En materia de política económica lo más importante no es ser buenos o justos, categorías ajenas a la técnica, sino efectivos. Un blanqueo de capitales dista de cualquier idea inmediata de justicia, sobre todo visto desde quienes siempre mantuvieron sus activos en blanco y afrontaron la consecuente carga impositiva. Además, la sucesión histórica de blanqueos funciona como un aliciente para mantener activos fuera del sistema y, hacia el futuro, abre la pregunta sobre quienes pagarán impuestos. Se trata de una pregunta que, por supuesto, no le interesa a los libertarios, para quienes la única dimensión de la cuestión fiscal son los gastos, no los ingresos, cosas de topos que quieren destruir las funciones del Estado.
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En términos prácticos, entonces, no de justicia, el panorama sobre el que debe actuar la política económica muestra que la principal restricción de la economía, como se recontra sabe, es la escasez relativa de divisas. A ello se agrega, como también es vox populi, que la moneda propia no es reserva de valor, lo que tiene una consecuencia bien concreta: desde hace décadas el grueso del excedente financiero se dolariza. El resultado general fue el éxito de “la banca Simmons”, que se convirtió en un destino preferente para el ahorro nacional, especialmente el “no sofisticado”, aunque no solamente. La abundante cantidad de “dólares en el colchón” fue una consecuencia lógica del mal funcionamiento del sistema, es decir de la sumatoria de no tener moneda, las restricciones cambiarias y las tasas reales persistentemente negativas.
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El hacedor de política, que se presume una persona práctica, encuentra entonces para desarrollar su plan este escenario de escasez de divisas. A ello se le suma que las fuentes habituales para hacerse de dólares son muy limitadas, las exportaciones no solo son muy bajas en relación al PIB, sino que dependientes del clima y tomadoras de precios internacionales y los mercados de crédito están cerrados, tanto los organismos internacionales como los privados. Sobretasas en torno a los 10 puntos significa simplemente que no existe el llamado crédito voluntario.
Pragmático, el Presidente puso al frente del ministerio de Economía a un especialista en finanzas que le prometió que le conseguiría los dólares. Desde antes de asumir el gobierno ya se hablaba de las más variadas fuentes de financiamiento vía “consorcio de bancos”. Poco afecto a los datos verdaderos el titular del Ejecutivo llegó a decir “ya tengo la plata”. Pero los meses pasaron y el crédito no apareció. Lo que si sucedió es que se pusieron en peligro las reservas de oro del BCRA enviándolas al exterior, presumiblemente para que funcionen de “garantía real” para bajar la sobretasa que emerge del riego país. Pero a pesar de los esfuerzos el capital de riesgo sigue sin aparecer.
Pero no por nada el ministro es un especialista. La visión fue clara, si la población había ahorrado en divisas se necesitaba que esos dólares ingresen al sistema. El camino fue un blanqueo, pero lo menos exigente posible como para que nadie tenga el menor temor. Incluso se habla de, una vez finalizado, eliminar la base datos de los blanqueadores. De nuevo, en términos de eficacia la bala de plata negra dio en el blanco. Los depósitos en dólares en los bancos aumentaron en 18 mil millones de dólares. Dicho mal y pronto, es un montón. Y es también la causa de la fiesta que vive el mercado.
Cuando el gobierno se estaba quedando sin divisas para mantener la sobrevaluación cambiaria hizo aparecer una súper inyección de dólares en el sistema. Ello se combinó con la voluntad de los medios de comunicación hegemónicos de sostener al oficialismo a capa y espada manteniendo en funcionamiento la máquina de las buenas noticias. Las encuestas que estaban bajando volvieron a cambiar de dirección. Luego, la inyección de recursos siempre tiene efecto sobre la demanda de inmuebles y bienes durables. Y finalmente está el dato económico más duro: el ancla cambiaria, si hay con qué sostenerla, siempre estabiliza. Con el principal precio básico de la economía no sólo estable, sino que hasta bajando, los precios se frenan.
Y hay un dato duro más. El agro, que sigue siendo el principal proveedor de divisas de la economía y que, por ello, tiene una gran capacidad para incidir en el tipo de cambio, frente a la lluvia de dólares del blanqueo dejó de esperar una mayor devaluación y comenzó a liquidar las exportaciones que había retenido. Según reseñó la consultora Sur Americana en su último informe semanal, en octubre las liquidaciones del campo superaron los 2.500 millones de dólares. La cifra es la más alta para este mes desde 2002. Además de duplicar a las de octubre del año pasado, excepcionalmente bajas, estuvieron casi un 50 por ciento por encima del promedio de la serie 2011-21. Esta lluvia de dólares fuera de temporada le permitió al Banco Central concretar la mayor compra neta de divisas desde mayo pasado, más de 1600 millones, lo que sumó al clima de fiesta financiera generalizada. El riego país cayó 350 puntos y quedó por debajo de los 1000.
El balance preliminar es que en medio de la primavera estalló el verano, lo que el gobierno percibe como el éxito absoluto de su programa económico, no como disparo de única vez. Para 2025 se verá, mientras disfruta de ir “domando” la coyuntura. Finalmente, como inmortalizó el más famoso de los economistas ingleses del siglo XX, en el largo plazo todos estaremos muertos