"Un bolso lleno de carteras": el proceso artístico y el arte como sanación

11 de junio, 2022 | 14.32

(Por Pedro Fernández M.).- Leonardo Petralia es el realizador de "Un bolso lleno de carteras", un documental estrenado y con funciones en las salas del porteño Centro Cultural San Martín y que indaga el proceso creativo de un proyecto performático, los vínculos personales y la capacidad de sanación que en determinadas circunstancias puede tener el arte.

El filme, que registra el largo proceso de producción y realización de un proyecto performático que tuvo tres puestas diferentes y arrancó en 2015, se puede ver hoy a las 19 en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1.551) y tiene nuevas funciones el sábado 18 y domingo 19 a las 17 y el jueves 23 y sábado 25 a las 19.

"Un bolso lleno de carteras" sigue el proceso de creación de una obra de la bailarina y coreógrafa Celia Argüello Rena junto al director Juan Pablo Gómez, armada a partir del trastorno de acumulación compulsiva de objetos que padece su madre, al tiempo que indaga estos vínculos.

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"Me interesó explorar la relación de lo artístico y lo cotidiano, ese fue mi primer enamoramiento con lo que iba a retratar, hoy día y mirándolo a la distancia siento que es una película sobre vínculos: es Celia y su particular vínculo afectivo-artístico con Juan Pablo y Celia tratando de sanar un vínculo dañado con su madre", cuenta Leonardo Petralia a Télam en un primer acercamiento a la película.

Télam: ¿Cómo decidiste comenzar el documental, qué fue lo que te motivó?

Leonardo Petralia: Mi acercamiento a Celia Argüello y Juan Pablo Gómez en el trabajo del Proyecto Diógenes fue como espectador, ahí comenzó todo. El Proyecto Diógenes es un proyecto multidisciplinario que nació con la idea de explorar el síndrome de los acumuladores compulsivos en clave artística. La primera puesta de este Proyecto fue "Diógenes al Sol", que se hizo en el 2015.

Yo quedé fascinado con esta primera puesta, una obra donde el espectador esperaba en la calle para entrar al "Teatro Brio" y a la hora de la función una señora abría la puerta del teatro e invitaba a pasar al público ya no al teatro, sino a su casa. Mucho tiempo me quedé preguntándome que había sido de esa experiencia, que había detrás, hasta que un tiempo más tarde Nadia Jacky, mi pareja, me cuenta que Celia y Juan Pablo tenían registrado material del proceso del trabajo de la puesta de la obra y que la habían contactado porque estaban con ganas de ver si eso podía ser un documental. Ellos estaban convencidos que el proceso creativo que estaban llevando adelante era distinto a sus otras experiencias. Conversando con los chicos aparece un dato que desconocía: me cuentan que la mamá de Celia es acumuladora. Instantáneamente sentí que por ahí estaba la película, era la posibilidad de retratar el trabajo artístico vinculado con lo personal, explorar esa idea del arte como sanación y ver qué podría haber de real en eso, desde una mirada humana no romantizada.

T: Hay tres líneas que se transitan en simultáneo en la película: el desarrollo del documental, el desarrollo de la creación de la performance entre Juan Pablo y Celia y el desarrollo de la relación entre madre e hija y el problema que aqueja a la madre, ¿cómo manejaste estos distintos planos?

LP: Cuando empezamos a trabajar el guión del documental con Nadia Jacky este equilibrio era una gran preocupación, pensábamos estrategias para tratar de enhebrar la narrativa de maneras complejas preocupados porque una línea narrativa no eclipse a las demás, preocupados también por cómo el espectador iba a ir siguiendo cada una de estas líneas sin perderse. Al llegar a la mesa de montaje todo cambió, en la teoría estos tres planos existen, está la performance, la relación de Celia con su madre Noemí, la relación de Noemí con la acumulación. Pero son planos que están completamente entrelazados; en la misma escena Celia y Juan pueden estar hablando de cómo obrar en lo artístico y al minuto eso derivar en lo personal o en el cuidado de Noemí. El ejercicio junto con Andrés Tambornino, montajista de la película, fue confiar en la narración y en la potencia del material, hubo cierta idea de narrar de una manera suelta en apariencia poco estructurada, casi desprolija que funciona muy bien en este sentido, hay muy pocos conectores en la película, están completamente elididos los planos transicionales o planos introductorios de espacios o personajes. Las conexiones entre las escenas, funcionan en la cabeza del espectador y dejan una sensación de que la película narra una pequeña parte de un mundo mucho mayor que le otorga frescura y potencia.

T: ¿Cómo pensaste el desarrollo narrativo de la película?

LP: Una de las grandes dificultades de la película era cómo íbamos a narrar las escenas del cotidiano de Celia y Noemí. Porque la premisa era ser respetuosos con todos los involucrados, no apuntábamos a violentar la intimidad de los personajes pero a la vez queríamos que lo que se registrara fuera natural. En este sentido se me ocurrió la idea del registro con handycam, una cámara que Celia pudiera utilizar sin mayor dificultad y que tanto a Celia como a Noemí no les resultara una cámara invasiva. En estas escenas Celia filmando la relación con su madre establecían ya un primer filtro: qué quería filmar Celia y qué no. Creo que la apuesta tuvo un resultado muy bueno con joyas inesperadas como los momentos en los que Celia es filmada por su madre.

A nivel global de la película también le di mucha importancia a hacer "lo que la película pedía", era un poco correrse del lugar de decidir cómo se iba a narrar lo que la película necesitaba. En ese sentido se puede sentir a lo largo de la película cómo se va transformando, comienza como un documental de registro directo y se va modificando, siempre me interesan las películas documentales que se ven modificadas en su narrativa por los hechos que acontecen, en el caso de "Un bolso..." creo que los cambios no solo suceden en cuanto a contenido, sino que también la forma se va modificando a partir del contenido.

T: ¿Cómo surgió el título de la película?

LP: Fue un accidente hermoso, en el lugar más recóndito de la casa de una acumuladora compulsiva, un objeto inaccesible enterrado por montañas de cosas por más de 20 años aparece un bolso conteniendo una infinidad de carteras en su interior. El bolso en sí por todo el proceso de la película termina cargado de un significado muy fuerte, es la angustia del acumulador proyectada al infinito: es una persona metiendo compulsivamente objetos de guardar dentro de otros objetos de guardar. Pareciera ser el origen de toda la problemática, afortunadamente como se ve en la película ese bolso representa también el camino de desandar esa angustia a partir del amor de una hija. En un sentido más amplio también nos invita a la reflexión sobre nosotros mismos, todos podemos tener un bolso así en nuestra casa, es un símbolo que universaliza la problemática.

Con información de Télam