PUPA: ¿El verdadero camino a la soberanía alimentaria?

09 de agosto, 2020 | 00.05

La búsqueda de la soberanía alimentaria reflotó con el proyecto inicial de expropiar la millonaria cerealera Vicentín, pero lo cierto es que es la base de la militancia y construcción de varios proyectos que silenciosamente van cambiando vidas. Una iniciativa conocida en la ciudad de La Plata son las P.U.P.A, Pequeñas Unidades Productivas Alimenticias. El objetivo es uno: enseñar protocolos de seguridad e higiene suficientes como para comercializar alimentos hechos en el propio hogar.

 

Como la mayoría de las movidas sociales, P.U.P.A surgió producto de la necesidad de subsistir en medio de una profunda recesión económica. Esta vez, el origen se remonta a la debacle de fines de siglo y principios del 2000, tiempo donde el abandono estatal acostumbró a muchos a cranear sus propios bolsillos. “Una grave crisis nos unió en una situación de caos en todo sentido. Allí hubo que sostener la vida de las familias”, contó Jorge Taylor, coordinador de estas unidades, y director del Programa de Elaboración Segura de Alimentos del Consejo Social de la Universidad de la Plata (UNLP), el cual funciona como voluntariado. Desde 2006, Taylor encabeza la organización y la gestión de las ordenanzas necesarias que requieren los municipios de la Provincia de Buenos Aires, donde se realiza esta actividad, para habilitar las cocinas familiares y regular este microemprendimiento basado en producir alimentos en la casa y venderlos con las condiciones bromatológicas adecuadas. Así, el tradicional escabeche de la abuela, las pizzas invictas de un tío frente a cualquier otra o las infaltables salsas de domingo pueden, de repente, convertirse en el sustento económico de una familia. Se trata de enfrentar la crisis poniendo las manos en la masa. “La soberanía alimentaria, el trabajo agrario, acceso a la tierra y la comercialización justa es nuestro paraguas”, aseguró Taylor y destacó que este proyecto está amparado por el art.52 del Código Alimentario Argentino, que permite comercializar productos en el domicilio particular.

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En medio de una pandemia, donde la necesidad de trabajo aprieta hasta el cuello y por poco no asfixia, las cocinas de P.U.P.A lograron otorgar cierta estabilidad económica. Elizabet Bonfiglio es licenciada en Nutrición, vive en Miramar y es de Avellaneda. Actualmente tiene un emprendimiento de chocolates y bombones llamado Genuino Chocolates, pero apenas llegada a la costa reconoció que sus posibilidades de abocarse al negocio “eran 0”. Por cuatro años trabajó en otros rubros hasta que se interiorizó en la dinámica de las economías regionales. “Ahí conocí a las P.U.P.A y me pareció piola”, recordó. Al tiempo, Elizabet supo que, por formar parte del programa, podía tramitar el Registro Nacional de Establecimiento (RNE), permiso para vender a nivel nacional. “El 14 de abril, en plena pandemia, me dan el RNE. Te puedo decir que me salvó, porque yo me quedé sin trabajo tiempo antes, así que le metí pata a esto y desde marzo hasta hoy no he parado de trabajar, sobre todo a nivel local. Hoy estoy entrando en algunas zonas de CABA”, contó Bonfiglio, con cierto tono esperanzador, de esos que los nuevos desempleados gracias al coronavirus están buscando oír. “Para armar cualquier tipo de proyecto necesitás un montón de dinero, que no siempre es viable, y a cualquier productor que quiera hacerlo. En ese sentido, las P.U.P.A dan una mano importante,” aseguró la microemprendedora. Otro ejemplo es el de Pamela Baglioni, una odontóloga que, ante la dificultad de mantenerse con su profesión, dio un volantazo y bajó su matrícula para comenzar a vender panes por Instagram, tras haber asistido a varios de los cursos dados por el equipo que entablan las P.U.P.A. “Habilitar negocios en las casas es una necesidad actual que habría que difundir y profundizar, porque te abre un portal que de otra forma no lo tendrías”, reflexionó. 

 

Son varios los casos que lograron, en mayor o menor medida, poder estabilizar una situación de desesperante crisis. Sin embargo, hay una historia que logró llegar hasta el presidente Alberto Fernández. Se trata del emprendimiento de Laura Silva, quién lleva adelante Laura’s Delicity, negocio de mermeladas caseras.

El 3 de diciembre, una semana antes de su asunción, Fernández interrumpió la cena de Silva con un sorpresivo tweet donde se lo ve en su casa, junto al intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta, comiendo tostadas con las mermeladas de su autoría. Es que Silva conoció a Zabaleta en una reunión de emprendedores que el Intendente convocó en el Municipio y quedó maravillado con el sabor del producto. Luego de aquella reunión, Silva recordó: “El intendente nos convocó a mí y a mi hijo, que se encarga de la difusión en redes y venta online, y nos dijo que era un orgullo para el Municipio que haya emprendedores. Allí me prometió que trataría de que llegue al ministro Daniel Arroyo y Ginés Gonzalez García”.

 

Tiempo después, sus mermeladas llegaron a manos de Beto Casella, Marcelo Tinelli y Ricardo Mollo, pero nunca se imaginó que podrían alcanzar las del mandatario. Esa noche, a propósito del tratamiento de la Ley de Góndolas, Fernández hizo alusión a su apoyo en un tweet mostrando las mermeladas de Laura’s Delicity. “Venimos con este emprendimiento hace cuatro años. Cuando empezó el gobierno de Macri yo me quedo sin trabajo, luego de estar diez años en un call-center de un banco, y entro en depresión. Viajo a Córdoba para despejarme y de allí vuelvo con esta idea. Así conocí a las P.U.P.A y a Jorge, quien me dio clases sobre manipulación de alimentos en la Universidad de Hurlingham y hasta hoy me asesora en cuestiones de alimentación”, contó la emprendedora. La soberanía alimentaria en tiempos difíciles juega un rol mucho más importante de lo que muchos que han subestimado el concepto creen.

 

 

MÁS INFO
Nazarena Lomagno

Me recibí de periodista, esa carrera que necesita un título para enmarcarla pero se aprende en la calle, literalmente. Cuando me recibí dije que entraba llena de sueños y me iba con más. 

Actualmente estudio Ciencias Políticas. Del lado UBA de la vida.

Un día me invitaron como columnista a "Economía Grasa", programa radial que comenzó en FM La Patriada, integrado por economistas del Centro Cultural de la Cooperación. Comencé hablando de temas coyunturales y me termine amigando con la economía, tanto que hoy 

leo y me formo constantemente, la abordo aquí y la cuento en el noticiero central de Televisión Pública. A mi amor por mi profesión se le sumaron las ganas de simplificar la complejidad. 

En el CCC aprendí mucho. Primero, a hablar de economía para todxs. Economía solo para economistas ya pasó de moda. Segundo, lo colectivo por arriba de lo individual, siempre. Nadie se salva solo. No lo digo yo, lo dijo Francisco, pero tuve el lujo de experimentarlo antes. 

No leo novelas, pero admiro a quienes las escriben. Regalame libros informativos, por favor. Aunque el último que leí fue "Historias del Peronismo", de Pedro Saborido. Libraso. 

A la UBA le sume la carrera de Locución en el ISER. Hoy, el esfuerzo de llevar dos estudios y un trabajo se compensa con saber que todo es por reivindicar el lugar de los comunicadores en los medios de comunicación. 

Decir las cosas como son no te da muchos amigos. Indagar más allá, tampoco. Pero el calorcito en el pecho de hacer las cosas bien no te lo quita nadie.