El cantante y compositor español Ismael Serrano, que se encuentra presentando en distintos escenarios de la Argentina su último disco "Seremos" en el marco de una gira en la que también celebra 25 años de trayectoria, reconoció que en este momento de su trayectoria tiene la "intención de bajar del pedestal al cantautor solemne y circunspecto".
"Después de la pandemia sentí que necesitaba escribir canciones que me conectaran con el mundo que había quedado congelado y, para eso, decidí ponerme delante del espejo y desmontar el tópico del cantautor", reconoció Serrano en una entrevista con Télam en un bar del barrio porteño de Palermo.
Así es que en "Seremos", el flamante álbum de estudio del cantante oriundo de Madrid, hay una canción que dice "No soy el cantautor que vino a arreglarte la vida", otra donde una chica le dice al trovador "callate y baila" y hasta aquella donde se lo acusa de ser "cursi hasta para las dedicatorias".
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En esta nueva búsqueda que lo encuentra con 48 años, 25 de carrera y 15 discos, el creador de "Papá cuéntame otra vez" apuesta a convertir la gira que ya pasó por Mendoza y Rosario y mañana retomará camino en Parque Central de Neuquén, en un espectáculo que mezcla la música con lo teatral.
En la puesta, Serrano interpreta a un cantante que acude a un programa de televisión para ser entrevistado por una periodista (cuya voz es la de la actriz madrileña Elena Ballesteros) con la que tiene un pasado en común.
El tour locar de "Seremos" llegará el viernes próximo en el Teatro Gran Plaza de Bahía Blanca y una noche después al Radio City marplatense; el 22 estará en el Quality Espacio de Córdoba y el 24 en el Teatro Mercedes Sosa de Tucumán como prólogo a cinco veladas bonaerenses.
El 29 y 30 recalará en el Teatro Coliseo Podestá platense y para el 5, 6 y 7 de agosto la cita tendrá lugar, como cierre, en el porteño Teatro Ópera.
Télam: ¿Qué balance hacés de estos 25 años de camino?
Ismael Serrano: Me he encontrado con ellos. La pandemia de alguna manera nos robó dos años y, de repente, cuando estábamos empezando la gira me di cuenta que era un aniversario, una cifra muy redonda y el espectáculo que estoy haciendo habla un poco de esto: del lugar en el que estoy, que es un interrogante, porque yo también me hago esa pregunta sin tener respuesta. Estoy acercándome a los 50 y es un momento en el que te preguntas si has cumplido con las promesas que te hiciste hace 25 años, si has cumplido tus expectativas, si las canciones se cantan desde otro lugar como "Papá cuéntame otra vez", que a los 20 la cantaba como un reproche a mis padres y ahora que tengo dos hijos me pregunto si he sido capaz de escribir un relato para ellos. Tengo claro que he conseguido muchas cosas, que he cumplido muchos sueños pero, así y todo, tengo la certeza de que siempre hay que seguir avanzando. Lo que sí, ahora me tomo menos en serio porque entendí que los músicos somos como niños asustados que nos subimos a los escenarios para aplacar las fieras que tenemos dentro y sentirnos queridos.
T: ¿Sentís que el público también cambió después de estos dos años robados por la pandemia?
IS: La pandemia ha puesto sobre la mesa el valor terapéutico de la música, su función casi social. Los conciertos vía streaming se convirtieron en un espacio de encuentro que te hacían sentir que recuperabas cierta normalidad. Hoy creo que hay un trauma soterrado de lo que no somos muy conscientes, y que se nota en una cierta fragilidad en la gente, que no siempre se expresa en el mejor de los sentidos. Ser consciente de tu fragilidad no es algo malo, pero la crispación que se desprende de esa fragilidad sí puede ser peligrosa. Hoy el futuro se ha precarizado, ya no nos parece una distopía la posibilidad de que nos confinen en cualquier momento y eso es una alerta que está ahí y es terrible. Sobre todo me preocupa que hay una generación que está viviendo en la precariedad. En España hay una generación que está creciendo en un pesimismo individualista porque ha pasado la crisis de 2008, que la tasa de desempleo de los jóvenes llegó al 50%, luego la pandemia y ahora esta crisis.
T: Así y todo, "Seremos", el nombre de tu último disco, invoca un verbo futuro y en plural resulta bastante optimista .
IS: Sí, eso pretende. Porque tengo fe en el ser humano, hemos asistido a gestas heroicas durante la pandemia. Hemos visto cómo los vecinos se organizaban para crear un banco de alimentos para la gente más desfavorecida del barrio; mi hermano, por ejemplo, es médico de un centro de salud y se puso en primera línea sin saber lo que era el virus y llegaba a su casa con sus cinco hijos y no podía abrazarlos. Se han dado circunstancias que te hacen ver que el ser humano en momentos críticos también es de dar lo mejor y poner en valor el bien común.
T: ¿Cómo se llevan tus 25 años de trayectoria como cantautor con los nuevos sonidos urbanos?
IS: Entiendo que hay diferente tipo de música, que algunas te invitan a hacer una inmersión en la realidad y otras que invitan al escapismo con todo lo que eso lleva: lo lúdico, el bailar, y entiendo que hay ciertas músicas urbanas que invitan a eso. El problema es cuando el reggaetón o el trap son machistas o vienen con todos los vicios de los que no se salvan otros géneros como el rock. Son los que más visualizaciones tienen en redes y están dirigidos a un público muy joven. Lo que me inquieta es que el lenguaje musical es performativo, e incide en la realidad y la transforma. En ese punto, si tu estas dando mensajes machistas o que tienen que ver con la violencia o la idea de que el éxito en la vida es estar forrado de pasta y que te de igual el resto del mundo, esas cosas pasan a formar parte de la cultura. Pero hacer una enmienda a la totalidad de un género no sería justo. Igual, todos estos tópicos sobre estas músicas urbanas se dijeron del rock, exactamente las mismas: que eran de drogadictos y empujaban a los jóvenes al nihilismo, entonces te miras al espejo y dices "joder soy un viejo que no entiende las nuevas músicas".
Con información de Télam