(Por Hugo F. Sánchez) Las vivencias de dos directoras de cine que se sometieron a un aborto, sus historias y los problemas que representa llevar esa experiencia al cine, son los diferentes ángulos que toca "Esa casa amarilla", de Marina Vota y Valeria Ciceri, que amplían su búsqueda a otras mujeres que también pasaron por ese momento traumático.
En el documental, que se estrena el próximo jueves y tuvo su paso por diferentes muestras como el Torino Film Festival en Italia y el Cinefem en Uruguay entre otros, la argentina Vota y la italiana Ciceri (ambas egresadas de la Universidad del Cine, FUC), recuerdan sus abortos y empiezan un recorrido entre Buenos Aires y el norte de Italia en la búsqueda de pistas que las ayuden a superar ese doloroso momento.
La película nació a partir de una imposibilidad, de una vergüenza, de la dificultad de hablar abiertamente de nuestros abortos, incluso en el marco de nuestra amistad, cuenta a Télam Marina Vota.
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Por su parte, Valeria Ciceri reflexiona sobre la dificultad de concretar un documental sobre el tema: A medida que grabábamos la película nos dimos cuenta de los límites de la representación alrededor de una experiencia tan íntima.
En ese sentido "Esa casa amarilla" encuentra en los testimonios de las realizadoras y de otras mujeres el contenido de la película, pero en cuanto a la forma, la decisión de la puesta se define por mostrar la imposibilidad de lograr un relato que transmite la complejidad del dolor, un proceso frente a cámara que busca sentidos para abrir el debate frente a los posibles espectadores de la película.
Télam: ¿Cómo surgió el proyecto?
Marina Vota: El proyecto surgió en el marco de nuestra amistad. Nosotras convivíamos y entre charla y charla y después de un tiempo, nos contamos nuestros abortos. Nos llamó la atención porque tardamos mucho en hacerlo y cuando lo hicimos, estábamos seguras que la otra había pasado por la misma experiencia, pese a las diferencias. La resistencia a contarlo y exponerse en un ámbito seguro como lo es una amistad fue el trampolín para seguir pensando.
Valeria Ciceri: La película también nació a partir de una imposibilidad, de una vergüenza, de la dificultad de hablar abiertamente de nuestros abortos, incluso en el marco de nuestra amistad. Esto nos llevó a reflexionar sobre el tabú social que había marcado nuestra experiencia y nuestros relatos. Empezamos a darnos cuenta de que hablar una y otra vez sobre este tema nos ayudaba a desmitificarlo y de ahí nació la necesidad de dialogar con otras personas que habían pasado por lo mismo.
T: ¿Qué las llevó a decidirse por una puesta que pone el foco en los problemas de la representación de un hecho traumático?
MV: La necesidad de una representación que se adecúe a ciertas interrogantes que pensábamos y que nos interesaban a medida que iban surgiendo. En nuestro caso, lo traumático fue por todo lo que conlleva abortar y pensar en qué pensarán los demás, pero no el hecho en sí, porque es muy distinto a como lo viven otras personas. La idea fue poner mostrar las diferentes experiencias y que dialoguen entre sí para seguir debatiendo y ver que hay en esos cruces.
VC: Si, pero no fue inmediato. A medida que grabábamos la película nos dimos cuenta de los límites de la representación alrededor de una experiencia tan íntima. La pregunta que surgió fue: ¿Cómo representar una experiencia íntima?. Allí es donde nos dimos cuenta que el documental puro no nos alcanzaba. Tuvimos que tomar prestados elementos de la ficción para circular alrededor de ese espacio de la intimidad. Ese recorrido de la ficción se volvió una búsqueda casi obsesiva de un límite que la película no podía superar.
T: ¿Por qué creen que incluso entre mujeres que atravesaron la experiencia de someterse a un aborto, el tema sigue teniendo una infinidad de barreras para ser abordado de manera abierta?
MV: Porque crecemos en una sociedad donde te dicen que está bien y que está mal, porque aun con una ley que te respalda y una realidad con problemas concretos, se sigue negando el derecho a acceder a una interrupción voluntaria. Actualmente con el avance de gobiernos de derecha como en Argentina y también en Italia, los derechos conquistados se vuelven a poner en discusión, instalando discursos estigmatizantes que no dejan avanzar en cuestiones de salud y educación, como lo es en este caso.
VC: Alrededor del aborto sigue existiendo un tabú social muy arraigado. Lo que más me sorprendió de este aspecto es entender como en Italia, donde el aborto es legal desde 1978, el temor y la vergüenza de hablar del tema están mucho más presentes que en Argentina, donde el aborto se legalizó hace poco. Vivimos en una sociedad donde todavía el aborto es algo para esconder, un asunto privado. En Italia abortar significa todavía pasar a través de un sistema sanitario que te juzga y condena en todas las etapas de esta experiencia, que en muchos casos es ya difícil de por sí.
T: La película retrata las cicatrices que quedan luego esa difícil decisión. ¿Creen que puede ayudar a otras mujeres a superar ese trauma?
MV: Depende de cada persona. Yo creo que el acompañamiento, en la importancia de lugares seguros, de hablar y de escuchar, son vitales. Justamente en estos tiempos que corren, lo colectivo es fundamental.
VC: No lo sé, espero que la película pueda llevar a otras personas a hablar del tema y de su experiencia. En mi caso, fue un punto de partida y puedo atestiguar que hablarlo sirve para sacarlo de ese lugar de trauma. Cuando estábamos filmando se creaba con cada testimonio una sororidad y un entendimiento muy emocionante y eso para mí fue un proceso sanador.
Con información de Télam