El futuro de los jubilados se definirá el martes en Diputados con el tratamiento del proyecto para desandar el ajuste que instaló Mauricio Macri en 2017. Si es sancionada, tendrá vigencia ya para calcular el aumento de marzo. La nueva fórmula no garantiza que los aumentos le ganen a la inflación, crítica concurrida por la oposición.
El documento, que ya cuenta con el aval del Senado, propone que los aumentos próximos se guíen en un 50% por la recaudación impositiva y en la otra mitad por la evolución de los salarios formales o el promedio de los sueldos (el mayor de los dos). Esto permitirá que los haberes crezcan en momentos en que la economía se expanda, como se espera suceda desde el año próximo. En concreto, Argentina mejorará 4,9% en 2021, de acuerdo a las proyecciones que difundió CEPAL la semana pasada.
La nueva fórmula modifica la de Cambiemos, cuya máxima aspiración consistía sólo en volver a jubilaciones de diciembre 2017. No se trata de una exageración, sino de la mera realidad: el 70% de la ecuación la conformaba la variación del IPC del Indec y el 30% restante la de los salarios. Más aún, al actualizar seis meses después, las jubilaciones están condenadas a correr por detrás al alza de precios.
Al llegar a la Casa Rosada, Alberto Fernández suspendió esta ley sancionada a fuerza de una brutal represión en las calles. Desde el PRO y los partidos satélites que orbitan en la alianza Juntos por el Cambio apuntan que los jubilados, que perdieron contra la inflación durante todo el macrismo, le hubieran ganado este año. Esto es cierto, pero para las tres primeras actualizaciones, ya que el Frente de Todos consiguió reducir la inflación 20 puntos contra el 54% del último año de Mauricio Macri. El escenario, no obstante, se hubiera revertido para el aumento de diciembre.
A cambio de suspender el recorte previsional, el Presidente instaló subas por decreto en las que el poder adquisitivo le ganó a los precios, aunque con un excedente marginal. El inconveniente de haberla mantenido por los tres trimestres en los que la fluctuación dio positiva, explican en off funcionarios, se da por su insostenibilidad. La enorme transferencia monetaria que hubiera implicado habría incrementado aún más el déficit fiscal, que ya de por sí se acrecentó por las políticas para mitigar la pandemia. Llama la atención, entonces, que los primeros críticos de las alzas por DNU sean los mismos que se desesperan por el rojo del Estado.
Es cierto que la fórmula nueva no garantiza que los jubilados le ganan a la inflación, otra de las observaciones que más se le hace. Desde el Gobierno neutralizan este argumento de forma empírica. Este proyecto es un calco del que rigió desde 2008 hasta 2016, a excepción de que ahora los aumentos se aplicarán cada trimestre en lugar de seis meses. La serie histórica que evidencia 13 de las 18 actualizaciones las subas le ganaron a la inflación. Esto depende de que el ciclo económico consista en uno de expansión.
Por otro lado, la nueva fórmula no se trata de un pedido del FMI, sino más bien lo contrario. La macrista sí fue avalada por el Fondo porque significaba un ajuste. Y, por último, la movilidad que se debatirá en el Congreso condiciona la sustentabilidad del sistema de seguridad social porque ata sus actualizaciones a conceptos que lo financian.