotaron las melodías, incorporando un sentido. Luego nos enfocamos en trabajar los lenguajes que dieron inicio a la electrónica, para traerlos al disco, esencialmente el dub, presente desde el inicio al final en Mburucuyá.
T: La voz de Graciela Borges y Ramón Ayala invitan al oyente de la mano a una suerte de viaje reflexivo sobre la existencia humana.
NP: Tanto Graciela como Ramón tienen un don al contar, su decir transporta la mirada, logran generar una abstracción particular, que a nosotros nos sacaba de plano. Nos encantó desde el principio. Su presencia trae a escena la parte más difícil de digerir en el relato de Mburucuyá. Es el diálogo entre la soledad y el poder. El disco muestra los dientes con Graciela y Ramón. También quisiera rescatar el viaje que continúa con "Trapalanda", la milonga que da cuenta de una ciudad perdida, que es donde vivimos, y no. Allí es donde la soledad se hace más evidente para luego disolverse con la interpretación de Verónica Condomí y Hernán Albornoz de "Las hojas tienen mudanza". Nos gustó mucho la letra de ese tema, porque el rescate de León Gieco y Leda Valladares, trae un tema súper actual. Vimos ahí una manera de retratar el empoderamiento de las revoluciones feministas, que son las grandes revoluciones que estamos viviendo en la actualidad.
T:¿Cómo describirías este trabajo en plano musical y conceptual?
NP: Creo que lo más importante es que el disco suena bien. No hace falta saber de antemano los guiños, las historias, las raíces folclóricas, ni haber estado en una fiesta electrónica. Estamos contentos porque en Mburucuyá pasa algo que solo pasa ahí. Como en muchos otros discos, desde el inicio al final hay una propuesta de un viaje sonoro. Eso nos pone muy contentos. Es un disco, trae ese espíritu, y lo describe muy bien.
Con información de Télam