La tragedia del COVID-19 implicó que muchas familias, especialmente mujeres, tuvieron que retirarse del mercado de trabajo formal para encargarse de las tareas de cuidado o fueron expulsadas involuntariamente del mismo, haciendo caer la tasa de actividad al 33,4%. Pero según datos del cuarto trimestre del 2021, gracias a políticas activas de recuperación económica y de sostenimiento de las empresas y centros productivos durante la pandemia, la tasa de ocupación llegó al 43,6%, la mayor desde el 2017. Y particularmente, la tasa de actividad de las mujeres, alcanza niveles históricos no vistos desde el 2003.
Así, la tasa de actividad (ocupados más desocupados) se ubicó en 46,9%, supera su valor promedio de 46,6% para el período entre 2017 y 2019. Esto efectivamente implica una mejor expectativa de conseguir trabajo, pero también es evidencia que se necesitan cada vez más salarios por hogar.
Pero esta generación genuina de ocupación tiene aún materias pendientes, particularmente en algunos aglomerados industriales donde la tasa de desocupación sigue siendo elevada: Gran Córdoba con un 10,1%; Mar del Plata, un 8,4%; Gran Resistencia, con un 8%, Bahía Blanca, Gran Tucumán, partidos de GBA, San Nicolás, Villa Constitución y Gran Rosario están por arriba de 7%. Estas ciudades populosas, con importantes centros industriales pero con mucha actividad de servicios, aún necesitan mayores niveles de actividad para absorber la cantidad de trabajadores y trabajadoras que necesitan empleo.
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Recordemos, particularmente, que en el 2020 una de cada cuatro mujeres menores de 29 años se encontraban desocupadas, y esas mujeres hoy se están incorporando al mercado de trabajo nuevamente. Este dato positivo no oculta la brecha que sigue existiendo entre hombres y mujeres. Con los últimos datos del INDEC, las mujeres siguen teniendo una tasa de desocupación del 7,7%, mientras que los varones tienen una tasa de desocupación del 6,4 %, y si miramos por edad, siguen siendo las mujeres jóvenes las que más sufren la falta de oportunidades de empleo con una tasa del 16,2%, lejos queda el 25% de tasa de desocupación en el marco de la pandemia.
La gran pregunta es ¿alcanza con ser empleado, empleada, trabajador, trabajadora y tener ocupación para vivir bien? ¿Sigue siendo el trabajo el eje dignificador que garantiza buenas condiciones de vida?
El escenario de alta inflación conjugado con instituciones que muchas veces han sido debilitadas en cuanto a garantes de condiciones laborales, son un combo explosivo para la precarización del mercado laboral. Tal es el caso, que puede haber muchos hogares con trabajo pero que no estén llegando a fin de mes.
Sigue siendo una buena noticia la recuperación del empleo asalariado, que ya representa al 73% de los ocupados. Aunque, aumenta la cantidad de asalariados no registrados que representan al 33,3% del total mientras los asalariados registrados al restante 76,7%. A su vez se recupera el empleo privado que alcanza al 35% de la población, una suba de 1,1 p.p. respecto al trimestre anterior. El empleo estatal perdió 0,4 p.p. ubicándose en 7,9%.
Pero insisto, hoy muchos salarios se encuentran por debajo del salario mínimo vital y móvil. Hoy, el pluriempleo es lo normal, el empleo de personas jubiladas o pensionadas que consiguen un sueldo digno combinando ambos ingresos. Y por tanto, la calidad del empleo continúa baja en tanto aumentó la cantidad de ocupados y subocupados demandantes. Es decir, más personas quisieran conseguir otro trabajo o buscan trabajar más horas de lo que lo hacen.
El alto nivel de inflación va carcomiendo a una clase media trabajadora, pero precarizada. La precariedad en el mercado laboral consolida la desigualdad de ingresos y por supuesto, dificulta una efectiva recuperación del mercado interno.