El actor y maestro de actores Edgardo Moreira, intérprete de innumerables obras de texto, tuvo que agregar a sus habilidades el canto y el baile para integrar como figura esencial el elenco de Came from Away, el musical de Irene Sankoff y David Hein, que como réplica de su versión en Broadway y con dirección de Carla Calabrese y notables figuras del género se está presentando de viernes a domingos en el porteño teatro Maipo.
La pieza recoge en forma coral lo sucedido realmente en un pequeño pueblo del sureste de Canadá a cuyo aeropuerto comenzaron a llegar inesperadamente decenas de aviones de pasajeros: es que Estados Unidos había cerrado sus fronteras aéreas porque era el 11 de septiembre de 2001 y las Torres Gemelas de Manhattan habían sido destruidas por sendos ataques terroristas.
Así fue que la población local alojó a cientos de viajeros de distintos idiomas, costumbres, religiones y en un acto de solidaridad insólita les ofreció comida, techo y otras necesidades, sin que mediara la transacción del dinero ni el egoísmo.
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Son varias las aristas que hay que tocar: la primera es que 'Came from Away' es Broadway en el teatro Maipo, la gente va a pagar una entrada de platea a precio local contra 200 dólares que tendría que pagar en Broadway y la calidad de lo que va a ver es exactamente la misma", aseguró Moreira en diálogo con Télam.
"Una segunda arista -añadió el artista- tiene que ver con lo que la obra presenta como temática y los valores que defiende: la solidaridad, la generosidad, en un momento trágico de la humanidad, cómo una población se ocupa en la medida de los otros, que vienen asustados de distintos lugares del mundo sin saber lo que pasa y son cobijados durante cinco días; les dan de comer, les dan contención emocional.
Télam: ¿Cuánto hay de realidad y de ficción en el asunto?
Edgardo Moreira: Todo se empalma con una suerte de mezcla de realidad y ficción que pasa por Carla Calabrese, que es la responsable de la dirección y de la producción, porque ella y su marido, Enrique Piñeyro -actor, director de cine, piloto profesional, médico aeronáutico y filántropo-, durante la cuarentena se la pasaron llevando gente desde África y Asia a lugares donde pudieran recibir contención. Y actualmente están haciendo lo mismo con refugiados de la guerra en Ucrania, a España o a otros lugares de Europa.
Era muy conmovedor, mientras ensayábamos, ver fotografías de los refugiados que subían a los aviones para ser trasladados; yo creo que esto es parte de lo que es Came from Away, más allá de que la construcción en sí misma, el ensayo de la obra por lo complejo que es, un mecanismo de relojería, implica una gran solidaridad entre todos, porque si alguien se equivoca perjudica a todos los que vienen detrás. Todos tenemos que estar ayudándonos y apoyándonos para mover una silla, una mesa, estar en el tempo, y esto también tiene que ver con el espíritu de la obra.
T: ¿Cómo llegás al espectáculo, donde cantás y bailás junto a figuras naturales del género?
EM: Yo cantaba de joven y hace cuatro años decidí volver tomar clases, con Sebastián Mazzoni; trabajé con él durante dos años y en 2019 él mismo me dijo que se estaba haciendo un casting para un espectáculo musical y si me quería presentar. Entonces me conectó con la producción, que me dio una escena de la obra con una canción y yo llevé otra canción preparada-, di mi prueba y salí de ahí con todos los nervios y todas las cosas que le pasan a un actor cuando tiene que dar un examen, y me fui a tomar el subte.
Y cuando estaba en el andén me llaman por teléfono de la producción y me dicen que había quedado, así que empecé a los gritos en el andén. Así fue cómo llegué. Yo participé hace 45 años de la primera versión de Aquí no podemos hacerlo, de Pepito Cibrián, en el teatro Embassy, que como su título indica era un intento de demostrar que había talento en la Argentina para poder hacer un musical. Décadas después me vuelvo a subir a un escenario que lo que está diciendo es que aquí sí se puede hacer y que hay talento para poder hacerlo.
T: ¿Cómo te sentiste al comienzo junto a figuras ya fogueadas en el musical?
EM: Una de las maravillas de este espectáculo es su grupo humano. Yo sabía que estaba entrando a un medio totalmente diferente, un lenguaje diferente, pero todos mis compañeros me hicieron sentir que no era un diferente ni un pescado de otro lugar, sino que pertenecía al grupo. Tuve un gran apoyo de Agustín Pérez Costa, que es el coreógrafo, con el que iba un rato antes para ensayar con él, lo mismo de Santiago Rosso, el director musical, y también de la misma Carla.
Tuve un apoyo absolutamente irrestricto para que me sintiera cómodo, que es como me siento. Era una prueba permanente: en cada ensayo yo tenía que exigirme. Y es una de las cosas más lindas que a esta altura de mi vida me pasan, en la que tengo que insertarme en un género nuevo, lo que implica un desafío que me ayuda a estar muy atento a todo, a no sentirme seguro, a salir de la zona de confort, sino a zambullirme, a ser audaz, a permitirme superar las dificultades que van apareciendo.
T: ¿Siempre cantaste o tuviste que aprender?
EM: Yo soy hijo de la música: mi madre se llamaba Magda García Robson, fue rectora del Conservatorio Nacional de Música Carlos López Buchardo, y a mi casa venían Carlos Guastavino, Alberto Ginastera, artistas muy grosos de la música clásica. A mi madre le estrenaron obras en el Teatro Colón: tengo anécdotas de los ensayos, de estar escondido debajo de la mesa y escuchar cómo tocaban el piano, la flauta, el violín o lo que fuera, y eso lo llevé en la sangre.
En realidad, creo que tuve la necesidad de volver ahí, porque en un momento dado, después de Aquí no podemos hacerlo yo había terminado el Conservatorio, estudiaba con Agustín Alezzo, tenía una gran admiración por mi maestro y empecé a hacer obras y obras con el Grupo de Repertorio, y después no paré más y me dediqué al teatro de texto. Pero ahora sentí la necesidad de volver a la música y la verdad es que estoy fascinado, descubriendo un mundo, porque la música te lleva directamente al corazón.
La palabra pasa por el intelecto, la música entra por el oído y va al corazón y la emoción fluye de una manera mucho más fácil. A mí la música me conmueve, hay notas que me conmueven, hay momentos en que escucho entre patas lo que cantan en el escenario y estoy bailando lo que cantan; me emociona escuchar las armonías y cómo construyen una especie de catedral de armonía y eso me da un gran placer.
Durante la pandemia estuve tomando clases de canto, de piano y de tap: bailaba tap en el balcón de mi casa y religiosamente tomaba clases de piano y de canto por Zoom, y trabajaba, y ensayaba y corregía, por lo que puedo decir que ahora tengo una formación mucho mayor que la de hace cuatro años.
Con información de Télam