Tatiana Mazú González presenta este jueves su nuevo documental, "Río Turbio", filme con el que se encontró casi de forma natural, sin darse cuenta, al abordar desde diferentes lugares su Río Turbio natal, con la mina siempre en el centro de la escena política, económica, social y cinematográfica.
"Durante casi un año no fue una película. Fue una manera de relacionarme con diferentes materiales de archivo e interrogarlos políticamente, formalmente, emocionalmente, sin saber por qué lo estaba haciendo", dijo Mazú a Télam sobre esta película que, sin escapar a la formalidad del cine, toma elementos del experimental para crear una obra que interpela a su pueblo natal y, desde allí, a la sociedad.
Es difícil pensar dónde comenzó la película. Puede ser en un abuso que ella sufrió de niña; desde la lucha sindical de los mineros; desde el lugar de su tía, activista femenina en Rio Turbio; de las cientos de mujeres del lugar; o del riesgo que pasan los mineros en cada minuto de su vida.
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También la película pudo haber comenzado en el montaje, con diversos planos, fugas de imágenes y el archivo sonoro y visual; o en la posproducción del sonido, tan presente, casi como un protagonista más, que fue pensado de manera meticulosa para sentir la omnipresente mina está tanto en Río Turbio como en la sala de cine.
"No creo que 'Río Turbio' sea una película que sólo se limite a la tarea de mostrar. Es una película por momentos muy fría, muy dura, áspera. En ese sentido es climática, física. Fue hecha desde el cuerpo, desde el temblor pero también la coraza que ciertas emociones dolorosas generan en el cuerpo. Y fue pensada para la sala de cine, para que atraviese sonoramente otros cuerpos en la oscuridad, para que los envuelva también en un trance de texturas blancas y negras", dijo la realizadora que forma parte del colectivo Antes Muerto Cine.
"Es cierto -ahondó- que en el tejido de todos estos gestos, busca más interrogar y comprender una realidad, con sus matices, con sus contradicciones, que juzgarla. No comulgo con los feminismos separatistas, ni desclasados, ni punitivistas, ni estatistas. Creo que hay que entender las violencias como estructurales, percibir que estamos todos atravesados por ellas".
La película se proyectará en la Sala Lugones de la Ciudad de Buenos este jueves y domingo a las 21 y el Martes 4 y el jueves 6 a las 18. También tendrá nueve proyecciones, a partir del jueves y durante octubre en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, de Córdoba.
Télam: ¿Cómo fue trabajar con algo tan íntimo?
Tatiana Mazú González: Siempre supe que lo que me había pasado a mí era sólo el punto de partida. Una gran pregunta. Algo que quería dejar de ser un dolor íntimo y pasar a ser rabia colectiva. Hacía varios años que no volvía al pueblo, porque evidentemente no podía, emocionalmente hablando. Lo importante fue que interrogar mi propia intimidad nos permitió abrirnos a otras historias -otras intimidades y otras colectividades- de mujeres trabajadoras, de distintas edades y experiencias. Que nos permitió explorar un territorio y conectar con quienes combaten por transformarlo. Nunca estuve sola, ni delante ni detrás de cámara.
T: ¿Por qué a la mina le dicen "mina", a secas, como si fuera un nombre propio o un sujeto?
TMG: Es extraño porque no es siempre así. A veces se usa el artículo delante de la palabra "mina" y otras veces no. Y lo tengo tan internalizado, tan de toda la vida, que me cuesta explicar cuándo sucede una cosa y cuando otra. Es innegable que nombrarla "mina" sin artículo delante, de alguna manera, la humaniza. Y es que justamente así figura en los mitos patriarcales en cuestión: allí, la mina es siempre mujer y está viva. Los minerales son algo así como frutos o embriones que el minero debe extraer, en una tarea casi obstétrica. Ninguna otra mujer puede aventurarse dentro de "sus entrañas", porque corre el riesgo de que la tierra se ponga celosa y genere un derrumbe que ocasione la muerte del obrero. Es una entidad, con voluntad propia.
Con información de Télam